Ellie se une a Joe y sus hijos en el camino de San Andrés. Es una mañana espléndida: cálida y brumosa a la vez. Las campanas repican, y las mariposas se arremolinan en las juderías del lado de la calle. Sigue los pasos de los Latimer, que miran fijamente hacia adelante.
Nige Carter se acerca entonces a Mark Latimer, susurrándole al oído.
—Tío, tengo que decírtelo antes de que entremos —indica en un tono confidente—: ayer vi a Olly Stevens con Jack Marshall —le cuenta, caminando a su lado—. Por lo que pude entender, Olly decía —mira hacia atrás cuidadoso de que la sargento de policía no le preste atención—, que tuvo problemas con niños. Algo sucio.
—¿Bromeas?
—No, me temo.
Hay una barrera de fotógrafos a la entrada de la iglesia. Todos están colocados como delante de un tribunal, y todos ellos gritan a Beth, intentando llamar su atención, como si se tratase de la princesa Diana, o Lady Di.
—¡Beth, aquí! ¡Beth, aquí!
Y la joven madre parece un conejo ante los faros de un coche. Mark hace lo que puede, sentenciando una y otra vez un «déjenos pasar, por favor», pero ellos no lo consideran una respuesta. Tanto Nigel como Mark hacen todo lo posible por amparar a las mujeres de la familia, intentando aislarlas de los flases de las cámaras, así como de sus insidiosas preguntas. Ellie sabe que Beth no lo puede soportar y no se lo merece. Como si hubiera puesto el piloto automático, se coloca entre la familia y los periodistas. Se comporta como una policía, pero también como amiga.
—¡Fuera, ahora, o haré que os arresten a todos! —pone su placa de policía cerca de los objetivos más próximos.
—¡No quebrantamos ninguna ley! —exclama con enfado el hombrecillo que maneja la cámara.
—Tened un poco de decencia, coño —dice ella. Que le saquen una foto a ella. Otra madre indignada, no le importa. Su familia no es la que ha sido desgarrada. Deja que los Latimer avancen con lentitud detrás de ella. Un fotógrafo levanta su cámara hacia su rostro—. Baja ese objetivo ahora mismo, ¡o si no te patearé las pelotas, y a todos los demás! —se vuelve hacia Tom—. Tú no me has oído decir esto —se vuelve otra vez hacia los fotógrafos—. ¡Prometo que lo haré!
—Tu madre mola —dice Chloe, detrás de ella, habiéndose girado hacia Tom.
—Ya lo sé —responde Tom, orgulloso.
Beth mira con gratitud a Ellie.
—Venid a comer hoy —dice, cuando se han sentado en los bancos provistos en el interior del edificio—. Cocina Nige.
La rama del olivo —una ofrenda de paz— es bien recibida, pero inesperada.
—¿Estás segura?
—Como hacemos siempre —dice Mark con firmeza—. Se le da muy bien.
Ellie dice que sí, aunque se supone que tendrá trabajo. Hardy no la puede obligar a hacer más horas extra, aunque conociéndolo, querrá que espíe a sus amigos durante la comida dominical. Y si se descuida, es probable que su trabajo vaya a recaer sobre la pelirroja, aunque visto lo visto esa mañana, puede que el inspector sea magnánimo con ella.
La policía nunca he visto la iglesia tan concurrida, ni siquiera en bodas y funerales. Cuando Paul Coates sale de la sacristía con sus vestiduras, Ellie se sobresalta: está acostumbrada a ver al alzacuellos, pero no aquel despliegue, un poco al estilo Gandalf. Parece nervioso y emocionado, como un cantante de pop que de repente se encuentra actuando en el estadio de Wembley.
Los tacones altos de Becca resuenan en las losas del sacro lugar. Después de que Beth le sostenga la mirada, se pone discretamente en un rincón.
Cora Harper entra con su madre, Tara Williams, en un silencio casi atronador. Nota las miradas que se posan en ambas, escuchando unos leves cotilleos. Nada nuevo para ellas. Sin embargo, la más joven tiene que detener a su madre para que no se disponga a lanzarles injurias a las chismosas del lugar. Dejando que se sujete de su brazo, se sientan en la parte más alejada del púlpito, en un ángulo que permite a la de ojos azules observar a los congregados allí.
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El Silencio de la Verdad (Broadchurch)
FanfictionBroadchurch es un pueblo normal y corriente de la costa inglesa de Dorset, cuya monotonía solo se ve alterada por la llegada puntual de algún turista estival. Sin embargo, todo cambia cuando el cuerpo de un niño de once años, Daniel Latimer, hijo de...