4

470 35 15
                                    


A la mañana siguiente, nuestro protagonista fue despertado por su alarma, sonaba todos los días a las siete, aunque durante la noche se había despertado varias veces, se notaba intranquilo. ¿Realmente había ocurrido lo de aquel callejón? Se puso en pie, se vistió, se acercó a la cocina a hacerse el desayuno, y encendió la televisión para tenerla de fondo.

Se notaba muy cansado, así que decidió buscar entre los armarios el café de su madre, deseaba que hiciese efecto y pudiera espabilarse un poco. Se hizo un par de tostadas con mermelada, aunque no tenía demasiada hambre, sentía como si su estómago estuviese cerrado. Se le hizo extraño no tener el móvil en la mano, ya que no podía utilizarlo, sin batería, únicamente podía serle útil como pisapapeles.

Se hacía tarde, entró al baño para lavarse los dientes, luego cogió una chaqueta, la mochila, y salió por la puerta, listo para coger el tren, como todos los días. En el fondo, Hans tenía miedo, si de verdad podía lanzar rayos por sus manos, ¿cómo iba a controlarlo? ¿Y si lo hacía sin querer? "Podría herir a alguien. Podría hacer algo horrible sin querer, y entonces me encerrarían y experimentarían conmigo", pensaba con terror.

Durante todo el trayecto del metro, iba algo reprimido, ocultando sus manos en los bolsillos, aunque aquello le hiciese perder el equilibrio. Prefería caerse antes que exponer sus manos y poder soltar algún rayo por accidente. Llegó la hora de bajarse, todo había ido bien, por suerte. Salió del andén, pudiendo suspirar al fin, cuando, de pronto, una mujer le agarró del brazo.

- Eh, chico – Hans se dio la vuelta, contemplando a una mujer, algo más adulta que él, con el pelo negro, ondulado, con flequillo, y unos ojos grisáceos. Llevaba una chaqueta larga, de un tono beige, y un jersey rojo debajo.

- Ah... ¿Sí? – Respondió, asustado.

- Tú eres Hans, ¿no? – Sabía su nombre, ¿por qué sabía su nombre?

- S-sí – Dijo, tragando con fuerza.

- Ven conmigo.

- ¿Qué? ¿Por qué? Quién eres...

- Puedo ayudarte – Le soltó.

- ¿A mí? ¿Con qué? ¿Y cómo sabes mi nombre?

- No tengo todo el día, sé lo que te pasó anoche, ¿quieres que alguien te dé una ligera pista de lo que te ha pasado? – Mostró su móvil, en él, aparecía Hans, destruyendo aquellas criaturas en mitad del callejón - ¿O prefieres seguir por tu cuenta?

- C-cómo... - Le miró a los ojos, aterrorizado - ¿Quién eres tú?

- Ven conmigo, y te lo explicaré. Vamos – Comenzó a caminar, dejándole atrás.

- P-pero voy de camino a clase.

- ¿Te crees que me importa, muchacho? Hoy haces campana, vamos – Siguió andando.

Hans no comprendía nada, ¿de dónde había salido aquella mujer? No estaba en el callejón la noche anterior, y ese vídeo... ¿cómo lo había conseguido? ¿Había alguien más allí tal vez? Decidió hacerle caso, parecía que podía resolverle algunas dudas.

Entraron en una cafetería cualquiera, era buen horario, no había demasiada gente. La mujer se sentó, Hans se puso a su lado.

- ¿Qué estás haciendo?

- Me estoy sentando.

- ¿A mi lado? Por favor, ponte en frente.

- Y-ya voy – Cualquiera diría que estaba hablando con un policía, le aterraba desobedecerla.

La Tormenta Ignea (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora