Después del operativo

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Ambos se encontraban de pie, jadeando, su pecho subía y bajaba debido al esfuerzo que les supuso la actividad finalizada hacia solo unos segundos. Se miraron, sus ojos destellaron con algo más que simple fascinación, era un deseo intenso, uno que sabían leer a la perfección y que todos los demás a su alrededor ignoraban.

Era la excitación que recorría su cuerpo al finalizar de forma satisfactoria un operativo, el sudor que corría por su frente debajo de la máscara perfectamente colocada, la voz gruesa dando órdenes por ambas partes, esa voz de mando que erizaba sus bellos por igual, era la expectativa de lo que sabían iba a suceder una vez estuviesen solos.

No podían negar que una actividad de ese calibre, donde el peligro estaba inminentemente cerca, disparaba su adrenalina y algo más, mucho más.

La expectación de lo que sus ojos reflejaban se vio materializada en cuanto atravesaron la puerta de la armería con la excusa de dejar las armas de alto calibre en su lugar, sin aviso previo, ambos agentes se quitaron los cascos y las mascaras, colisionando sus labios, consumiéndose en un beso intenso donde no había lugar para delicadezas.

Sus lenguas exploraban la contraria como si fuera la primera vez que se descubrían, sus dientes chocaban en cuanto ladeaban un poco sus cabezas para profundizar el beso, pero aquello no les importaba mientras pudieran sentirse de esa forma tan intima.

La espalda de Horacio chocó contra uno de los laterales, provocando que los grandes paneles donde algunas de las armas eran guardadas resonara bajo sus pies, producto de la fuerza con la cual estaban consumando aquel hecho, bebiendo de un oasis después de varias horas sin poder tomar de aquel exquisito elixir con sabor a fresa y menta.

Eran consientes de que el disparador había sido simple y llanamente sus trajes tácticos, el aire de tensión que se sumía entre ellos cada vez que había algún operativo era palpable, ellos lo sabían, la reacción de su cuerpo no mentía.

En esos momentos, después de llevaran a cabo su función como bien dictaban los rangos que poseían, veían camino libre para consumar aquello que habían estado desaseando, sin importar que eso se realizara en aquel deposito transformado para guardar el armamento, no serían interrumpidos allí, al menos durante un rango aceptable de tiempo.

En un momento donde sus labios se separaron Horacio pudo visualizar la mesa en una de las esquinas, sin premeditarlo, tomó los extremos del chaleco, colocando sus manos entre las aberturas disponibles en el inicio de sus brazos, instándole, al aplicar fuerza sobre este, a ir hacia atrás hasta chocar con el borde de madera, sentándose.

El moreno sonrió viendo satisfecha sus intenciones a la vez que los iris claros de Volkov se oscurecían por la excitación.

- Horacio... - susurró, dejando salir a la vez una exhalación en cuanto el moreno acercó su rostro al cuello de este, tan cerca que su aliento pudo sentirse en su piel sensible.

Sintió como un beso, seguido de una pequeña mordida electrizaba sus sentidos, le embriagaba dejándole mareado, estaba seguro que Horacio se sentía de la misma forma.

- Quiero quitarte el traje – murmuró en su oído, gravemente afectado.

- Pues hazlo – le desafió.

En el lugar solo se escuchaban sus respiraciones entrecortadas a medida que iban desprendiendo cada una de las partes de aquel traje complejo que utilizaban para protegerse de los enemigos. Primero el cinturón, donde se encontraban varios elementos utilizados en el operativo, luego el chaleco, considerablemente pesado, cayó a sus pies, seguido de la chaqueta.

Horacio descendió quitando cada una de los estuches para las ramas de bajo calibre sujetas en sus piernas, abriendo lentamente luego su pantalón.

Cada uno de los elementos se quitó con precisión, de forma tranquila a pesar de que sus cuerpos imploraban por tocarse y sentirse de forma descontrolada. Se tomaron el tiempo para apreciarse a pesar de ser consientes de que el tiempo apremiaba y que su ausencia no tardaría en ser demasiado evidente para aquellos que los habían visto entrar a la sede.

- No creo que debamos llegar al final – la voz de Volkov resonó por el lugar – no aquí.

Horacio no respondió, en su lugar se alejó, haciendo lo propio con su traje hasta que no quedó de este nada más que las prendas desperdigadas por el piso. Volvió a acercarse acariciando con su mano la pierna del ruso hasta llegar mucho más arriba, continuó subiendo, pasando sus dedos por el abdomen, dejándose arrastrar hasta llegar al pálido pecho de su pareja, sintiendo como este subía y bajaba de forma pausada intentando contener el torrente de sensaciones bajo sus dedos.

Si hubiesen tenido más tiempo se habrían tomado el trabajo de apreciarse mutuamente hasta sentirse satisfechos, pero no era el caso, en cuanto comenzasen a buscarlos, su intimidad, aquella que se procuraron al ingresar allí en un intento desesperado de dar rienda suelta a sus deseos, se vería fácilmente rota.

Horacio bajó su cabeza hasta estar a la altura adecuada para utilizar su boca, como tantas veces había hecho. Sentía como Volkov se retorcía bajo sus atenciones, escuchaba sus jadeos y su mano posada sobre su pelo, ya aplastado debido al casco que había estado utilizando.

El orgasmo llegó intenso, tal como ese encuentro había sido, Horacio no se apartó, por el contrario, sintió el sabor en su paladar, extasiado por ver a alguien como Volkov, imponente ante los hombres, rendirse bajo su toque.

- Mi turno.

El moreno bajo sus pantalones, la única prenda que se mantenía en su lugar siendo obstruida por la funda de su arma en la pierna derecha, lo máximo para quedar expuesto ante el hombre que más de una vez le había llevado a las estrellas. Sintió sus callos cuando su mano le rodeó, dejó salir un suspiro ante la sensación que le provocaba aquella acción.

No esperaba que llevara más de unos minutos, no esperaba resistir por mucho tiempo sus atenciones, y así fue, solo hizo falta que Volkov bombeara un poco más para que Horacio se derritiera completamente, dejándose vencer por él.

Estaba extasiado, completamente dichoso mientras rescataba del piso su ropa, aquello había sido algo que disfrutó con demasiado entusiasmo, sabía que Volkov, a pesar de tener sus reticencias, también lo había sentido, esa conexión que lograban desarrollar durante los operativos y que los llevaba a querer darle rienda suelta a sus instintos.

- Creo que debemos hacer operativos más seguidos – bromeó el moreno entregándole a Volkov su cinturón.

- Ya, ya lo creo – dijo el ruso sonriendo.

Y como si nada hubiera pasado, salieron de la armería. 

One Shot +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora