Carta

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Alexandro Rigardu

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Alexandro Rigardu

"Padre, te recuerdo que las vacaciones de invierno se aproximan, en el colegio nos dejarán salir. Necesito que firmes el permiso y mandes a alguien por mí. Me gustaría mucho volver a casa para estas vacaciones y pasar la Navidad contigo. Por cierto, ¿cómo está mamá? La extraño mucho, a ti también".

Escribí contento la breve carta, un poco esperanzado en que él me respondiera y poder ir a ver a mi madre. No obstante, sabía muy en el fondo que no pasaría eso. Desde que tenía seis años él me abandonó en el Colegio La Paz, un internado para hijos de ricachones desobligados. Mi madre enfermó cuando era muy pequeño para darme cuenta. Mi padre la recluyó en un psiquiátrico, su enfermedad al parecer ya no tenía cura, solo podía ser controlada. Como no sabía qué hacer conmigo, también me encerró en un lugar donde era un niño más.

En el colegio nadie era tan importante como un supuesto Dios. Debíamos ser callados y obedecer en todo. Si algo nos afligía, nos ponían a rezar. Si hacíamos algo malo, nos castigaban de diversas maneras, dependiendo de la gravedad de la maldad. Odiaba el lugar, lo consideraba una prisión. Cuando llegué era un niño que quería correr, brincar, gritar, jugar, dar vueltas... Y al final del día reposar en los brazos de mi madre. Estaba lleno de vida. Y a ellas, las que comparaba con pingüinos jorobados, les molestaba que fuera un niño inquieto, curioso y travieso... Como cualquier otro niño. Querían muñecos sin ilusiones, sin ideas propias, sin alma. Pedían que solo fuéramos seguidores de un supuesto dios y viviéramos por él. Me desanimó mucho su amado y respetado dios. A veces era cruel, a veces era amor. Para mí era una imagen, un concepto moldeable ante las ocurrencias de los humanos. Algo que usaban para controlar.
Suspiré, le di otra oportunidad a ese supuesto dios que conoce los anhelos de todos sus hijos, le pedí en pensamientos que ablandara el corazón de mi padre y me permitiera verlo, y a mi madre. Claro, él no existía y por eso mismo, no hizo nada.

Cuando cierro los ojos se van los santos (Pronto en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora