Capítulo 38

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Veinte pasos separan las salas de interrogatorios 1 y 2 de la comisaría de policía de Broadchurch. Ellie, a la que se le doblan las piernas al andar, cuenta cada paso. Llega demasiado pronto a la puerta que ha tocado un millón de veces. Ahora tiene la sensación de que es la entrada a otro mundo. A un mundo paralelo, en el que su vida perfecta, como la conocía, ya no existe. Apoya un segundo las yemas de los dedos en la madera.

—No le toque —le advierte Hardy por encima de su hombro—. No haga nada que pueda poner en peligro la condena.

—¿Y qué voy a hacer? Es más fuerte que yo, y hay cámaras —comenta Ellie, antes de posar su mirada en su buena amiga y compañera desde hace meses—. ¿Te quedas conmigo? —le pide, y la muchacha le da una leve sonrisa amable, cariñosa, cálida.

—Pues claro —afirma, asintiendo con la cabeza—. No voy a abandonarte ahora.

—Bien —musita Alec, suspirando pesadamente—. Adelante.

La castaña le agradece el apoyo, y con un movimiento rápido, abre la puerta. Entra a la estancia. Joe, ridículo con su mono blanco y zapatos de lona, se pone en pie de un salto cuando entran.

—Ellie...

Al verlo, en el interior de la policía de cabello rizado, despierta un animal furioso. Es una loba vestida de mujer.

—Siéntate —gruñe desde la garganta, como un animal. Él obedece al momento—. ¿Es cierto? —la incapacidad para responder de Joe es la confirmación que necesita. Solo la rabia la mantiene en pie. Eso, y el hecho de que Coraline se encuentra en la estancia con ella, justo a su lado. Es consciente de que solo el zumbido de las cámaras de vigilancia de la esquina, y la presencia de su buena amiga, evitan que pierda el control.

—N-nunca he tocado a Tom ni a Fred —dice Joe, intentando excusar su comportamiento, a pesar de que sabe que no servirá de nada—. Nunca toque a Danny —intenta argumentar que no ha hecho nada malo, a pesar de que sus acciones dicen lo contrario—. Ellie, siempre te querido...

—¡Tenía once años! —el alarido de ella le corta en seco.

—No sé explicarlo —dice él, sollozando. Inclina la cabeza hacia ella, como sus hijos lo suelen hacer. En realidad, espera que ella lo consuele. Que logre empatizar con él. Que lo libre de este horrible entuerto—. ¿Puedo ver a Tom?

Ante aquella burda petición, la loba aflora desgarradoramente a la superficie. Ellie se lanza contra Joe, derribándolo de la silla. El hombre con alopecia queda acurrucado en el suelo.

—¡No! ¡No! ¡No! —son las únicas palabras que salen de su boca y garganta. El puño de ella golpea primero los huevos, luego alterna entre la cabeza y las costillas. Recuerda claramente las consecuencias de todas las peleas que ha visto, así que sabe exactamente dónde apuntar para producir el mayor dolor—. ¡Eres un hijo de puta!

A los pocos segundos, siente unos brazos firmes que rodean los suyos propios, como encadenándolos, y la echan hacia atrás. Su enfurecida mente ni siquiera registra que se trata de su amiga, quien está haciendo lo posible por alejarla. Ellie se revuelve como respuesta, propinándole varios golpes a la muchacha. No reconoce los aullidos desoladores que hielan la sangre. Aquellos desgarradores sonidos que salen de lo más profundo de su ser. Ni siquiera ha sido consciente hasta ahora de que algo así se ocultaba en su interior.

—¡Señor, deprisa! ¡Necesito ayuda!

Al mismo tiempo, Hardy, que ha entrado como una exhalación a la estancia al escuchar la voz de su subordinada, pide ayuda a gritos. Tras dos segundos, otros dos agentes irrumpen en la sala de interrogatorios para ayudar a Cora, que apenas está resistiendo los envites y los empujes de Ellie, luchando con uñas y dientes por liberarse de su agarre. La pelirroja lucha, intentando aplacarla, apartarla del miserable, enfermo, y cabrón de su marido. Ahora que se ha llevado unos cuántos golpes por parte de su amiga castaña, se frota los brazos, el cuello, y el torso, adolorida. Nota que van a salirle unos cuantos hematomas. Necesitará una bolsa de hielo para evitar la hinchazón.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora