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Pasaron varias semanas, el grupo comenzó a hacerse a la idea de que Hans, ahora era uno más. Se habían acabado los malos rollos, la cosa parecía ir a mejor, nuestro protagonista se sentía parte de aquello. Trataba de hacer vida normal, por las mañanas, iba al instituto, y por la tarde, trataba de pasar el rato en El Sótano del Sombrerero. Poco a poco, las incomodidades con Jenna, desaparecían, ya no se sentía un leproso cerca de una persona sana, era un alivio.

Incluso, algunos días, la joven del pelo rojo, llevaba a Hans hasta un ligero túnel bajo la ciudad, donde había un desagüe, allí el muchacho podría practicar con su don. Era una zona donde nunca había nadie, ni siquiera cámaras de vigilancia, Jenna solía practicar en aquella zona junto a Cyrus, cuando obtuvo su don. Llevaban varios días practicando, y poco a poco, iba controlándolo. Aunque hubo un día, en donde las cosas fueron algo distintas.

- ¡Vamos, chispas! – Le decía Jenna a nuestro protagonista, esperándole.

- ¿Chispas? – Se extrañó de que le llamase así. Poco a poco, alcanzó a la chica, quien ya había entrado al túnel, Hans se deslizó hacia abajo - ¿Desde cuándo me llamas así?

- Caray, cualquiera diría que te molesta – Decía, entre risas.

- Pues no, pero... Es raro.

- Tú sí que eres raro... Anda, vamos – Comenzó a adentrarse en el túnel, dejándole atrás.

- ¡E-espera! – Le siguió – Admite que es raro, pasas de odiarme a querer ayudarme con esto, y... ¿ahora me llamas "chispas"? Es como si yo te llamase... Yo que sé, "ardores".

- ¿Ardores? – Se paró en seco, luego se giró – Tú atrévete a llamarme así, verás lo que tardo en acabar contigo – Amenazó, con una sonrisa forzada. Definitivamente no le había gustado nada.

- Vale, vale... Hay que ver, uno de estos días voy a palmarla por abrir la boca.

- ¡Ey, pues te daré un consejo! ¡CÁ-LLA-TE! – El eco del túnel hacía que las palabras de Jenna fuesen más peligrosas.

Caminaron hasta adentrarse mucho más profundo, donde todo estaba oscuro, ni una luz asomaba por aquel lugar, utilizaron las linternas del móvil para seguir adelante. Pasados un par de minutos, se detuvieron, habían llegado al punto donde solían entrenar.

Era un lugar espacioso, donde el agua de las alcantarillas era muy baja, era como si pisasen un ligero charco, en caso de que tropezasen y cayeran en el canal de agua. Allí no había nadie, ni siquiera una pobre rata, buscando algo que llevarse a la boca. Jenna colocó unas latas sobre ciertas zonas del lugar, a los que Hans debía apuntar y probar de atinarles con uno de sus rayos, era lo que habían estado haciendo todo el tiempo.

- Bueeno, ya sabes cómo funciona esto, quiero que te concentres y dispares a las puñeteras.

- ¿Por qué siempre las llamas "puñeteras"? A las latas, ya sabes.

- Porque solía cabrearme para practicar, así el don, se activa antes.

- ¿Y guiarte por tu rabia no es algo malo?

- A la larga, sí, pero... Te seré sincera, ¿sabes el típico mensaje bonito de "la ira te hace más vulnerable"?

- Hm-hm – Asintió.

- Bien, pues es una mentira como una catedral. Piensa en algo que te cabree, que te saque de quicio.

- Es que... N-no se me ocurre nada, así de primeras...

- Ugh... Qué espeso eres, bien, te daré un incentivo... Te tiré una litrona por encima el día que nos conocimos y volviste a casa apestando a cerveza.

La Tormenta Ignea (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora