Olly y Karen son las únicas personas en el bar del Hotel Traders. Unas velas parpadean en la mesa mientras hablan de Jack Marshall.
—¿Y qué es la Brigada Marina? —pregunta ella. Se imagina a los niños vestidos de marinero con cuellos azules.
—Son como boy scouts, pero en barcos... —empieza Olly—. Muchos chicos, trucos de supervivencia, trabajo en equipo...
—Danny estuvo en la Brigada, ¿verdad?
—Así es —afirma Olly, dando un trago a su cerveza.
—Y repartía periódicos... —parece reflexiva—. ¿Está casado el tal Jack? —una hipótesis acaba de aparecer en su mente y la hace estremecerse. Casi le parece que su gin-tonic está caliente.
—Todos fuimos de la Brigada —sentencia Oliver con un punto de dureza en la voz, como si hubiera adivinado lo que pasa por la cabeza de Karen en ese preciso instante—. ¿Por qué...? —se queda en silencio. Ha aparecido alguien al lado de su mesa. Maggie Radcliffe, vaso en mano.
—No os importa que me una, ¿no? —dice, sentándose entre ellos. Lanza una larga mirada a Karen—. Tiene gracia —comenta en un tono cordial—: cuando os he visto venir por la calle, estaba hablando con tu jefe por teléfono.
—¿Mi jefe? —un escalofrío recorre a Karen de pies a cabeza. Mierda. La han pillado.
—Sí. Te ha estado llamando sin parar, y no está contento. Pero tenía la corazonada de que contactarías con la prensa local... —menciona en un tono acusatorio, dando una ligera mirada hacia Olly, en cuyo rostro se dibuja una expresión dolida. Posa sus ojos en la morena—. Te has ausentado sin permiso.
—¿Por qué? —cuestiona Olly. Quiere escucharlo de su propia boca.
Karen piensa deprisa. Como se suele decir, miénteles ahora, y los perderás para siempre.
—Vale, me has pillado —dice con las palmas hacia arriba en señal de rendición—. Pedí unos días libres. Estoy aquí por mi propia cuenta —admite—. Yo escribía la crónica de sucesos. En el Herald no hay dinero para reportajes. Ha habido recortes, y por ello, lo único que hacemos es regurgitar notas de prensa —suspira pesadamente—. No debí cambiarme de sección...
—¿Pero eso qué tiene que ver con que estés aquí? —pregunta Olly—. En Londres no deben escasear los delitos sobre los que informar...
La morena remueve su bebida en el vaso. De perdidos al río...
—Alec Hardy —sentencia, pronunciando ese nombre con molestia y rencor—. Y informé sobre su último caso —las caras de ellos son inexpresivas—. En Sandbrook.
Maggie por poco se da una palmada en la frente.
—¡Pues claro! —dice.
—Tenía una carrera brillante, y luego todo se desvaneció después del juicio —es un alivio decir eso en voz alta a una persona que sabe que lo entenderá—. Y de pronto, ahora está aquí —carraspea—. Yo estuve en el juicio mientras el caso se venía abajo. Falló a esas familias. Vi cómo pasó, y tengo miedo de que haga lo mismo aquí.
Maggie asiente sombría con la cabeza. Karen se termina su gin-tonic deprisa. Beberse tan rápido el líquido del vaso sin esperar a que se derritan los hielos hace que le duelan los dientes.
—¿Queréis otra copa? —cuestiona, ahora con la garganta seca.
Becca Fisher se encuentra detrás de la barra, pero está absorta en la pantalla de su teléfono móvil. Aunque no hay más clientes, Karen tiene que gritar dos veces para que la atienda y le vuelva a servir otro gin-tonic. Con tan poco movimiento, lo normal es que se desviviera para atender a los pocos clientes que tiene. Se pregunta entonces: ¿Qué está mirando Becca que es más importante que su negocio?
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El Silencio de la Verdad (Broadchurch)
FanfictionBroadchurch es un pueblo normal y corriente de la costa inglesa de Dorset, cuya monotonía solo se ve alterada por la llegada puntual de algún turista estival. Sin embargo, todo cambia cuando el cuerpo de un niño de once años, Daniel Latimer, hijo de...