Capítulo 25

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Feliz sábado, zorritos!

Pequeño espacio informativo para avisar que este lunes me he vacunado contra el COVID-19 y contra toda expectativa de mi parte, no me ha pasado nada más que la frustración por no desarrollar mis poderes magnéticos entre todos los sinsentidos leídos en internet. Hablando en serio, entre todos podemos ponerle fin a esta situación. Así que si tienes la oportunidad, no olvides primero validarlo con un médico y vacúnate. Y si tienes dudas, entonces acude a un profesional y pregúntale todo lo que quieras. Investiga. Infórmate. Pero con un médico, no con internet o extraños. 

Volviendo a la historia, no te olvides de votar y comentar a final si el cap te gustó!

Y hoy tengo curiosidad por saber a quiénes se ha ganado Dune, y quiénes le siguen odiando.

Xoxo,

Sofi

***

No había dormido. Su cuerpo se había rendido, pero se había obligado a mantener sus ojos abiertos. Contra cualquier orden de Chi o recomendación. Contra cualquier pedido de sus músculos o deseo de su espíritu. Luchó por permanecer despierta, sin importar cuánto pesaran sus párpados. No podía dormir, porque entonces olvidaría, incluso cuando ni siquiera sabía qué era lo que no debía olvidar.

Se levantó de un sobresalto en cuanto sintió que la inconsciencia la había vencido. ¿Qué era lo que no debía olvidar? Su cuerpo ya no sentía, el dolor se había convertido en una silenciosa constante. Su mano encontró enseguida su tobillo desnudo, los dedos rozando la tinta marcada en su piel. Una historia. Sobre la noche y mentiras, y el aterrador momento en que el cuerpo de la niña había caído al suelo.

Cubrió su boca enseguida para acallar un grito. Y entonces alejó sus manos al instante al recordar la sangre sobre estas. Su piel estaba libre, pero la sensación no desaparecía. Las frotó contra la manta con desesperación. Hasta que su piel estuvo enrojecida y ardiente, hasta que sus uñas volvieron a sangrar y los cortes se abrieron de nuevo, hasta que Chi señaló sus guantes a un lado y no dudó en cogerlos.

Se puso de pie. Quería olvidar. No tenía que olvidar. ¿Qué? Se calzó sus botas rápidamente y recuperó su naginata de donde la había dejado. Necesitaba recordar para no matar, pero hacerlo solo le provocaba la horrible necesidad de dejar de existir. ¿Tenía siquiera sentido aquello? No podía detenerse a pensar en ello, no debía.

Sus ojos escocieron. Mantuvo los pensamientos a raya. Necesitaba entrenar, así no tendría oportunidad de pensar en nada más que sobrevivir. No debía detenerse, no podía mirar todo el camino de horror y sangre que había dejado a su paso. Su única opción era seguir avanzando, por lo que su cuerpo resistiera.

Bajó las escaleras en silencio. La casa era demasiado grande y vacía, aunque admirablemente limpia. Key no había encontrado una sola partícula de polvo en todo el lugar, y el aire no se sentía tan pesado allí. Resultaba casi un alivio, de no comprender la amenaza que también representaban los poderes de Aely.

Se detuvo al escuchar los murmullos y ver la puerta abierta al final, una débil luz filtrándose fuera. Hacía mucho se había rendido en intentar interpretar el tiempo en Ashdown. Hubiera sido un alivio imposible que todos estuvieran dormidos. ¿Para qué? ¿Huir? ¿Dejar al umbrus atrás cuando era su mejor carta para matar al rey?

Se acercó, apenas lo suficiente para reconocer la voz de Aely, demasiado baja para distinguir palabras, y notar la débil silueta de una bruja en cama. Ni siquiera lo dudó al cerrar la puerta y alejarse. La privacidad era un bien escaso cuando todos buscaban aprovecharse de otro para sobrevivir. Mejor pagar su ayuda como era debido.

El ladrón de mundos (trilogía ladrones #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora