El ladrón de mundos (trilogía ladrones #3)

Capítulo 6

Hola zorritos!

Espero hayan tenido un sábado más cálido que el mío que me ando congelando aquí en Paris... Muchas gracias a todos quienes me andan recomendando sea en los grupos de Facebook cuando piden historias, en videos de Youtube, cuentas de instagram, todo! En serio, no tienen idea de cuánto me ayudan. Toma menos de un minuto, pero decirle a alguna cuenta que se dedique a compartir cosas de Wattpad que podría interesarle mis historias crea visibilidad y más lectores y los amo por ayudarme tanto con esto <3 Espero pronto poder compensárselos!

No, todavía no tengo la menor idea sobre cuál será el regalo de Navidad de este año... Sugerencias? Qué es lo más loco que pueden imaginar? Por aquí ya me han comentado una visita al supermercado de Kian (trilogía Nina Loksonn) y Nix... Solo puedo prometer que lo que sea que se me ocurra, será genial e inesperado como cada año. 

Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final el cap si les gustó!

Xoxo,

Sofi 

***

Era un cobarde. ¿Por qué negarlo? Su padre lo había sido, sus hermanos lo habían sido, posiblemente su madre lo había sido también, o al menos así debió haber parecido durante su ejecución pública. No era como si Anton la hubiera conocido o recordara algo de ella. Tampoco conservaba muchos recuerdos de su vida en Ashdown, ni quería hacerlo. Todo se sentía como una horrible pesadilla.

El desprecio de sus hermanos, el maltrato de su padre, estar forzado a llevar siempre su máscara puesta... Y recordaba todo de esa cruel última noche, cuando solo había pensado en coger a Pip y huir, sin importar el precio. Como un cobarde.

Tal vez era lo que estaba destinado a ser, al igual que cualquiera antes que él. No Pip. Ella había corrido la suerte de ser criada en otro mundo, más seguro y menos cruel, junto al amor de Key y la excentricidad de Nana. Y estaba agradecido porque al menos ella hubiera podido tener una mejor vida, sin ninguna mancha sangrienta en su pasado.

Cerró sus manos con frustración. Nana había abierto su cuello y derramado su sangre exigiéndole que buscara a su nieta, y él había huido a la primera oportunidad. Nix estaba haciendo todo lo que podía por encontrar a Key. Incluso Pip lo estaba intentando. ¿Entonces por qué le costaba hacer algo también?

Sintió las lágrimas de frustración quemar en sus ojos. Key había hecho tanto por él... ¿Alguna vez se lo había dicho? ¿Alguna vez le había agradecido siquiera? Ella había sido solo otra niña entonces, con su mirada llena de odio y resentimiento hacia su tipo por haber matado a sus padres, y de todos modos los había acogido. Durante años los había criado y cuidado como si fueran su familia, asegurándose de que Pip conociera la absoluta alegría y diversión, y quejándose detrás de él para que fuera ordenado y cuidara más de sí mismo.

Anton se había dicho siempre que no le importaba si ella estaba o no, pero una parte de él había creído que Key estaría a su lado eternamente. Perderla nunca había sido una posibilidad en su mente. Y tampoco imaginó que pudiera llegar a doler tanto el hacerlo.

Rebuscó entre el desorden de sus cosas hasta dar con el pequeño cofre. Era una suerte que Nix nunca subiera al entrepiso, o ya lo hubiera echado por el modo en que había traído todas sus posesiones y las tenía tiradas en un rincón. Podía escuchar a Pip en el piso de abajo, demasiado entusiasmada hablando de algo, y el ruido de utensilios de Wessa. No estaba seguro de cuándo esa bruja se había sumado al grupo, pero ahora simplemente estaba allí como si siempre lo hubiera hecho.

Abrió el cofre, luchando contra la agobiante sensación de ser un inútil. Pasó más allá de los pedazos de tela y cabellos, agujas puntiagudas e hilos, pelusas y rellenos, muñecos a medio hacer y botones. Había creaciones allí que tal vez nunca terminaría, pedazos que había robado de otros sin saber muy bien por qué. Hizo todo a un lado con sus manos, rebuscando hasta llegar al fondo, donde escondía sus mayores secretos.