De peleas y discusiones, lo mejor son las reconciliaciones

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- Horacio ¿en verdad estas enojado? – fue la primera pregunta que salió de los labios de Volkov en cuanto cruzaron la puerta de su casa, casa que llevaban compartiendo desde hacía meses.

El moreno no respondió, simplemente caminó hacia las escaleras comenzando a subir al segundo piso, llevaba así desde la mañana, durante las horas que estuvieron investigando apenas le dirigía la palabra y cuando se salieron de servicio su presencia se volvió un muro impenetrable.

Volkov suspiró, llevándose una de sus manos a sacudirse el cabello en señal de frustración, no quería admitirlo, pero sabía exactamente que le sucedía a Horacio.

Aquella mañana había comenzado normal, ambos se despertaron cerca de las diez, sus cuerpos enredados en las sabanas, totalmente desnudos, con el rastro de lo que fue su noche anterior. No tardaron en levantarse pues tenían todo un itinerario de lo que sería su día libre después de tanto tiempo, habían estado tan inmersos en su trabajo que llevaban quizás bastantes meses sin tener realmente un momento para ambos.

Así que ese día, según palabras de Horacio, "era un tiempo para los dos" sin que nada se interpusiera en su camino, hasta que la cagó, como siempre lo hacía.

Claro que la culpa no era del todo suya, tener un cargo importante en una facción federal implicaba cierta responsabilidad, a la que ambos ya deberían estar más que acostumbrados, aunque el moreno no lo entendiera.

Sin pensarlo, subió las escaleras detrás de él, sabía que no sería fácil que el enojo se le pasara, Horacio era la persona más testaruda que conocía, pero no estaba dispuesto a permitir que un simple cabreo terminara de arruinar su día.

- Horacio - la figura del moreno quitándose las botas llegó a él en cuanto atravesó la puerta de la habitación – ¿Por cuánto tiempo estarás sin dirigirme la palabra? – silencio – ¿no te parece un poco infantil la actitud que estas tomando?

El menor dejó de realizar la acción, llevando sus ojos penetrantes hacia los de Volkov, dejando ver su molestia.

- ¿Infantil? – inquirió con voz tensa – ¿dime en qué momento querer pasar tiempo con mi pareja sin que el trabajo sea un puto obstáculo te parece infantil?

Horacio se incorporó olvidándose de los cordones desatados para centrar toda su atención en un único objetivo.

- Dime Volkov, porque te juro que no lo entiendo, parece que no quisieras pasar tiempo conmigo – su gesto, hasta el momento de molestia, cambió por uno de angustia.

- Que no es eso joder – el ruso dejó salir un suspiro – Hache, sabes que no podemos hacer de cuenta que el trabajo no existe, tu eres el director.

- ¿Y qué?

- ¿Cómo que "y qué"? Debes asumir la responsabilidad del puesto que ocupas – exclamó intentando que el moreno comprendiera, dándose cuenta, por el gesto contrario, que no estaba yendo por el camino correcto si quería solucionar las cosas.

- Ya, todo es trabajo, el trabajo siempre va a estar por encima – se resignó, volviendo a sentarse en la cama y concentrándose en la tarea de quitarse las botas nuevamente.

- Horacio no digas eso – el ruso se acercó, tomando asiento a su lado – sabes que eres una persona importante para mí.

- ¿Solo eso? ¿una persona importante?

- No solo eso, sabes que si estoy aquí es por ti, y que si decidí arriesgarme como lo hice no fue solo porque formabas parte de mi pasado, sino porque te quiero y quiero que estés en mi presente y mi futuro – su mano se deslizó hacia el brazo de Horacio rozando la piel de este en un intento de darle más valor a sus palabras.

One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora