Repentina decisión

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Al día siguiente, mientras desayunaba, una de las monjas me pidió que me alistara, iba a pasar algunos días fuera del colegio. Mi padre solicitó un permiso para sacarme y mandó a alguien por mí. Debía estar listo en la dirección antes de las doce. Me extrañó la decisión tan repentina de mi padre y las ganas de verme. No obstante, pensé en pedirle permiso personalmente para ir a la fiesta de cumpleaños que le organizó Terry a Daniel. Sonreí animado, estaba tan feliz de que mi padre decidiera que lo visitara, tanto que dudaba si era real o era un sueño. Por un momento olvidé sus regaños y la amarga expresión que su rostro adoptaba cuando me miraba.

Me despedí de Daniel y Terry, les dije que era muy posible que sí asistiera a la fiesta. Terry anotó el número de su casa en un papel para que lo llamara el viernes por la noche y así notificarle sobre mi paradero. Sonriendo, les dije que me consideraran un invitado más. Mientras me alejaba del comedor, les eché una mirada. Estaban tan cerca uno del otro, se miraban directo a los ojos mientras conversaban en voz baja. Mi corazón se agitó. Al parecer Terry superó lo que Daniel le hizo, pero yo no. Me regañé, conjeturé que eran paranoia mía.

Fui a mi habitación y empaqué emocionado. Aunque no hacía frío, metí en la valija la bufanda y suéter de Daniel. Pensé en Albert y cómo lo consideraba un amigo por mantener conversaciones casuales con él. Miré el reloj de mi muñeca, tenía tiempo, las clases aún no comenzaban. Recordé no haberlo visto en el comedor, así que decidí dejarle una nota en su habitación. En una de las muchas pláticas que mantuvimos, me contó que no le gustaba que su cuarto estuviera aislado de las demás y al final del pasillo, se sentía más solo al no escuchar ni los pasos cercanos de los demás alumnos. Escribí algo breve, notificándole mi ausencia, y le aseguré que podía contar con mis amigos por cualquier cosa que necesitara. Me dirigí animado a su dormitorio. Una monja me regañó al verme caminando deprisa. Acepté su regaño asintiendo con la cabeza. Al entrar al dormitorio, un aroma a mirra y un silencio sepulcral me dieron la bienvenida. En el vestíbulo estaba la monja encargada de cuidar el dormitorio. Me preguntó el motivo de mi visita y al mentirle con que le regresaría un cuaderno de estudio prestado, me permitió continuar con mi camino.

Eran despreocupadas cuando se trataba de dejar pasar alumnos a otros dormitorios, cualquier mentira servía. Tal vez era porque decían que el castigo por robar era terrible, por lo mismo a nadie se le cruzaba por la mente ir a otro dormitorio y hacerlo. Ni hablar del castigo por mantener una relación amorosa con otro alumno, era algo que ni debíamos concebir en la imaginación.

Subí el tercer piso y caminé por el pasillo hasta toparme en la última habitación. Deslicé la nota por debajo de la puerta.

—¿Quién anda ahí? —preguntó Albert con su gentil voz desde el otro lado de la puerta.

—Oh, so-soy Isaac —respondí cohibido.

Abrió rápidamente la puerta. Tomó la nota y la guardó en el bolsillo de su pantalón. Se alistaba apresurado. Por encima de su hombro, eché una mirada rápida a su habitación, era normal, como las otras, pero estaba muy ordenada y olía a flores secas. Me extrañó, no vi ninguna flor.

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó sonriendo tímidamente—. Me desperté tarde —dijo mientras se anudaba la corbata—. No alcanzaré a desayunar —contó preocupado.

—Vine a dejarte la nota, saldré unos días del colegio, regresaré el lunes. —Miré mi reloj—. No, no alcanzarás —avisé triste.

—Ya veo. Gracias por avisarme. —Sonrió un tanto desanimado.

Miré su cabello de sol naciente despeinado y después su pálido rostro. Sus bonitos ojos de bosque se encontraban enmarcados por ojeras pronunciadas. Me pareció que Albert se desvanecería en cualquier momento y el viento borraría su etérea presencia.

—¿Estarás bien? —pregunté preocupado.

—No te preocupes por mí. —Soltó la corbata anudada a la perfección—. Ya te dije que viviré.

—Bien, entonces te veo el lunes.

—Hasta el lunes. —Esbozó una débil y triste sonrisa.

Nos quedamos callados, mirándonos fijamente. Fue como si nuestras miradas conversaran. El silencio predominó. Escuché los latidos de mi corazón, sentía que algo no estaba bien, era mi deseo por quedarme a su lado. Comprendí que me proyectaba un poco en Albert y le tenía cariño como lástima. Él había perdido a su mejor amigo y yo a mi madre. La tristeza de la muerte nos unía.

—¿De verdad lo estarás?

No dijo nada, sorpresivamente se abalanzó a mí y me abrazó con sus escasas fuerzas. Mi corazón se detuvo por un segundo. Y como si fuera un autómata, correspondí el débil abrazo. Él era tan frágil y delicado como una escultura de cristal, temí abrazarlo con todas mis fuerzas y romperlo. Olí el aroma a flores secas provenir de él, no era un perfume, era su esencia.

—Gracias por preocuparte por mí —expresó con su gentil entonación—. Estaré bien. Tengo que ser fuerte, no depender de nadie y valerme por mí mismo para poder sobrevivir en este mundo cruel. Aunque es agradable que alguien se preocupe por mí —dijo un tanto melancólico.

—Me agradas —murmuré avergonzado desde su hombro—. Eres gentil, amable y cálido. Las personas como tú no deben desaparecer, al contrario, deberían ser más, así todo sería mejor.

Llevó su fría mano en mi frente, hizo a un lado los mechones de mi cabello, y como si fuera un hada cumpliéndome un deseo, me dio un pequeño y tierno beso en mi frente.

—No te desanimes —dijo antes de irse apurado. 


(Nota de autor

Hola, ¿te va gustando la obra?  Espero que así sea. ¿Qué crees que sucederá? Comenta sin miedo, amo ver si le atinan, jejeje. 
La obra la tengo concluida, sólo edito los capítulos antes de subirlos, procuro subir varios a la semana para subirla toda lo más rápido posible =D Es mucho trabajo, pero amo escribir y compartirles mis obras.
Si te agrada la obra, no olvides comentar y votar, eso me anima muchísimo y me da más fuerzas para apurarme con la edición al saber que alguien quiere seguir leyendo <3

Te mando abrazos de Mapache, café y pan 

P.D. Se vienen unas cosas tremendas )


Cuando cierro los ojos se van los santos (Pronto en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora