Una escapada

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Si hubo algo que me mantuvo viva
todos mis años en Suna
fueron las escapadas.

Cada vez que me perdía una noche
y me recostaba en las partes mas tranquilas del desierto, viendo el cielo.

Quizá nunca logré encontrar
un lugar que sentir propio, uno al que llamar
mío, pero, en mi corta vida encontré que el arte era mi escape.


Gaara era mi alma.


Lo peor de todo era que nos queríamos, pero eramos demasiado jovenes para saber amar.

❖ ◦ ❁ ◦ ❖

Toqué la puerta despacio, intentando no despertar a nadie.

-Oye, ey, no puedo dormir... ¿Quieres ver algunas cosas?- la puerta se abrió, mostrando a un pelirrojo con solo su camiseta unos pantalones de tela delgados.

-Tu, ¿abuela?, me hizo ponerme esto para dormir- abrió un poco más la puerra saliendo de puntillas- No tuve corazón para decirle.

Me reí apenas.

-Es una mujer testaruda, ¿no?- tomé su antebrazo y lo llevé conmigo hasta la escalerilla de mi habitación.

Washi me comentó que mi madre la había hecho porque querían tener la oportunidad de escaparse a ver el cielo, también dijo que la primera vez que se distanciaron por sus estilos de vida, ver las estrellas le había ayudado mucho.

Y que le estaba cediendo esa habitación porque estaba seguro de que lo adoraría tanto como ella.

>>Tienes que ver esto... El cielo no se parece en nada al de Sunagakure.

El chico subió sin titubear, confiando completamente en mi, una vez que llegamos al techo, descubrió las mantas y almohadas que tenía allí, las pinturas y pergaminos.

El pincel que Yuki me regaló una vez.

-No hace frío... No tanto.

Sonreí.

Me senté a unos metros de él, envolviéndome con una de las mantas.

-Pinté muchas veces este cielo, ya no tengo pesadillas... Me siento muy diferente.

Siempre había sido friolenta, estiré mis piernas hacia él, mientras sus ojos volaban en el cielo.

>>¿Conociste a mi tía?- pregunté entonces, cohibida, había olvidado como hacer las preguntas correctas- Es una mujer demasiado amable.

Asintió.

-¿Se supone que así se siente una familia?.

Asentí apenas, yo tampoco estaba segura, pero se asemejaba a algo realmente cálido.

>>¿Crees que alguna vez tenga una familia propia?- siguió, por inercia nada más, tomé el pincel, y embarrando este de pintura negra, comencé a dibujarlo.

No eres un heroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora