La muerte es amor

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Chiyo era una mujer cegada por
sus propios prejuicios, que nunca había
logrado ver en el hijo lo que yo vi.

Creí que sería así hasta el final.

Pero como muchas otras cosas en las que
creí, estaba equivocada, Chiyo nunca pudo vengar a su hijo y quizá eso pudrió un poco su interior.

Tal vez por eso nunca la vi sonreír de manera sincera.

Hasta que Gaara murió.

❖ ◦ ❁ ◦ ❖

-¿¡Está respirando!?- Nomi pasó a su lado, corriendo hasta el chico, pero ella no pudo seguirle el paso, estaba anclada en el suelo, aterrada, había acostumbrado su vista a la sangre que un mundo en guerra ofrece.

Llevaba años viviendo de cerca la muerte de compañeros, había visto a familias llorar y conocía muy bien las marcas que nunca se irían de su cuerpo, recordandole que una vez, murió en vida.

Porque no hay peor sensación que esa, instalarse en el dolor constante y la incapacidad de perdonarse uno mismo, vivir en el resentimiento del abandono, porque no sabíamos que hacer sin esa persona, morir en vida significa no arriesgarse a amar de nuevo porque el dolor ya nos lastimó lo suficiente una vez.

Amaya tomó el riesgo sabiendo que en su piel ya no cabían más heridas, confió en que no podía morir más, pero lo hizo.

Se hundió un poco más en su dolor.

Su voz se apagó un poco más, sus manos temblaron.

Porque morir en vida no había sido la peor sensación que alguna vez pudo sentir.

La corriente nació en su estómago, y acabó en cada esquirla, se esparció en cada cabello hasta forzar su paso por el corazón.

El grito fue único, irremediable e inexplicable.

Fue la expresión de amor, miedo y dolor mas sincera que Amaya alguna vez pudo dar, y Gaara nunca sabría que ella lo había soltado de su garganta.

Gritó su nombre, de manera desgarradora, hizo a Nomi detenerse, y llenarse de lágrimas, porque no era el grito de una mujer en luto, era el grito de una niña asustada de seguir viviendo sin él.

Amaya siempre creyó que su vida era una desgarradora tragedia, una escena escrita por un novelista novicio.

Y quizá lo es.

Por eso me veo incapaz de narrar su dolor.

Amaya recogió cada pieza de su agrietado cuerpo, se levantó, y caminó, como un fantasma por la arena.

Si ella creía que su historia había sido escrita por un sádico novelista, entonces su escritor era el viento, y quizá, si te detuvieses allí un momento y cerraras los ojos, podrías escuchar sus lagrimas golpear la arena.

Si el viento era su funesto escritor, yo era su bonancible narrador, y por eso, no puedo narrar nada más de su dolor.

Por eso su historia dio un vuelco.

-¡Amaya!- el grito de Chiyo fue todo lo que necesitó, se volteó al instante, su rostro alargado en tristeza y pálido, sus mejillas llenas de lagrimas, parecía una persona completamente diferente.

No eres un heroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora