Necesitas buenos amigos

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Solía reunirme casi todos los días en la habitación de Daniel para pasar el rato

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Solía reunirme casi todos los días en la habitación de Daniel para pasar el rato. Era la primera vez que hablaba y convivía tanto con alguien. Daniel era sumamente encantador y parecía ser un libro abierto. No obstante, en él había páginas ocultas y prohibidas.

Fue agradable convivir tanto con otra persona. Cuando estaba en primaria había tenido alguien que consideraba mi mejor amigo, pero se salió del colegio, al parecer sus padres se mudaron de país y lo transfirieron. La segunda persona con que conviví más, fue la que me enseñó el rincón oculto en la biblioteca, pero con él no congenié mucho, solo fueron conversaciones casuales. La verdad no me sorprendió saber que se quitó la vida. Le gustaba estar solo, siempre se veía triste y hablaba con una decaída entonación. No lloré cuando me enteré de su muerte. Él consiguió la libertad a su manera. Le conté todo aquello a Daniel, ya que a él le gustaba hablar de la muerte.

—Duermo mejor cuando me voy a la cama pensando que ya no despertaré —contó Daniel.

Fue debajo de su cama, buscó algo que tenía escondido y salió con una cajetilla de cigarros en la mano. Se acercó a la ventana de su habitación y encendió uno.

—Cuando estoy en la cama, pienso que cuando menos cuenta me dé, ya estaré despierto en un nuevo día. —Enmudecí por un momento y lo observé consumirse con su cigarro. Se veía melancólico—. ¿Por qué fumas?

—Me gusta sentir el calor, ver el humo y darme cuenta de que yo mismo me estoy envenenando de poco a poco. —Fumó y lanzó el humo por la ventana.

—Supongo que es una manera más de cómo nos podemos sentir vivos, teniendo el control de nuestros actos y siendo conscientes de que nos matamos de poco a poco —dije sin mucha emoción.

—¿Tú por qué vives? —Estiró su mano y me ofreció el cigarrillo.

Lo tomé apenado, era la primera vez que lo hacía. Lo acerqué a mis labios, me detuve por un momento, la colilla ya había estado antes en los de él. Llevé mi mirada a su boca, tal vez buscaba algo en esta que me dijera: «No lo hagas». Me avergonzó ser tan mirón. Mejor vi el cielo desde la ventana.

—No lo sé... —Inhalé del cigarro y con trabajos exhalé el humo. Tosí un poco.

—Esto todavía no es para ti. —Me arrebató el cigarrillo.

—Creo que un día quiero tener lo que se me negó, una familia real, donde se perciba amor —conté en voz baja.

—Puedes tener eso justo aquí, necesitas buenos amigos, de esos que se convierten en tu familia.

—¿Los has tenido? —pregunté y llevé mi mirada a la suya.

—No. —Negó con la cabeza y sonrió triste—. Ando de colegio en colegio. Para mí las personas se vuelven momentos. Tener un buen amigo lleva tiempo, es como cultivar. Plantas la semilla, la riegas día tras día, sale la planta y sigues cuidándola para que te dé frutos.

—Debe ser emocionante... Tener amigos que son como tu familia.

—Podemos intentarlo —sugirió y sus ojos brillaron como un sol de primavera—. Tener un buen amigo hará agradable mi estadía en este pedazo de infierno.

—Pensé que ya lo éramos... aunque no han pasado muchos días. Me presentaste a tu madre y Luna. —Llevé mi mirada en la cama, donde estaba Luna echada en un camisa doblada—. Me invitas a pasar el tiempo en tu habitación y de tus vicios. También me hablas de tu vida. ¿Qué eso no hacen los amigos?

—Pero debemos ser formales. —Se alejó de la ventana y se plantó frente a mí. Me dio un poco de ternura que le ganara de estatura por media cabeza—. Isaac, ¿quieres ser mi amigo? —preguntó serio.

—Sí. —Asentí y sonreí—. ¿Y tú quieres ser el mío?

—Quiero. —Me ofreció su mano.

—Entonces, amigos oficiales. —Tomé la mano ofrecida.

—Isa, una amistad verdadera no es cualquier cosa. —Apretó mi mano—. Los amigos se apoyan entre sí, se escuchan, se animan, se consuelan, se acompañan en la vida... No es como los romances, esos suelen ser pasajeros. Una amistad real debe ser algo que perdure.

—Entiendo —dije asombrado.

Era la primera vez que escuchaba a alguien hablar con tanta emoción, algo dentro de mí se sacudió. Daniel me pareció una persona muy especial. Entonces, temí por pensar en que podía fallarle y romper sus expectativas. 

 

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Cuando cierro los ojos se van los santos (Pronto en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora