Cuando regresas.

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Todo lo que recuerdo son mis pesadillas, mamá, ni siquiera te recuerdo a ti, espero que de alguna forma leas mis cartas.

No recuerdo tu rostro, pero a veces, entre las llamas de mis pesadillas escucho tu voz.

Entre las llamas de esas pesadillas que no se acaban al abrir los ojos, estoy segura de haber visto tu silueta, mamá.

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Me estiré esperando impaciente, golpeteando el mesón de metal con la punta de mis dedos.

-¡Vamos, vamos!- exclamé- Tengo un informe que llenar.

-¡Eres muy acelerada Amaya!.

Sonreí ante el grito de respuesta del viejo, jamás pregunté su nombre pero él parecía recordar el mío, había hecho flechas para mí desde mi inicio como una gennin, y se había tomado el tiempo de enseñarme como cuidar una katana cuando Lord Rasa me regaló a Shoganai.

>>Algunas cosas toman tiempo.

-Lo que digas- murmuré- Pero apenas volvimos de una misión y tengo mucho que informarle a Lord Rasa.

Ingenuamente emocionada.

Ilusionada más bien, se acercaban los exámenes chunnin y esperábamos ese año ser contemplados dentro de los candidatos capacitados para ir a Konoha.

Lo vi aparecer de entre la tienda, con treinta flechas completamente nuevas.

>>Las cosas que toman demasiado tiempo son aburridas- contesté, no solía ser tan apantalladora, pero estaba ansiosa de volver a mi pequeño apartamento y dormir nuevamente en mi cama- Fuimos al país del hierro, viejo.

Vi sus ojos elevarse hasta mi, por primera vez, sonriente de escucharme.

-¿A sí?, ¿qué fueron a hacer allí?.

Me levanté de hombros.

-Nada importante, era una escolta nada más, pero- fue allí que le mostré por primera vez lo que había traído en una caja de regalo- La mocosa se acordó de ti.

Me entregó las flechas rápidamente y comencé a guardarlas en su respectivo carcaj.

>>Es un recuerdo, por si me muero en los exámenes chunnin- incrédulo, levantó una ceja hacia mí, recordándome que no había sido elegida los últimos dos años, no tendría porqué ser diferente.

La abrió, encontrando una katana.

-Solo es una katana- comentó.

-Claro que no- contesté- Bueno, si, lo es, pero siempre dijiste que querías ver la aldea del hierro.

Apoyó su codo en el mesón y sonrió apoyando su cabeza en la palma.

>>Y como nunca sales de aquí, decidí traerte a los samurais- expliqué levantando la katana, enseñando los grabados que yo, claramente ignorante ante toda la cultura samurai, no entendía- ¿Te gusta?

Era una katana samurai original.

-¿¡Es real!?- preguntó- Voy a comprar un soporte.

Asentí.

-Entonces- estiré mi mano hasta él indicando un saludo cordial- Lo veré cuando tenga mi permiso para los exámenes chunnin, señor.

Alguien más entró a la herrería y él tomó mi mano.

-Voy a darte una docena más de flechas si logras entrar.

Me despedí con la cabeza cuando soltamos nuestras manos, él bajó la caja de regalo para liberar su mesón y desvío su mirada hasta el hombre.

No eres un heroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora