One Shot +18

En la noche...

Las luces se encontraban prácticamente apagadas salvo por unos pequeños focos encendidos en algunas muestras, el silencio imperaba en cada una de las salas siendo interrumpido ocasionalmente por las suaves pisadas que se encargaban de recorrer todo el recinto. Había caído la noche, era el momento en el que despertaba.

Horacio se mantuvo inmóvil, observando con sus fugaces ojos a cada rincón bajo su campo de visión, observó a la derecha en busca de cualquier indicio de movimiento, luego a la izquierda buscando lo mismo. Cuando estuvo completamente seguro de que nadie se encontraba en los alrededores, se movió.

Entumecido por las largas horas en las cuales debía mantenerse en la misma posición comenzó a salir de aquel cuadro que llamaba hogar. Primero un pie afirmándose con aquellas exuberantes botas en el piso de madera, luego extendió su mano tomando el marco para impulsar el resto de su cuerpo, pasando de un plano 2D a uno tridimensional.

El chico había llegado a aquella galería/museo como muestra representativa de un gran pintor, "Arte punk", así se titulaba la colección de la cual formaba parte, si le preguntaban, consideraría aquel nombre como algo sumamente básico, claramente los nombres no eran el fuerte de aquel pintor.

Lentamente abandonó su posición para comenzar a recorrer el lugar en el que pasaría seguramente el resto de su eterna vida, si no decidían trasladarle a otro sitio, después de todo era parte de una pintura, y a no ser que algún malhechor cometiera algún atentado violento contra su persona o mejor dicho, contra la representación de su persona, continuaría viviendo por siempre.

Nunca supo la verdadera causa de su vitalidad, desde que se encontraba en el taller de su creador había podido apreciar que contaba con razonamiento propio, situación muy poco común, prácticamente nula, para cualquier obra de arte. Hasta el momento no había podido encontrar a alguien como él.

Con sigilo, se deslizó por las exposiciones contemplando cada una de ellas, apreciando la belleza de los trazos, la precisión del tallado y la simetría de las construcciones a escala. Aquel lugar era bastante grande, quizás el más grande en el que haya estado hasta el momento.

Caminando de regreso se encontró con una pintura que le llamó la atención, se encontraba colgado sobre una de las paredes principales de la sala mas grande, poseía un paisaje hermoso, pero lo que más le fascinó fue la figura pintada en ella. Un hombre de apariencia bastante agraciada, su mirada, con los iris de tonalidad grisácea, era penetrante, en la frente se le marcaban algunas arrugas, pues fruncía ligeramente el ceño, la nariz aguileña encajaba perfectamente con su cara y los labios finos marcados en una línea seria terminaban de completar la belleza de la obra. Aquel hombre parecía ser pintado por los mismos dioses.

Horacio observó atentamente la figura intentando localizar al menos un atisbo de movimiento, sin embargo, nada sucedió, su momentánea esperanza por conocer a alguien más y dejar atrás la soledad que le aquejaba, se vio resquebrajada nuevamente.

Cuando los pasos del guardia que custodiaba las obras fue escuchado en las cercanías, Horacio debió volver al lugar que le pertenecía, ya había visto bastante por aquella noche, por lo que decidió dormir al menos por unas horas hasta que las personas comenzaran a llegar para apreciar su belleza.

Pasado un mes, la pintura viviente continuaba paseándose por los pasillos sin ser descubierto, al menos eso esperaba, terminando siempre en el mismo lugar, siempre frente aquella pintura que le despertaba tantos sentimientos, comenzaba a preguntarse si había alguna forma de despertarle. Algunas veces se imaginaba que el hombre comenzaba a charlar con él e incluso le sonreía.

- Hola señor serio – susurró como cada vez que llegaba - ¿Qué tal ha sido tu día hoy? Para mí fue intenso, una niña casi llega a tocarme, no la culpo, llamo mucho la atención, con este peinado y estas cadenas, yo también lo haría.