The End

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- ¿Te puedo pedir algo?

- Lo que quieras.

- No me abandones.

Las palabras se repetían en su cabeza mientras apretaba el volante con fuerza, no tenía idea de cuantas horas llevaba despierto, sus ojos picaban por el cansancio y las lágrimas derramadas horas atrás.

No podía estar pasando de nuevo.

Manejaba a toda velocidad por la carretera sin saber exactamente a donde se dirigía, el sol comenzaba a mostrar sus primeros rayos de luz provocándole incomodidad, a pesar de que amaba los amaneceres ese día simplemente le sabía amargo, el sol saliendo daba cuenta del pasar del tiempo, de las horas en que había perdido el rastro de Volkov, horas que podrían significar la muerte del ruso. No quería pensar en eso, pero su mente inevitablemente se estancaba en ello.

Llevaba un día sin saber nada de Volkov y estaba desesperado.

Perdió la cuenta de las veces que había recorrido la isla en su búsqueda, observado cada rincón una y mil veces por alguna pista que le indicara su paradero, llamaba a su móvil cada media hora teniendo siempre la respuesta de la operadora, señal de que estaba apagado, había dejado incontables mensajes sin respuesta, su frustración se elevaba con cada minuto que pasaba.

Apretó el acelerador, elevando más la velocidad si eso era posible, su vista periférica se distorsionaba, los nudillos se volvieron blancos y un grito salió desde el interior de su garganta que comenzaba a cerrarse producto de la culpa.

Culpa por no poder protegerlo, porque sabía que todo aquel que se mantenía a su lado terminaba mal o muerto, sin embargo fue egoísta, Volkov era la única persona de su pasado de la cual tenía rastro, el único que sabía lo que Gustabo hizo y lo que el rubio significaba para él. Cuando este apareció, no dudó en pedirle que se quedara, sabiendo que el contrario podría encontrarse en peligro, sabiendo lo que Volkov representaba para el italiano, incluso así, le prometió protegerlo, y nuevamente falló, como lo hizo años atrás al no poder detener a Pogo, como lo hizo con Willy al exponerlo a aquella mafia que él había creado, como lo hizo con Gustabo cuando lo llevó a la misión, a pesar de saber que no estaba bien.

El los arrastró a todos hacia la desgracia.

Un sonido estridente provocó que clavara el freno, derrapando en el asfalto, para su suerte, a esa hora de la mañana la carretera estaba prácticamente vacía.

Giró su rostro hasta colocar sus ojos en el asiento del copiloto, el móvil se encontraba allí, el sonido de la llamada llegaba a los oídos de Horacio, pero este era incapaz de moverse, hasta que dejo de sonar, pero nuevamente la música inundo el espacio dentro del auto, haciendo anuncio de una nueva llamada entrante. Llevó su mano al aparato, el auto aún se encontraba en el medio del camino, diagonalmente estacionado, observó la pantalla y su corazón comenzó a latir raídamente, descolgó y se llevó el parlante al oído.

- ¿Volkov? – pronunció una vez tuvo el móvil pegado a la oreja.

- Buenas noches – escuchó la voz calmada al otro lado con un casi perceptible acento, pero este no era ruso – creo que tengo algo que quieres ¿me equivoco?

Horacio apretó sus dedos alrededor del aparato intentando tranquilizarse, lo que menos necesitaba en ese momento era perder la poca cordura que le quedaba.

- ¿Qué le has hecho? – preguntó con los dientes apretados.

- Oh tranquilo – el tono burlón de la persona al otro lado provocaba que su furia se elevara – aún no le he hecho nada... grave digamos.

One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora