Capítulo 23

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Feliz sábado, zorritos!

No saben las cosas en las que he estado trabajando esta semana y espero pronto poder mostrarles. Temo han sido unos días atareados, por lo que espero poder retomar mi actividad en redes como antes en algún momento. Muchas gracias por siempre acompañar y apoyarme en este loco emprendimiento de escribir. ¡Y recomendarme! Nada me ayuda tanto a crecer como eso y los amo por ayudar <3

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final!

No puedo esperar a mostrarles los próximos capítulos. ¿Qué es lo que más ansían leer?

Xoxo,

Sofi

***

No debería haber salido. Lo sabía. Cada paso en el exterior lo hacía sentirse demasiado expuesto y vulnerable. Una sola palabra equivocada, y podría volver a perder su cabeza. Pero el quedarse sin hacer nada lo enloquecería primero. Entonces tenía que intentarlo. Por más inútil y peligroso que pudiera resultar, tenía que hacer algo.

Takeo envolvió mejor la manta alrededor de él. La primavera estaba tardando en llegar, o tal vez no se había recuperado del todo todavía. Las prendas de hospital tampoco resultaban especialmente adecuadas para aventurarse en el complejo. Su cuerpo se sentía débil tras semanas en cama, sus pies apenas podían sostenerlo mientras avanzaba.

Se lo debía al clan. Si les había fallado como heredero, entonces lo mínimo era no rendirse. Porque nadie conocía mejor que él el verdadero horror que los acechaba, al menos nadie en ese mundo. Entonces era más digno morir intentándolo, que quedarse en cama mientras todos arriesgaban sus vidas.

Irían tras él tan pronto como encontraran la habitación vacía. Pero el sol todavía no se había puesto, y quería creer que tenía unos minutos más durante el cambio de turno antes que notaran su ausencia. No había sido difícil burlar sus esposas ni escabullirse sin ser notado, no tras demasiados días planeándolo, no con una vida de entrenamiento.

Intentó ignorar la horrible sensación de saber que el torī había sido destruido, las protecciones del clan puestas en peligro. Sabía que todos estaban trabajando en repararlo desde que lo habían descubierto, rezando y grabando de nuevo todos los mamori.

Alejó cualquier culpa por ello. Después de todo, él había ayudado a Nix a partir en su búsqueda. Aun si no había sabido lo que haría, seguía siendo un cómplice. Del mismo modo que era un cómplice por lo sucedido con Yuki. Y aunque en secreto estaba profundamente agradecido con el brujo por lo que había hecho, no cambiaba que habían robado un cuerpo y reemplazado por un cadaver, y que como fuera que hubieran curado a Yuki, no pudieran replicarlo ni explicaran por qué.

El papel en su mano pesaba más que cualquier otra cosa. Había perdido rastro de Pip, y no podía desperdiciar su tiempo yendo por Wessa. Había hecho una elección, sabiendo que no llegaría muy lejos, y que Tsukuyomi lo juzgara, pero había escogido lo que había creído mejor para el clan. Si no para su presente, al menos para su futuro.

Se detuvo al entrar y encontrar la casa completamente a oscuras. Su cuerpo estaba agotado, aun así se forzó a seguir adelante. Era su deber. Era el lobo más joven, y si había jodido su futuro como líder, entonces haría todo lo que pudiera mientras su mente siguiera siendo suya. Los Taiyo estaban furiosos, los Sheru no tardarían en meterse en la discusión también, la Agencia vendría por ellos cuando superara sus propios problemas si alguna vez lo hacía. Con conflictos rodeándolos, el descanso no era un lujo que pudiera permitirse.

Encontró a su abuela de rodillas, rezando en su improvisado santuario. De niño, ella solía instruirlo sobre magia oscura en ese mismo sitio. Obligándolo a centrarse a base de golpes. Haciéndole memorizar antiguos símbolos y pintar talismanes que lo ayudaran a competir con semejante poder. Repitiéndole una y otra vez que era un heredero, y algún día ese clan sería su responsabilidad, por lo que debía estar a la altura.

El ladrón de mundos (trilogía ladrones #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora