Pérdida

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Había vuelto una vez más a aquel árbol, el árbol que recordó esa tarde, en donde terminaba cada vez que se sentía triste, por alguna razón pasaron meses sin que fuera a él pero ahora que los acontecimientos lo abrumaban nuevamente no tenía mejor lugar para estar.

Se mantenía en posición fetal, sus manos rodeaban las piernas que se encontraban contra su pecho, el peso enorme de la noticia sobre Ebaristo recibida horas atrás lo estaba consumiendo mientras observaba las ramas del gran árbol frente suyo tambalearse lado a lado a la orden del viento.

La tormenta era apenas un pasaje en su memoria, lo único que quedaba de ella era el olor característico de la tierra mojada y las nubes que se desplazaban a gran velocidad. La tormenta del exterior se había ido, pero en el interior de Horacio recién comenzaba a formarse, grandes oleadas de dolor azotaban su pecho, las lágrimas amenazaban con derramarse de sus ojos, apretó los labios, formando una línea fina en ellos intentando resistir hasta que una lágrima escapó, ajena a las ordenes del de cresta, deslizándose por su mejilla.

A esta le siguió otra y otra, cada vez le era más difícil contenerlas, varias imágenes de su amigo pasaban por su mente sin poder evitarlo. Tapó un sollozo con el dorso de su mano, a pesar de que era casi medianoche no quería que ninguna persona que casualmente pasara por allí le escuchara, simplemente necesitaba un momento para estabilizarse, para dejar ir el dolor.

¿Por qué todas las personas que quería morían? No podía evitar hacerse esa pregunta. Inevitablemente sus pensamientos se detuvieron en Gustabo, hacía mucho tiempo que había dejado de buscarlo, "no puedes encontrar a quien no quiere ser buscado" se dijo una de las tantas veces en que creyó encontrar un rastro, quizás él también estaba muerto.

Después de una hora las lágrimas se detuvieron pero el dolor seguía allí, latente, estuvo tan inmerso en entender lo que pasó que durante el día su corazón se encontraba entumecido y lo único que trabajaba a gran velocidad era su mente, uniendo cabos, llamando gente, armando un puzle al que creía le faltaba más de una pieza.

Luego de la visita de Charlotte, de las palabras que esta le dedicó simplemente no pudo más, ¿Por qué si era una buena persona le pasaban solo cosas malas? No podía evitar sentirse parte del problema, solo traía desgracias a la vida de las personas.

Las palabras de quien decía ser su padre llegaron agregando nuevas cargas a su ya maltratada mente, "eres una puta vergüenza", "jamás pensé que mi propio hijo me fuera a decepcionar así".

La respiración se quedó estancada a medio camino entre su boca y los pulmones, el corazón comenzó a latirle con fuerza aumentando la velocidad, lo sentía, estaba a punto de tener un ataque de ansiedad. Miró a su alrededor sintiendo como la garganta se le cerraba evitando así que el oxigeno pasara, allí no había nadie, los oídos comenzaron a taparse y sintió como un molesto pitido se asentaba en su cabeza. Cerró los ojos a la vez que bajaba su mano hacia el pasto intentando concentrase en la textura de este, debía despejar su mente, debía tranquilizarse.

"Piensa en algo bonito"

Escuchó la voz de su psicólogo repitiendo aquellas palabas, intentó concentrarse, cerrar los ojos y rastrear en sus pensamientos algo bonito entre tantos recuerdos malos, el rostro de Charlotte apareció tras las paredes de sus parpados, su sonrisa, su voz, sus palabras. Poco a poco su respiración se fue ralentizando y el corazón bombeaba más despacio, dejo ir el pasto que había arrancado observando nuevamente las desoladas calles.

Comenzaba a sentir frio, sus músculos se encontraban agarrotados debido a que su posición no varió desde que se sentó allí y mantenerlos en un estado de tensión no fue buena idea.

One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora