Hardy, ahora sentado en la sala de interrogatorios, con Cora a su izquierda, examina a Nigel Carter desde el otro lado de la mesa. Se da cuenta por primera vez de lo joven que es. Puede que sea incluso más joven que su novata de ojos azules. La cabeza afeitada le proporciona años, pero aún conserva algo infantil, con sus ganas de agradar y sus miembros desgarbados. Por su parte, Cora lo observa concienzudamente: todo el arsenal de armas encontradas en su casa, además de la ballesta la hacen inquietarse.
"¿Acaso es un psicópata? ¿Está interpretando el papel de idiota feliz? No, esa no parece ser la respuesta correcta. Es cierto que parece un adolescente encerrado en el cuerpo de un adulto, ya sea por sus manierismos o reacciones, como ese tic nervioso que lo impulsa a sonreír ante una situación tensa... Como hacen los niños. Pero no es un psicópata. Habría mostrado otras características, como el intento de camuflaje en la sociedad exhibiendo un comportamiento ejemplar o modélico; la carencia total de empatía, y la necesidad obsesiva por el control", analiza brevemente, apuntando sus suposiciones en su cuaderno electrónico.
Nota que Alec posa sus ojos en su libreta, asintiendo imperceptiblemente, de modo que solo ella se percate de ello. El hombre de acento escocés se mortifica por no haber ahondado adecuadamente en las lagunas de la declaración original de Nigel. El testimonio de Susan y la ballesta lo han cambiado todo. Podrían enfrentarse a un auténtico psicópata, aunque el análisis de su compañera descarte esa posibilidad.
Con el reloj implacable en su contra, no hay tiempo para preliminares. Tienen que sonsacarle la información como sea. Por ello, Harper empieza presionándolo.
—Cuéntanos dónde estuviste la noche que mataron a Danny Latimer.
Nigel sonríe aturdido. Nuevamente, se hace presente ese tic en su rostro. La pelirroja sabe que es un acto reflejo, que no puede evitar sonreír por los nervios que lo dominan, pero nota claramente que su inspector, a pesar de ello, no lo aprecia en absoluto. Lo entiende: una sonrisa nerviosa o despreocupada en una tesitura como esta, provocarían desconfianza. Es como si estuviera riéndose de ellos en su cara.
—Hablamos de esto hace siglos, cuando arrestó a Mark —responde, rememorando ese momento con viveza—. Estaba en casa, viendo la tele con mi madre.
—¿Qué estaban viendo? —cuestiona Alec, cruzándose de brazos.
—Un programa de cocina. A ella le encantan.
Hardy desliza con suavidad la fotografía de Susan Wright por encima de la mesa. El rostro de Nigel se torna cadavérico al verla. Y su expresión facial se contrae en una señal inequívoca de furia y asqueo contenido.
—¿Conoce a esta mujer, Nige?
El joven apenas mira la fotografía, ignorando por un momento la pregunta del hombre castaño. Cuando se percata de que no ha dicho nada, quizás porque ha hablado en su mente, el joven niega con la cabeza.
—Creo que no.
—¿Tienes perro? —interviene la oficial, dispuesta a intentar encontrar la verdad. Debe averiguar la razón tras la sustracción del perro.
—No exactamente—un músculo de la cara se contrae en un gesto tenso.
—¿No exactamente? —la agente se muestra algo despectiva—. ¿A veces sí, y a veces no? ¿Tienes un perro a media jornada? —cuestiona, intrigada.
El tono de la pregunta, así como de la pregunta en sí, provocan que Nigel sonría, divertido.
—No...
—¿Le parece divertido? —el tono de Hardy es cortante.
La sonrisa se le borra de un plumazo, como si alguien hubiera pulsado un interruptor.
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El Silencio de la Verdad (Broadchurch)
FanfictionBroadchurch es un pueblo normal y corriente de la costa inglesa de Dorset, cuya monotonía solo se ve alterada por la llegada puntual de algún turista estival. Sin embargo, todo cambia cuando el cuerpo de un niño de once años, Daniel Latimer, hijo de...