Broken

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Cuando crees que ya nada puede salvarte una llamada lo cambia todo.


La vida es un simple suspiro, una lucha inalcanzable por ser suficiente, por alcanzar los estereotipos que han sido marcados para ti, la vida es la constante lucha contigo mismo.

Pero ¿Qué pasa cuando las opciones se te acaban? ¿Cuándo la simple idea de luchar pierde sentido? ¿Cuándo respirar duele? ¿Cuándo ya no te queda nada?

Te pierdes en la más fría oscuridad sin posibilidades de ser salvado.

Horacio sabía eso porque cada día al despertar sentía como su pecho era oprimido por el peso de su vida, aquella vida que no pidió pero que estuvo condenado a vivir, en la que intentó e intentó hasta que sus brazos ya no pudieron más, en las que sus piernas estaban tan cansadas que dejaron de avanzar.

Y allí estaba, en lo alto de aquel puente, por sus mejillas corrían las gotas de sus lagrimas ¿o era lluvia? Ni siquiera le importaba.

Miró hacia abajo, a las frías aguas del océano, esas aguas que engullían todo a su paso sin dejar rastro ¿acaso también él iba a ser uno más que desaparecía en la oscuridad? Observó arriba, las nubes se apoderaban poco a poco del cielo estrellado como si él, por lo que estaba a punto de hacer, no tuviera la dicha de observar los astros.

Dio vuelta su cabeza dirigiendo la vista a los vehículos que pasaban veloces, quizás esperando que algún alma desdichada se diera cuenta de sus angustias y lo detuviera en el último momento, pero eso sería pedir mucho.

Pensó, pensó en su madre a la cual no veía hace mucho, pensó en su padre, aquel padre que dejaba marcas en su piel para luego intentar ocultarlas con poco éxito, pensó en su hermana, tan valiente soportando más de lo que debería, pensó en Gustabo, su único amigo y la persona que lograba sacarlo por momentos de su pesadilla personal, y pensó en él, un cobarde que no se sentía capaz de afrontar la vida.

Dejó que el dolor lo envolviera, que su pecho doliera transformándose en gritos cargados de angustia, gritos que nadie escucharía porque estaba solo, porque nadie lo entendía. Se permitió llorar por una última vez antes de que la escasa luz de sus ojos se extinguiera.

Respiró en profundidad, aferró sus manos a la estructura de hierro, miró nuevamente abajo, solo un impulso, eso era lo que faltaba para caer al vacío, solo eso y ya nada dolería, todo estaría bien.

Cerró los ojos, contó hasta tres y...

Un sonido, ¿de dónde vendría?

Lentamente volvió a abrir los ojos dándose cuenta que el estridente sonido provenía de su teléfono, podría ignorarlo, después de todo sentía que ya no tenía nada para decir y sin embargo lo tomo, respondiendo sin siquiera mirar el nombre del emisor.

- ¿Hola? – su voz sonaba ronca producto de la cantidad de horas que había llorado.

- Hola, ¿hablo a "Mundo pizza"? – dijo una voz al otro lado, lo bastante seria para que esta vez Horacio si mirara a la pantalla descubriendo que era un número desconocido el que llamaba.

- No – murmuró esperando que lo escucharan – equivocado – se dispuso a cortar.

- ¿Y tú no sabes el número para pedir pizza? – suspiró, por alguna razón no llegó a cortar.

- No, no lo sé.

- Oye, ¿estás bien? – aquella pregunta lo dejó descolocado ¿lo estaba?, miro nuevamente a su alrededor, detallando en cámara lenta lo que sus ojos captaban, claro que no.

One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora