Capítulo 34

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Cuando Ellie se reúne con sus compañeros, Cora y Alec la ponen al corriente sobre lo sucedido en su propio interrogatorio. En cuanto la castaña es informada sobre el hecho de que el inspector ha informado a Nigel de sus auténticos orígenes, y por tanto, del pasado de su familia, inclusive de Susan, le falta tiempo para entrar en cólera. Mientras caminan hacia el despacho del escocés, la veterana agente, y amiga de la muchacha de ojos azules, despotrica contra su jefe, por su, según ella, grave falta de juicio.

—¿¡Que ha hecho qué!? —Miller está escandalizada.

—Ellie, cálmate, por favor —intenta apaciguarla su amiga de cabello cobrizo, caminando entre el inspector y ella, sirviendo, a ojos de la castaña, como un parapeto para Hardy.

—Quería saberlo —responde el escocés en un tono casi indiferente, casual, echando más leña al fuego.

—¡Pero se lo prometí a ella!

—¿¡Por qué hizo eso!? —exclama el hombre con vello facial, completamente sorprendido por que ella tomase ese curso de acción: estos interrogatorios no tienen como objetivo estrechar lazos con los testigos o potenciales sospechosos, sino conseguir pruebas, testimonios fehacientes.

—¡Me estaba ganando su confianza! —exclama ella, igual de molesta que Hardy.

—¡Y Harper y yo la de él!

—¡No la meta a ella en esto! —le espeta Miller—. ¡Esto es solo cosa suya!

—Por favor, basta —intenta mediar la joven—. Con esto no ganamos nada —se da una palmada en la frente, completamente avergonzada por esa discusión intransigente.

"Es como volver a parvulitos: que si esto es culpa tuya, que si esto no es culpa mía... Oh, y ahora todos nos están mirando. Que horror. Como si no fuera lo suficientemente malo ya el ser la rarita o la mentalista de la comisaría. Ahora añadirán perrito faldero o sujeta-velas al montón", se horroriza la muchacha, caminando lo más rápidamente posible por el pasillo, deseando llegar al despacho de su jefe lo antes posible, al menos, para mantener esa charla en privado, lejos de oídos indiscretos o chismorreos malintencionados.

Como la analista del comportamiento ha advertido, los agentes de la comisaría han posado sus ojos en el trío de amigos que ha entrado vociferando por la puerta. Todos ellos, sin excepción observan la discusión entre Alec Hardy y Ellie Miller, con las bocas abiertas, expresando su asombro. Ya están acostumbrados a la actitud protocolaria de Harper respecto a Miller, pero no a los gritos entre el inspector y la sargento. Algunos de los compañeros posan sus ojos en la pelirroja, como preguntándole indirectamente si siempre están a la gresca. Ella se encoge de hombros, pues no quiere meterse en ese berenjenal.

—Tenemos que averiguar que está conectado con Danny y qué no —sentencia el inspector en un tono firme, intentando acabar con esa discusión, abriendo la puerta de su despacho, entrando a él.

Coraline se queda algo rezagada, pues una compañera le ha entregado un documento que había solicitado, se lo entregaran nada más llegase a la comisaría. Son los datos de una llamada, junto con sus credenciales de localización y datos de origen. Se detiene unos segundos, examinando la hoja de papel, antes de agradecérselo a su compañera, quien le sonríe.

—Lo hace porque se está quedando sin tiempo —acusa Ellie en un tono férreo, casi gélido, pues a su parecer, su superior está actuando de una forma irracional—. ¡Pisotea las vidas de esa gente! ¡Debería poner una queja!

La joven novata se apresura entonces en llegar al despacho de Alec, finalmente respirando tranquila. La discusión entre su jefe y su amiga continúa, escuchándose desde el exterior del despacho. Llega justo en el momento en el que Hardy cierra la puerta, por lo que, de un movimiento rápido, se desliza entre la apertura.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora