Fiesta de cumpleaños/ parte 3

9.2K 1.4K 1.1K
                                    

Fue difícil conciliar el sueño en una habitación ajena. Todos, por petición de Terry, después de alistarnos, terminamos durmiendo en su cuarto. Compartía colchoneta con él, Daniel y Albert dormían en la cama. Era evidente que los discriminó, pero quiso disimular dejándoles la cama. Miré a las sombras de los árboles agitarse hasta que pude conciliar el sueño.

En mi sueño todo estaba oscuro y tranquilo. Sin embargo, no duró mucho la paz en este, en un centelleo, vislumbré al pálido que vi asomándose desde el ventanal. Entonces, volví a la habitación donde dormía, pero no podía moverme ni interactuar con nada. Vi las siluetas de los árboles que se proyectaban en el muro, danzaban con el aire. Escuché la suave respiración de Terry, el chirrido de los grillos del jardín. Olí la pasta de dientes y percibí el frío que arrastraba consigo el viento que entraba por la ventana. Todo era muy realista como para ser parte de un sueño. Sorpresivamente, sentí un dolor punzante e insoportable en mi cabeza, era como si algo pateara mi cerebro y buscara salir por mi frente. Entonces, percibí la mirada insistente de alguien parado al lado del borde de la puerta. Lo notaba con todos mis sentidos en alerta. La desesperación comenzó a consumirme, quería moverme, calmar mi agitado corazón y tomar una aspirina para el dolor de cabeza. No puede hacer nada. Escuché un quejido lejano de ultratumba, en este era evidente un dolor agudo. Con mucho esfuerzo y dolor pude girar mi cabeza. Vi unos escuálidos y pálidos pies elevados del suelo. No pude gritar, no tenía control de mi cuerpo. Volví a escuchar el quejido, pero ahogado.

El ser que flotaba se inclinó hasta llevar su rostro a mi visión. Era el mismo que vi mientras tocaba el piano. En su inexpresiva cara se marcó una macabra sonrisa y sus ojos eran hoyos negros que absorbían el calor de mi cuerpo. Le supliqué en pensamientos que me dejara en paz. En cada palpitada intensa de mi corazón, él iba acercando más su rostro al mío.

—¿Estás bien? —susurró Daniel y llevó su mano a mi cabeza, agitó un poco mi cabello—. Vamos a tomar un poco de aire.

Pude abrir los ojos y volver a la habitación real. Quien estaba enfrente de mí era Daniel y no un espectro. Sus ojos me llenaron de energía, era como si ya hubiera amanecido. Estiré mi mano en la esquina donde dejé mis lentes, me los puse para asegurarme de que no estaba viendo mal. Lo contemplé alumbrado con la luz de la farola que se filtraba por el ventanal. Daniel me otorgó una sonrisa encantadora y me tendió la mano, la correspondí sin dudar. Salimos de la habitación sigilosamente. El alargado pasillo del hogar de Terry me revivió el temor. Por un momento concebí la idea de que, en las esquinas más oscuras, estaba el espectro mirándome con rencor por negarlo. No obstante, no estaba solo y Daniel tomaba mi mano, me guio lejos de las habitaciones y el fúnebre lugar.

Terminamos sentados en una banca del jardín, mirando, pensativos y adormilados, las estatuas de duendes escondidas entre los rosales y arbustos.

—Es difícil dormir en una casa ajena y al lado de un extraño. Albert es lindo, pero no es de mi tipo —habló Daniel en voz baja—. ¿Tenías una pesadilla? Murmurabas algo angustiado. —Llevó su mirada a mi perfil y juntó sus manos.

—Supongo que sí.

No despegué mi mirada de los rosales, el viento arrastraba el aroma de estos, olían a acaricias amorosas de una madre.

—¿Cómo te fue con tu padre? Te vi desanimado en la fiesta —preguntó y tomó mi mano.

—Se volvió a casar, tiene una maravillosa esposa y una hija. Se olvidó de mi madre y me desprecia —conté sin emoción—. No sé por qué lo sé, si no me lo ha dicho, pero su mirada me lo dice todo. Comprendí el porqué no quería que fuera a casa, él quería que fuera parte de su pasado. —Llevé mi mirada al cielo, estaba poblado de estrellas—. Tiene cáncer..., morirá odiándome. Me dijo que debía prepararme para en el futuro ocupar un puesto en su empresa. Ni siquiera sé bien qué hace su empresa. —Me reí triste—. Y si no lo hago, me encerrará en un manicomio.

Cuando cierro los ojos se van los santos (Pronto en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora