XIV

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SERKAN

No esperaba encontrármela en casa de mi madre, pero fue la mejor casualidad que podía tener. Que mejor manera de empezar el día que con las mujeres más importantes que tenia en mi vida.

Obvio que no pasaron desapercibida las miradas que mi madre y Seyfi se echaban, se notaba lo contenta que estaba ella al igual que yo al ver que Eda no se opuso a que me quede, me dio grandes esperanzas.

Desde lo que paso anoche no sabia muy bien que esperar, Eda no me dijo nada y aunque había actuado bien no sabia si después se cerraría o me daría una oportunidad pero todo apuntaba a que seria la segunda opción y no podía estar más agradecido por eso.

Que ella y Engin hablaran tan abiertamente de Piril me impresionaba, mi amigo no era de hablar sobre ella con cualquiera. Pero de verdad me estaba poniendo celoso saber que ellos se hablaban desde hace meses y pensar que Eda le hablo a Engin sobre mi.

Cuando Eda dijo que si no sabia que hacer solo lo besaría, me hizo recordar nuestro primer beso y la respuesta me salió enseguida haciendo reír a mi amigo que tomó mis palabras como su salida de la oficina, dejándonos a ambos solos.
No habíamos hablado de lo que paso el día de ayer, pero el ambiente era distinto. Nos mantuvimos ocupados cada uno en su trabajo, ella estudiaba y yo verificaba los últimos detalles del presupuesto que le mandaríamos hoy al señor Evrem.

Hasta que Erdem entró en la oficina, venía con unos documentos que dejó en frente de Eda.

—Gracias Erdem. ¿Quien los envía?— le pregunto ella. 

—La señora Piril, dijo que esperara a que contestes si estas de acuerdo y después se los devuelva— le dijo balanceándose en sus pies. De verdad no entendía como Engin lo soportaba pero Eda le sonrió.

—Esta bien Erdem. ¿Quieres sentarte?— le pregunto haciendo que yo ruede los ojos.

—Mejor déjalo de pie— le dije viendo como el ya corría la silla para sentarse. Giró su rostro hacia mi mirándome con el ceño fruncido.

—Ay señor Serkan pensé que ya estaría de mejor humor— me dijo negando.

—¿Y que te hizo creer eso?— le pregunte con una de mis cejas elevada. 

—Pues después de que Leyla me contará el TREMENDO beso que le estaba dando a Eda aquí yo pensé que estaría un poquito más bueno— dijo resoplando haciendo que Eda abra los ojos para después mirarme acusadoramente mientras yo me pasaba la mano por la cara.

Yo se que había hecho mal pero que este hablara de eso, ay Leyla. Tome varias respiraciones para tranquilizarme.

—Ven Erdem, ven— le dije y el enseguida se acercó.—La próxima vez que hables de mi vida personal, te saco de la oficina. ¿Entendiste?— le dije serio viendo como tragaba grueso con los ojos bien abierto.


—Serkan no seas así— dijo Eda caminando hacia nosotros con la carpeta en mano.—Toma Erdem llévaselo a Piril— le dijo con una sonrisa mientras Erdem asentía rápido y feliz con la idea de irse. —¡Ah! Y Erdem si me llego a enterar que alguien más sabe lo que sucedió aquí ayer, le diré a Fifi que te bloquee de whatsapp. ¿Entendido?— le dijo mirándolo dulcemente mientras Erdem abría la boca.


—AY EDA ERES INJUSTA, INJUSTA EDA— dijo él quejándose pero asintiendo antes de irse.

Eda por su lado ni me miro y solo se dirigió a su asiento mientras yo sonreía.

—Y dices que yo soy malo con Erdem— le comente mirando a mi computadora.

—Yo no fui mala, solo quise dejarle las cosas claras— dijo mientras pasaba las páginas de la carpeta que tenia enfrente.

—Eres mala, lo peor que hay es que amenacen con alejarte de la mujer que amas— le dije negando con la cabeza.

—Pues Fifi estaría de acuerdo conmigo— me contesto ella. 

—Si porque estoy bastante seguro de que Fifi cuando se entero que terminamos ya había planeado como matarme— dije viendo como aparecía una sonrisa en su rostro.

—Puede ser que propusiera algo como eso— dijo mirándome.

Después de ese pequeño intercambio volvimos a concentrarnos, saber que solo tenía que levantar la vista para verla me tenía tranquilo, así que trabaje en paz sabiendo que estaba ahí sentada leyendo.

—¿Quieres ir a almorzar, o prefieres que nos quedemos aquí?— le pregunte. 

—¿Y quien te dijo que almorzaría contigo?— me cuestionó levantando una ceja.

—¿Entonces tienes planes con las chicas?— le pregunte serio.

—No pero...— para cuando escuche el no ya me había puesto de pie.

—Perfecto entonces ya me decidí, almorzaremos afuera— le dije mientras me acercaba a su asiento viéndola rodar los ojos.

—¿Y que si no tengo hambre?

—Tu siempre tienes hambre Eda Yildiz— le contesté corriendo su asiento para que se pare de una vez.

—¿Y... a donde vamos a ir?— pregunto ella haciendo que yo sonría, sabia lo impaciente que era.

—Te enterarás cuando lleguemos— le dije colocando mi mano en su espalda baja para dirigirla a la salida.

Salimos los dos juntos de la oficina y por supuesto que todos murmuraban, fuimos en mi auto, en un silencio cómodo mientras yo la miraba de vez en cuando y seguía conduciendo.

Se me había ocurrido llevarla al restaurante donde la había llevado a comer la primera vez justo después de elegir su anillo de compromiso.
Reconoció en lugar apenas lo vio a la distancia, pero no dijo nada.

Bajamos y al llegar nos dieron la bienvenida y pedí la misma mesa que habíamos ocupado aquella vez.

Al llegar Eda me dio una mirada rápida y yo me acerque a correr su silla para que se sentará.

—¿Retrocedemos en el tiempo?— me pregunto con una ceja levantada.

—Algo así, pero esta vez será mejor— respondí mientras ambos enfocábamos la miraba hacia la vista.

Encargamos nuestra comida y hablamos de cosas triviales mientras esperábamos.

—Porque no me cuentas... si cumpliste todo lo que me dijiste que harías en Italia?— le pregunte sacándole una sonrisa.

—¿Todavía te acuerdas lo que te dije esa noche?— me pregunto. 

—Por supuesto que me acuerdo, cada palabra. Cuéntame.

No hablamos de lo malo, de lo mucho que me dolió no estar ahí con ella o de lo mucho que a ella le dolió que no estuviera allí. Sino que me lo contó obviando todas las partes malas, concentrándose en la arquitectura y en cuanto había aprendido. En lo mucho que le gustaba pero también de lo rápido que se dio cuenta de que estaba enamorada de Estambul.

Y así pasamos hablando mientras comíamos, ella contándome de lo que vivió y los lugares que visito mientras yo también recordaba las veces que había ido a Italia y había recorrido los mismos lugares.






















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𝓝𝓸 𝓹𝓾𝓮𝓭𝓸 𝓸𝓵𝓿𝓲𝓭𝓪𝓻𝓽𝓮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora