Epílogo

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Feliz sábado, zorritos!

Esta vez sí, me temo, es un adiós definitivo. Admito que es la única vez que sentí el impulso de hacer este tipo de epílogo. Y tal vez sea la única vez que haga algo así también. Es la única historia, hasta el momento, donde se ha sentido correcto. Necesitaba chequear una última vez a mis personajes y comprobar que podrían hacerlo.

Me gusta mantener ciertos aspectos de mi vida en privado, también me gusta saber que mi corazón está en buenas manos. Estaba preparada para una ruptura cuando decidí abandonar todo y correr al otro lado del mundo. Lo había asumido cuando anuncié mis planes y durante una semana solo obtuve silencio y soledad. Después de todo, era comprensible. Otro país, otra cultura, otro idioma y que solo yo conocía.

No estaba preparada para otro par de zapatos junto a los míos en la puerta de entrada. Otro nombre escrito en el buzón también. Otra taza de té que preparar. Tal vez porque nunca lo pedí sabiendo que sería pedir demasiado. Abandonar una vida, resolver un complejo y tedioso papeleo migratorio, aprender un idioma nuevo...

Así que supongo esta historia es también para mi chico de la cicatriz en la cadera, aquel que tampoco es de expresar emociones y cruzó un mundo entero por la sola promesa de intentar hacerlo funcionar. Aquel que nada sabe de mis historias, salvo por el hecho que escribo, y tampoco imagina cuantos pedazos suyos hay dentro. Después de todo, las historias son eternas, y quizás así logre conservar un pedacito de él en este mundo por siempre.

No sé cuándo volveré a Wattpad. Temo mi cabeza y mi vida son un caos, demasiadas cosas, demasiadas ambiciones, demasiados deseos y ganas de trabajar por ellos, como para siquiera prever algo. Será durante este año, pero no puedo asegurar sea pronto. Espero todavía estén aquí cuando regrese, y muchas gracias por haberme acompañado desde el comienzo en otra increíble historia.

Xoxo,

Sofi

***

El maullido le hizo detenerse.

Nix se fijó en el gato sentado sobre la mesada observando con demasiada atención el salmón que estaba cortando. Debería haber cerrado la ventana. La indeseada bola de pelos ni siquiera estaba parpadeando, y no era la primera vez que se colaba en la casa.

—Itte —murmuró en japonés—. Vete. Sal de aquí.

Si el gato comprendía algún idioma, definitivamente pretendió no oírlo. No lo juzgó. El pescado estaba fresco, su perfume exquisito. Continuó cortando los delgados trozos, pretendiendo que el animal no estaba observando cada uno de sus movimientos. El arroz ya estaba listo.

Con cuidado se ocupó de armar los pequeños bloques de comida. Había sido cuestión de práctica, utilizar sus manos hasta que estas habían aprendido a manipular la comida con la delicadeza necesaria. Tomó los trozos de salmón para confeccionar los nigiri. El gato volvió a maullar.

Nix resopló y terminó por lanzarle un pedazo de pescado también para callarlo.

—Debería cocinarte a ti la próxima —dijo.

Por supuesto, el gato no lo escuchó. Nix continuó armando las piezas de nigiri sin estar seguro de cuándo esa bola de pelos había tenido la osadía de comenzar a entrar a la casa. Si fuera por él, lo hubierasacrificado a la diosa desde el primer día, pero Key no hubiera estado de acuerdo. Aunque ella no dejaba de decir que era su culpa por darle comida.

Había sido... complicado. Al menos al principio. Ambos demasiado dañados como para saber lo que estaban haciendo, teniendo demasiadas heridas propias que sanar primero, y a la vez sin saber cómo ayudar al otro. Quizás porque llevaban toda una vida acostumbrados a cargar solos con aquellas penas y no a compartirlas con otro.

El ladrón de mundos (trilogía ladrones #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora