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El chico se acercó al primer supermercado que vio, al entrar, se fue directamente a la zona de los dulces y pastas, cogiendo un pack de cuatro rosquillas. Pasó por caja, pagó y caminó algo rápido hasta el local. Una vez allí, Hans golpeó la puerta un par de veces, Bastian fue quien le abrió, luego bajaron juntos hacia el interior.

Jenna seguía cerca de su amiga, que, al parecer, había despertado ya.

- Ey... El chico de las chispas – Nora hablaba con un tono cansado.

- Eh, hola tú... ¿Cómo te encuentras? – Se sentó en el borde del sofá.

- Bien, un poco mareada, pero...

- Ten, te he traído rosquillas – Le dio el paquete.

- Vaya... - Se le quedó mirando – G-gracias, Hans – Parecía algo sonrojada. – Jenna me ha contado lo que pasó después de que me quedase inconsciente, te lo agradezco de veras.

- ¿Tú me agradeces algo a mí? Nora, hoy me has salvado el culo y... No sé qué habría hecho, menos mal que estabas ahí conmigo, así que, soy yo quien debe darte las gracias.

- Bueno, estamos en paz, entonces... - Sonrió, con timidez – En fin, no quiero hacerte el feo, así que voy a probar estas rosquillas, tengo un hambre... - Rompió el envoltorio.

- Eh, ¿y si los demás queremos? – Dejó caer Billy.

- ¡Pues te aguantas, Hans las ha comprado para mí! – Decía la morena, con la rosquilla en la boca. Mientras que Bastian y Billy se peleaban con Nora por un bocado de rosquilla, Jenna miraba fijamente a nuestro protagonista.

- Ah... ¿Ocurre algo? – Preguntó el chico con miedo.

- ¿Tienes un minuto?

- S-sí, claro.

- Vamos fuera, anda – Caminó hacia la salida.

- Está bien... - "Me va a matar, vuelve a tener esa cara seria, así que me va a matar", pensaba el muchacho, mientras la seguía, con temor. Jenna abrió una puerta, justo al lado de la entrada al local, parecía que conducía a la parte de arriba, Hans nunca se había percatado de que aquella puerta estaba allí. Al subir las escaleras, llegaron a una pequeña terraza, corría algo de viento, pero con suerte, no era frío – Bueno y... ¿Qué hacemos aquí?

- Tú y yo tenemos una charla pendiente, ¿no?

- Esto... - "Sí, definitivamente, me va a matar", se decía a sí mismo.

- ¿Empiezas tú o empiezo yo? Bah, es igual, voy yo primera... - Se acercó al chico – Quiero disculparme por... haberte tratado como lo he estado haciendo estos días – Hans no se esperaba aquello para nada. – Lo primero, meterte en aquella situación en el callejón, creí que Leyla había hablado contigo y... Pensé en... Agh, fui una estúpida. Y siento haberme comportado como una cabrona luego, yo no... No soy así, lo juro.

- Nora me contó por encima lo que pasó hace poco y... No te culpo por pensar así, yo no sé cómo habría reaccionado en tu piel, la verdad.

- Es que... ¡No tiene sentido! ¿Vale? Los dones son cosa de uno solo... No se transfieren, no hay dos iguales... Eres una anomalía en todo esto, Hans, y me pone de los nervios...

- Lo siento yo...

- No, no lo digo por ti, tampoco creo que tengas la culpa de nada, no hay más que verte... Todo es muy nuevo para ti, no eres más que alguien cuyo mundo se ha puesto patas arriba de un momento a otro.

- Un poco de locos sí que está siendo...

- Y yo encima poniéndote las cosas más difíciles, con estos encontronazos... Estaba cabreada, pero por no saber cómo encajar que, tengas ese don, y... - Se quedó callada un instante – Antes, me he dado cuenta de que no somos tan distintos, ¿sabes?

La Tormenta Ignea (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora