Capítulo 16

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En la playa del acantilado del puerto, el santuario en homenaje a Danny está desatendido. Los molinos giran con la brisa, sus aspas son un borrón. Todas las velas se han consumido. A un par de cientos de metros mar adentro, una barca arde como una baliza, y las llamas vierten un líquido dorado sobre la superficie del mar. Trozos de astillas se queman y chisporrotean en el agua.

—Una patrulla nocturna avisó por radio —indica Bob mientras caminan hacia la orilla—. No parece que hubiese nadie dentro.

No pueden esperar hasta que baje la marea.

—¿A quién llamamos? ¿Al encargado del muelle? —aún está algo aletargado debido al sueño que lo invade—. Llame a los guardacostas, o a quien sea —dice Hardy—. Quiero a gente ahí, recogiendo cada pedacito —señala la barca en llamas.

—La marea está subiendo —menciona Bob—. Se lo llevará todo en seguida.

—¡No! —exclama Hardy—. ¡Hágalo ya! —menciona, antes de alejarse unos pasos, sacando su teléfono móvil. Marca un número, y pulsa el botón de llamada.

—¿Diga? —la voz de Cora responde al teléfono. Está claro que estaba durmiendo.

—¿Harper? —cuestiona, escuchando su voz adormilada al otro lado de la línea—. Soy yo.

¿Alec? —aún medio dormida, utiliza el nombre de su jefe sin percatarse de ello.

Éste lo deja correr. No le molesta, y menos cuando ha sido él quien la ha despertado a unas horas tan intempestivas.

—Quiero que se reúna conmigo en el puerto a las 07:00h. Y tráigase a Miller.

—¿Qué ha pasado? —su voz suena más despierta ahora.

—Hemos encontrado una barca en llamas —es lo único que le explica, antes de colgar la llamada, dirigiéndose él también al hotel para descansar las pocas horas que quedan de la noche.


Ellie, que duerme junto a Joe en su cama, es despertada por el sonido de una llamada entrante. Apenas son las 4:30 de la mañana. Se pregunta quién será. Contesta sin mirar el nombre. La voz de Beth llega a sus oídos, y se sienta en la cama como un resorte. La joven madre le pide reunirse con ella en el pequeño parque que conecta sus casas y las demás del vecindario. Necesita hablar con ella de algo importante. Vistiéndose sin hacer apenas ruido, Miller sale de la casa, yendo al encuentro de su amiga. La encuentra sentada en el pequeño muro que delimita sus propiedades, separándolas del parque. Se sienta a su lado. El silencio discurre lentamente, como pasado por un cuentagotas.

—Habéis retenido a Mark casi todo el día —acusa la señora Latimer.

—Rutina —la policía intenta desviar la conversación. No se ve con fuerzas para contarle lo que realmente hizo Mark la noche que Danny fue asesinado.

—¿Es sospechoso? —pregunta Beth, balanceando los pies que caen al estar sentada en el muro. Su mirada está fija en Ellie, esperando una respuesta.

—Beth, son las cuatro y media de la mañana —su voz suena cansada.

—No, debo saberlo: ¿lo habéis descartado definitivamente? —cuestiona. Ellie traga saliva—. Dime solo eso.

A Ellie le crispa tener que estar adoptando continuamente un papel u otro: amiga, policía, amiga, policía... Es agotador.

—Por favor, no es tan simple...

—¡Claro que es simple! —exclama la joven madre—. ¿Crees que mató a Danny? —cuestiona en un tono férreo. Necesita una respuesta a las preguntas que le rondan la mente sin parar—. ¿Mo lo dices tú, o tengo que preguntarle a Cora? —insiste ante el silencio de Miller.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora