Capítulo 8

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La casa de los Latimer huele a cerrado, como un dormitorio que debería airearse. No es la época del año indicada para tener las ventanas cerradas, pero la prensa ha empezado hacer el agosto, y necesitan aislarse. Si no los apuntan con las cámaras, hacen llamadas por teléfono, o charlan en voz alta. Es desquiciante.

En la sala de estar, un agente está tomándoles las huellas dactilares a todos los integrantes de la familia. Solo Mark parece protestar por ello.

—¿Es esto realmente necesario? —dice mientras Liz mueve el pulgar, contenta, de lado a lado sobre el papel. Se siente insultado. Ellie lo nota, y lo comprende. Hasta las víctimas de un robo se indignan cuando les toman las huellas. Es algo muy humano: intelectualmente, la gente sabe que está contribuyendo de modo positivo a la investigación, pero algunas personas consideran que las están tratando como sospechosas. Ni siquiera puede imaginar lo horrible que debe ser eso después de perder a un hijo.

—Si ella lo dice —menciona Liz, levantándose del sofá—, será porque es necesario.

Mark deja que le tomen las huellas, pero con desgana, moviendo la cabeza a los lados.

—Son huellas de descarte —menciona la sargento de policía—. Para no tener en cuenta vuestras huellas si las encontramos aquí o en cualquier otro sitio —aclara, pues Beth la observa también ciertamente confusa—. ¿Habéis dormido algo? —cuestiona, preocupada—. Claro que no —murmura para sí misma, tras ver a Mark pasar a su lado, molesto—. Bueno, este es el subinspector Pete —presenta al desgravado joven de su lado—. Será vuestro agente de enlace familiar —suspira pesadamente—. Su trabajo será manteneros al corriente de la investigación, responder a vuestras preguntas, y hablaros de cualquier duda que nos surja.

—¿Por qué no puedes hacerlo tú? —pregunta Beth. No le hace gracia la idea de meter a un extraño en su hogar. Y menos aún que vigilen todos y cada uno de sus movimientos. Preferiría que fuera alguien de su confianza o alguien cercano—. ¿O Coraline? —cuestiona de pronto. También se sentiría más tranquila con su presencia en la casa.

Miller niega con la cabeza. Comprende su inquietud, pero ni la pelirroja ni ella serían adecuadas para el trabajo.

—Es un trabajo muy especializado —comenta, dejando constancia de la importancia del trabajo, como de su dificultad—. Pete acaba de completar la instrucción.

—Sí —afirma el joven con entusiasmo—. Son los primeros —dice Pete, risueño, pero su sonrisa se desvanece cuando percibe el enfado de Ellie. De todas las cosas inadecuadas...

—Pero tú nos conoces —dice Beth, como un eco de los pensamientos de la policía.

—Lo mejor es que encuentre al que mató a Danny, y lo haré.

Cuando toda su familia ha pasado por la toma de huellas dactilares, Mark, apoyado ahora en el dintel de la puerta de la cocina, no se resiste a hacer una pregunta:

—¿Cuándo podremos organizar el funeral? —su voz resalta la palabra. Su voz es como un susurro, pero sus palabras tienen toda la fuerza de un huracán. Saber que la pregunta se iba a producir, no hace más fácil la respuesta para la sargento.

—Eso tendrá que esperar, me temo —dice Ellie en un tono apenado, comprensivo—. Hasta que detengamos al responsable, Danny... Su cuerpo... —no se ve capaz de continuar. Hace una pausa para medir sus palabras—. Dios, siento hablar de esto así —se disculpa de antemano, antes de seguir—. Es la prueba más valiosa que tenemos. No podemos dejar que lo enterréis, hasta estar seguros de haber encontrado al culpable, y tengamos pruebas para encerrarle.

—¿No van a devolvérnoslo? —pregunta Beth, horrorizada.

Su voz es suave, pero a Ellie la azota como si se tratara de una bofetada.

El Silencio de la Verdad (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora