Secretos Ω

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Horacio había aprendido a vivir con su condición, después de tantos años, ser considerado un beta era lo mejor que le podría pasar, no solo mantendría a cualquier alfa alejado de su persona sino que cuando este proponía alguna incursión de infiltración nadie negaba su capacidad, eso le había llevado a ser director del FBI.

Su secreto podría haber estado a salvo si no fuera por un pequeño detalle, había perdido sus supresores.

- Mierda – maldijo mientras buscaba con desesperación sin éxito – mierda, mierda

Horacio sentía que su cuerpo comenzaba a tener un calor abrazador, al principio solo parecía una molestia, pero a medida que los minutos iban pasando esa molestia era cada vez peor hasta que logró darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

- No están.

Abrió nuevamente el cajón rebuscando entre los papeles, corrió los archivadores de su escritorio dejándolos al borde, casi a punto de caerse, se colocó casi al ras del piso intentando que un milagro le devolviera los supresores, pero estos no estaban allí.

Había pasado tanto tiempo desde que no tenía el celo que este amenazaba con quemar su cuerpo, las oleadas venían una tras otra sin darle tregua siquiera a caminar hacia la puerta, aunque esa opción estaba totalmente descartada, no llegaría al pasillo sin que su olor se filtrara en el resto de las oficinas, dudaba de que incuso en ese momento los alfas no estuviesen percibiendo las feromonas que emanaba.

Cerró los ojos cuando sintió como su estómago se contraía, se maldijo a sí mismo por perder sus supresores, estaba tan concentrado en el operativo y tenía tantas cosas pasando en su vida que no se dio cuenta hasta que era demasiado tarde.

- Necesito...necesito...

Sabía lo que necesitaba, después de todo era un omega, pero se negaba a aceptarlo, no quería, o mejor dicho, no podía sucumbir al instinto de su casta, si ese fuera el caso ¿Qué sentido tenía todo lo que había estado haciendo hasta ese momento?

Intentó incorporarse pero un nuevo calambre llegó para mantenerlo en su lugar, a eso se le sumó el lubricante que comenzaba a manchar su pantalón. La impotencia le invadió, sentía como su nariz picaba y los ojos se le llenaban de lágrimas por la rabia, no podía estar pasándole eso, no cuando se encontraba en plena sede con más de una decena de alfas a su alrededor.

- ¿Hache?

A pesar de apenas poder moverse, Horacio giró su cabeza apreciando como Volkov se encontraba en la puerta, tenía un brazo tapando su nariz, aun así podía verse el asombro en su mirada.

- Horacio ¿Qué carajos? – pronunció con su voz amortiguada.

El alfa dio un paso hacia delante y Horacio sintió la necesidad de encogerse sobre sí mismo, su instinto le estaba diciendo que se tirara a sus brazos, le suplicaba, como si aquella fuera la única solución. Necesitaba un supresor con extrema urgencia.

- No – pronunció lo más firme que le fue posible.

Volkov volvió a retroceder.

- Hache hueles a...Hueles a caramelo – mencionó el ruso, su mano continuaba tapándole la nariz, sin embargo, el aroma del omega lograba filtrarse por este – yo, yo creo que debo salir de aquí – se apresuró a decir para luego dar media vuelta y desaparecer.

Horacio sintió aquel portazo como un rechazo, a pesar de que estaba agradecido con Volkov por su acción, su omega interno no estaba de acuerdo y una nueva oleada de calor lo confirmaba. Sintió la imperiosa necesidad de desvestirse, cada vez estaba más lejos del raciocinio, lo que le generaba un miedo indescriptible en su persona, ¿Qué pasaría si llegaba a un punto de no retorno? Solo una vez había perdido el control y nada bueno salió de eso.

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⏰ Última actualización: Mar 31 ⏰

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