Capítulo 21

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Son las 23:00 del jueves de una noche de julio, pero Broadchurch es ahora una ciudad fantasma. No pasan coches. De los pubs no salen bebedores. Los restaurantes están vacíos. Unas luces blancas parpadean en el exterior del hotel Traders, pero la terraza está desierta.

Un niño está parado en lo alto de la calle Mayor, con un monopatín debajo del brazo. Lleva una fina camiseta gris, vaqueros negros, y deportivas azules con un toque de amarillo. Baja el monopatín al suelo, se sube a él y se desliza por el mismo centro de la calle vacía. El retumbar de las ruedas de plástico sobre el asfalto es el único sonido que se escucha.

Pero tiene el pelo rubio, no moreno. Es Tom Miller, no Danny Latimer, y a pesar de la avanzada hora, no está solo. Un cortejo de adultos le sigue de cerca.

Ellie Miller encabeza el desfile, y sus ojos nunca se apartan de Tom. Hardy, junto con unos cuántos agentes de policía, los observan a todos, excepto a Tom.

Caminando junto al estoico policía, se encuentra Harper, quien mantiene en su rostro una expresión entre apesadumbrada y dolida. Se acerca un poco más a su superior, encontrando consuelo en su presencia: pensar que aquellas fueron las últimas acciones de un niño inocente de once años, le eriza los pelos de la nuca. "A pesar del perfil del asesino que he realizado, nos enfrentamos a alguien claramente sin escrúpulos sobre sus actos. Alguien que intenta camuflarse a simple vista, utilizando a todos a su alrededor para ocultar su presencia", piensa de forma analítica la novata de ojos azules, quien de pronto se percata de que Hardy la tiene sujeta por el antebrazo. Su agarre no es fuerte, pero es lo suficientemente firme como para impedir que se desvíe del camino y se quede a su lado. No dice nada, y tiene su mirada fija al frente, pero ella entiende ese gesto como un intento de consuelo, y quizás, de seguridad por su parte. Alec, al fin y al cabo, también se siente ligeramente reconfortado por su presencia, por varios motivos, además. Continúan caminando en silencio, observando a los paseantes que los acompañan.

Están los Latimer, desconsolados pero fuertes, cogidos de la mano, solidarios.

Nigel Carter por su parte, va detrás de Mark, prestándole apoyo.

El reverendo Paul Coates no está lejos, con un rostro profesional, serio.

Joe Miller empuja a un dormido Fred en su cochecito.

Karen White va andando sola.

Cuando pasa Tom, la gente sale a las puertas de sus casas para verle. Olly Stevens y Maggie Radcliffe están uno al lado del otro, delante del Eco de Broadchurch, luego siguen el paso de los demás, poniéndose al final.

Becca Fisher aparece a la puerta del Traders. Cruza su vista con la de Mark, e intercambian una mirada de pena antes de que puedan impedirlo. Beth se percata de ello, y suelta la mano de Mark. La dueña del hotel baja la vista, avergonzada, y se refugia en el pavimento a sus pies.

Susan Wright y Vince miran desde lejos, como una bruja y un familiar suyo.

Beth se vuelve hacia Ellie, que camina a su lado.

—Dime que esto va a servir para algo —súplica.

Ellie entrelaza su brazo con el de Beth, en un gesto de consuelo.

—Estoy segura de que sí.

Tom dobla la esquina hacia el puerto, logrando observarse las múltiples banderas del Reino Unido y banderines flameantes que, ruidosamente, compiten con el rugir del mar. Llega a los adoquines, y el repiqueteo de sus ruedas sobre el suelo, ahoga todo lo demás. Un equipo de un noticiario, con el cámara equilibrado sobre una grúa, le graba en cuanto pase por delante de la tienda de comida rápida.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora