Corto 7: "La muralla"

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El mundo es un pañuelo
o tal vez, es un cúmulo de ellos

Por eso, admití que no podía
seguir recogiendo más piezas rotas.

Por eso lo pinté en la pared
de la habitación que me correspondía
por derecho.

Fue solo culpa de esa pesadilla.

La primera pesadilla que no salió
de mi cabeza.

✎⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝

Me desperté por el ruido, al principio, creí que alguien intentaba robarnos.

Pero venía únicamente de una habitación, la de Amaya, pedí que no fuera nada malo, sabía que debía ser una chica con problemas, pero no parecía del tipo que se escapase a media noche con lo que pudiese llevar en una bolsa.

Cuando abrí su puerta.

Pude ver que había movido muebles y quitado cuadros, pintaba con sus manos, la silueta de un chico un poco más alto que ella, tenía las orejas rojas, el cabello desordenado y solo un vestido puesto, parecía haberse despertado apenas.

No interferí.

¿Que le hiciste a esa chica Suyen?

Me compadecí.

Cuando hundió sus manos en colores vivos y los pegó en la muralla blanca, manchando los colores por el negro anterior.

Una pesadilla, supuse al instante.

A mi lado, tocó mi hombro, Kara, parecía entenderlo también.

-Voy a preparar algo de comer... Que baje cuando esté listo.

Asentí, era una buena mujer, siempre atenta y aunque una madre primeriza, muy perceptiva.

Di un paso dentro de la habitación para encontrarme con el nombre de alguien escrito justo por encima de la silueta.

Yuki.

-¿Quien es Yuki?.

Se giró al instante, como si apenas me hubiese identificado.

Se aferró a mis brazos, manchandome de pintura.

Respiraba con dificultad, alterada totalmente.

-¡Salí de la casa por horas y olvidé a Yuki, no supe donde estaba ni quien era y no!, ¡No quiero que pase otra vez!.

Desesperada, entendí al instante porqué su necesidad, seguramente nunca le había pasado, o no le tomaba mayor atención puesto que siempre estuvo en su aldea, jamás desconoció el lugar antes.

Estaba comenzando a tener un ataque.

>>¡Necesito a mi papá!- ladeé la cabeza con ingenuidad, lo más cercano que podría tener a un padre era yo.

Me pregunté.

¿A quien se refería?.

La senté en la cama.

-Respira conmigo... Respira conmigo.

No estoy seguro de cuanto tiempo estuvimos así, definitivamente no fue mucho, pero se sintió eterno.

Para cuando lavé sus manos y bajamos.

Todo se había apagado.

El sol estaba a punto de mostrarse entre las nubes, y una parte de su cuerpo aún temblaba en anticipación, como si supiese, que al salir el sol nuevamente, volvería a girar el reloj antes de la siguiente vez que le sucediera.

Tal vez por eso pintó una muralla con su silueta y su nombre, tal vez era su forma de rebelarse en contra de si misma, de su mente y de las jugarretas en las que el mundo le había obligado a participar.

Kara se apresuró a servir el té cuando nos vio bajar, había cortado un poco de fruta y nos esperaba con calma en la pequeña mesa.

-Una dura noche, ¿No?- preguntó, sacando una especie de bufido de la garganta de la chica, Amaya le sonrió con visible cansancio.

-¿Como puede un hielo acabar con un reino?- preguntó, suave, casi perdiendo su voz en un hilo, quizá era eso lo que estaba pasando, estaba perdiendo su voz poco a poco.

-Si envenenas el hielo... Incluso un monarca puede caer.

Parecían hablar de algo que no entendí al instante, había una especie de muralla entre ellas, pero hablaban como si se conociecen de antes.

-Un monarca no es un reino... El reino encontrará un nuevo gobernante y seguirá- la vi revisar el té con cuidado, apreciando el gesto con una dulzura que creí haber perdido de mi vida al perder a Suyen- Además, ¿porque destruir un reino y dañar la calidad de vida de su gente cuando derrocar a un monarca no requiere el mismo esfuerzo militar?.

La taza hizo un pequeño ruido al chocar en la madera.

Confundido, decidí no interferir en la conversación, parecía una alegoría, pero no quería interrumpir con mi ignorancia.

>>Solo un pequeño empujon a la masa y un respaldo militar pequeño para hacerles perder el miedo.

Kara suspiró.

-Hablas como un gobernante.

-Me crié con uno... No tuve tiempo para ser una niña- muy en el fondo, lo comprendía, empatizaba con ella a través de Suyen, tras haberla visto entrenar con miedo de cometer errores y tras ver las consecuencias de los mismos, no me parecía raro saber que no había tenido tiempo- No había espacios para ningún tipo de atraso.

Algo hizo click en su rostro, se descompuso al instante, sus ojos se aguaron de nuevo y no pudo evitar la mueca en sus labios.

>>Yuki lo sabía bien.

¿Habría sido Yuki alguien importante en su vida?.

Pregunté, ingenuo, descuidado.

-¿Quien es Yuki?.

Dejó caer su cabeza en la madera y aunque se derramó un poco de té por el golpe, no importó, el primer quejido fue realmente bajo, el siguiente, más potente.

No faltó mucho para que llorase como un niño al que acababan de castigar.

Estiró las palabras, con una agonizante pizca de dolor

-¡Mi alma gemela!

Y Amaya lloró como nunca.

O quizá, lloró como siempre había deseado llorar, como nunca había podido.

Me pregunté, ¿dolía tanto perder a alguien así?.

Un alma gemela.

Takigakure, 212 días antes
de dar la cara.

No eres un heroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora