Capítulo 27

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Ellie Miller se les une en el corto paseo de treinta minutos hasta el hotel Traders, donde se llevará a cabo el velatorio de Jack Marshall.

—Hola —saluda Hardy a algunos de sus compañeros de la comisaría. Han ido al velatorio a presentar sus respetos, al igual que ellos.

—¿El asesino estará aquí?

—Es lo más probable, Ellie —responde Cora, cuyos orbes azules ya están escaneando su entorno por costumbre.

Tiene que cerrar los ojos a la fuerza durante unos segundos, pues acaba de captar un olor familiar que le produce nauseas. Nota la mano de Alec en su espalda, y se recompone: ahora la necesita en plenas facultades.

—Así que —empieza él, confundido por el maquillaje que Miller luce en las mejillas—, abran los ojos...

—...Y busquen algo inusual —recitan ambas mujeres, intercambiando una mirada divertida.

—¿La irrito, Miller? —cuestiona, arqueando una ceja.

—¿En serio quiere hablar de eso ahora? —cuestiona ella, devolviéndole la pregunta que le hizo cuando se conocieron.

—¿Tan predecible soy?

—Tranquilo, señor —indica la muchacha de cabello carmesí—. Sabemos qué hacer.

—Exacto —afirma Ellie, separándose de ellos.

Cora se separa de su jefe, caminando entre la multitud. En el abarrotado bar, se mantiene en alerta máxima. Se fija que Paul Coates es casi la única persona que, al parecer, no tiene una bebida alcohólica en la mano... "Vaya, vaya... ¿Acaso es para mantener el control de la situación, mientras todos los demás lo pierden? Por su postura, la sonrisa que adorna sus labios, y esa ligera elevación de las cejas, queda claro que disfruta de lo lindo con la nueva atención que le prestan", piensa para sí misma, acercándose a la barra. "Le tiemblan las manos al sujetar el vaso de agua... Hay pocas razones para que a alguien le tiemblen así, pero por la mirada tan atenta que tiene fija en la cerveza de ese otro cliente, creo que puedo deducir qué es lo que le pasa. Es un alcohólico en rehabilitación. Si esto lo supiera Alec... Seguro que saltaría de alegría", analiza. Se sienta unos metros detrás del vicario, y pide un té helado. Becca no tarda en servírselo, y la muchacha de ojos azules ya tiene la excusa perfecta para mantenerse quieta en ese lugar, atenta a cualquier conversación que pueda ayudarlos. Mantiene una actitud distraída para pasar desapercibida.

—Nos has echado una buena bronca —menciona la australiana.

—Me da un poco de miedo que nadie vuelva a hablarme...

—Yo sí lo haré —afirma ella—. Te has mostrado como un buen guía de la comunidad.

—Solo he hecho mi trabajo —se ruboriza el vicario—. Celebrar un velatorio por Jack aquí... —dice Coates a Becca Fisher cuando ella le quita el vaso vacío, carraspeando—. Es muy cristiano por tu parte.

—Lo que es divertido, porque soy una atea total —dice ella con un guiño.

Que los dos se rían, sugiere una relación más profunda de la que Harper pensaba. Por el rabillo del ojo ve entrar a su superior en la estancia, quien, en cuanto se percata de su presencia allí, se queda de pie en el umbral de la puerta, observando el entorno. De esa forma, con ella vigilando la barra y él la habitación, cubrirán más terreno, y será más improbable que se les pase algo por alto. De pronto, ocurre un sutil cambio en el ambiente, como ocurre siempre que los Latimer entran en una habitación. Esta vez se añade un escalofrío perceptible, supone Hardy, en aquellos que saben lo que hay entre Mark y Becca. Beth lleva la cabeza alta cuando se acerca a la barra.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora