Innocence

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VOLKACIO


Viktor esperaba pacientemente observando a través del ventanal las hojas que danzaban al compás del viento, siendo levantadas para después caer silenciosamente sobre el duro pavimento. Suspiró ruidosamente, ya era tarde ¿Dónde estaría su amigo?

Como si de un adivino se tratara Horacio atravesó la puerta ruidosamente, como solo él sabía hacerlo, su característica risa hizo eco en las paredes de aquella habitación, contagiando al ruso que se encontraba sentado sobre la cama.

- Llegas tarde - le señaló con el seño semi fruncido.

 - Lo sé - el de cresta se acercó quedando justo frente a él, tapando el paisaje exterior - pero la enfermera no se iba, sabes como se pone, siempre queriendo hacerme preguntas - explicó con expresión de fastidio.

Viktor asintió concordando con él en aquel aspecto, por alguna razón, las enfermeras eran muy habladoras, con sus charlas para nada entretenidas sobre cosas raras.

 - Pero eso no importa - le resto importancia - debemos irnos o no veremos el atardecer.

Lo tomó del brazo arrastrándolo hacia la entrada, al llegar a ella Horacio se dio la vuelta, levantó su dedo en señal de silencio para luego abrir la puerta, sacando su cabeza al pasillo, viendo su venia alguien.

Salieron al exterior, con cuidado de no ser vistos caminaron en dirección a las escaleras que se encontraban al final del tramo. Al llegar se detuvieron, Viktor observó a Horacio, llevaba el pijama con el que lo había visto miles de veces, en su mano izquierda colgaba un pequeño peluche, Simón, su cresta estaba bien peinada, y desprendía seguridad. 

 - ¿Qué pasa si nos encuentran como la otra vez? - el ruso estaba nervioso, no quería que lo regañaran otra vez. 

- No te preocupes - lo tranquilizó, mostrándole su sonrisa - no vendrán.

Volkov no estaba del todo seguro, por algún razón, siempre terminaban metidos en problemas. Al verlos, cualquiera pensaría que aquellos chicos no se llevarían bien, mientras que Viktor era tranquilidad, Horacio era caos, sin embargo, sus personalidades, a pesar de ser tan dispares se complementaban, brindando un equilibrio en ambos niños. Pero había momentos como esos, en donde las locuras del menor estaban por encima de todo.

Subieron las escaleras parando cada cierto tiempo para recuperar el aire, cuando llegaron a la azotea, la brisa cálida los azotó, a pesar de que casi era otoño, aún se sentían retazos del verano.


Ambos niños se quedaron contemplando el cielo, que poco a poco cambiaba sus colores celestes para dar paso a tonos naranjas. 

 En ningún momento desde que salieron de la habitación soltaron sus manos, casi nunca lo hacían, era característico verlos con las manos unidas, si no fuera porque estaban en diferentes habitaciones, no lo harían nunca, disfrutaban estando juntos.

 - Me gusta - hablo Viktor viendo como los últimos rayos del sol terminaban de ocultarse.

- Te lo dije, yo siempre lo veía con mi mamá - Horacio apretó el peluche, recordando el día que esta se lo había regalado - ¿Vik?

- ¿Si? 

 - ¿Cuándo nos curemos podemos ir a comer helado?

Viktor sonrió ante aquella pregunta, Horacio siempre se las arreglaba para mantener las esperanzas.

 - Claro que podemos - apretó aún más su mano - y será el mejor helado.

Cuando el sol terminó de ocultarse y la noche llegó a aquel hospital, ambos niños se encontraban dormidos uno al lado del otro en la habitación del mayor de ellos, soñando con el día en que no solo se vieran dentro de esas cuatro paredes.


One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora