Capítulo 39: El día de mañana
La cocina entera disfrutaba de un dulce aroma que anunciaba la preparación de los famosos panques del muchacho con delantal.
Detrás de Seth, la pequeña Renne coloreaba los últimos toques de su tarea en la mesa. Cada vez dibujaba más rápido, deseando que su cocinero terminara lo prometido. Junto a la niña estaba Liana, quien deslizaba el dedo de arriba abajo en su celular.
Y por último, Emily; con la pijama más gruesa que tenía para mantener algo de calor en sus huesos. De vez en cuando sufría uno que otro breve temblor.
—¿Quién te enseñó a cocinar, Seth? —formuló Liana sin despegar los ojos de su pantalla.
—Fue mi mamá. Pero en realidad sé hacer muy pocas cosas.
—Ya veo...
Mientras que la masa se cocinaba hasta su punto... el cocinero se las apañó para poner la mesa, pues a Liana no se le notaba ni la más mínima intención de hacerlo. Y tampoco se le podía pedir a Emily.
A duras apenas alcanzó a voltear los cuatro hot cakes sin que ninguno perdiera su circular forma.
—¿Ya sabe el nombre para el bebé? —preguntó Seth mientras retiraba los panques y agregaba nueva masa al comal.
Los ojos de Liana dejaron de recorrer su teléfono de inmediato.
—Aun no...
Emily hizo un esfuerzo para mover su cabeza hacia el abdomen de su madre. Por muy poco que fueran cuatro meses, ya se notaba la vida
creciendo en su interior.
Por fin la cena fue servida en todo su esplendor y él pudo sentarse a la mesa en compañía de los demás.
—Podría vivir de esto —dijo la niña al dar el primer mordisco.
Seth la miró con una media sonrisa a través de la mesa.
Liana también probó un pedazo.
—Ya puedes poner un negocio —comentó ella.
Emily se acercó a la mesa con pesadez y se dispuso a cortar un trozo con ayuda de sus cubiertos.
—¿Te ayudo? —se ofreció la pequeña Renne.
—No, yo puedo. Gracias.
Emily cortó con más fuerza sin conseguir ningún avance. A lo que todos respondieron con un doloroso silencio.
—Déjame hacerlo —musitó Seth antes de partir la pieza totalmente.
Liana bajó la mirada al tiempo que masticaba lentamente. El día de mañana, cuando ella ya no tuviera la dicha de estar junto a su hija... alguien tendría que ver por ella. Y ese sin duda era el muchacho que tenía en frente.
Se llevó una mano sin pensarlo a su panza y dio un sorbo al vaso. También tenía que asegurarse de que ese bebé creciera en buenos brazos.
Pero todavía tenía tiempo de pensarlo.
Por más que se obligó a guardar el llanto, no pudo contenerlo por mucho más.
—Ya van a ser las ocho, Renne. Matt no tarda en pasar por ti—anunció a media voz y se levantó de la mesa.
Poco después se marchó.
Nadie dijo una palabra.
—Se ha estado portando raro estos días —dijo la niña después de tomar un segundo panqué.
Seth frunció el entrecejo mientras le daba vueltas al asunto. Después observó a Emily llevarse el tenedor a la boca, seguro no le sucedería nada en unos minutos que se ausentara.
—Ya vuelvo —le dio un beso en la frente a la chica y salió tras Liana.
Pasó la sala de largo y atravesó la zona del comedor sin verla por ningún lado. La llamó por su nombre varias veces sin obtener resultado.
De pronto le llegó el apago sonido de un llanto; tras seguirlo con atención, abrió la puerta de entrada con urgencia.
Y ahí estaba ella, tendida en el filo de los escalones, cubriéndose la cara con ambas manos y sacudiéndose de arriba a abajo.
En cuanto vio al chico aproximarse trató de fingir una sonrisa y apartar las lágrimas.
—No es nada importante, mejor vuelve adentro con ella —dijo entre risas forjadas.
Seth se limitó a tomar asiento junto a Liana. Frente a ellos en el cielo iluminaba una brillante luna menguante. Sólo el lejano ruido de la ciudad rellenaba el silencio.
—¿Puedo saber de qué se trata? —pregunto Seth con un suave tono.
Liana lo miró sin saber que decir.
—No quiero aburrirte con mis problemas. Insisto en que vuelvas al interior.
—Yo insisto que me cuente que sucede.
Liana negó con la cabeza. Las luces de los faroles de alrededor de daban un aspecto decrépito.
—Todo lo que sufro me lo he ganado a pulso. Así que no podemos hacer nada.
Seth dejó que continuara.
—Este bebé implica un enorme riesgo de que fallezca a mitad del parto por mi edad... ya no soy una jovencita —Se rio secamente —. No quiero dejar a Emily sola, y tampoco al bebé. Mi hija está pasando por una dura prueba que no cualquiera supera... no —Se le cortó la voz —. No puedo dejarla a su suerte.
Liana se limpió los ojos con el dorso de la mano.
—Todo esto es mi culpa ¿sabes? Si yo no la hubiera dejado en su infancia, ella no estaría sufriendo nada. Creo que eso es lo que más me pesa. Saber que todo pudo haberse evitado de alguna forma.
Seth inspiró hondo y lo dejó salir.
—Sin duda una situación difícil. Pero no por eso debe echarse atrás ¿está de acuerdo?
—Eso intento...
—A final de cuentas las cosas se resolverán como Dios lo dicte. Y si Él quiere que esto sea de cierta manera, es porque ya tiene cubierto el cuidado de Emily y del bebé, de eso usted no debe preocuparse.
Liana esbozó una media sonrisa.
Fue cuando en la entrada de la casa se detuvo un auto y de él bajó la inconfundible figura de Matt.
Seth y Liana lo vieron aproximarse hasta ellos, escalón con escalón.
—Buenas noches —dijo cuando llegó.
Le dedicó una superior e indiferente mirada a Seth y después miró a Liana.
—¿Es tu nuevo novio?
—Nada de eso —gruñó.
—¿Entonces?
—No necesitas saberlo. Espera aquí mientras voy por Renne —indicó Liana y después se perdió tras la puerta.
Seth no se levantó. Y Matt se llevó las manos a los bolsillo, esperando por su hermana menor.
—Y... —comenzó —. ¿Desde cuando sales con Liana?
—No lo hago —aclaró.
—Lo que digas... pero ya en serio.
—No es lo que piensas.
—A mí no me niegas que Liana es lo más cercano a una diosa en la cama.
Seth bajó la cabeza y negó con ella.
—!Ah, ya recuerdo! Tú eres amigo de su hija.
No hizo más que asentir, sólo para no ser grosero.
—¿Cómo está Emily?
—De maravilla —atajó.
Matt hizo una mueca divertida y pateó una pierda en el camino.
Entonces la pequeña Renne llegó corriendo, pero se detuvo junto a Seth para darle un abrazo de despedida.
—Cuídate —le susurró.
—Tú también.
La niña saltó dos escalones hasta su hermano y se alejó con él tomada de su mano.
Liana y Seth volvieron a la cocina pocos segundos después de ver alejarse el auto carretera abajo. Al llegar se encontraron con Emily totalmente dormida en la silla, su cabeza colgaba de lado y soltaba profundos suspiros de vez en cuando.
—No podré cargar con ella hasta su recámara.
—Yo me encargo.
Seth la tomó por la espalda y las piernas. De un solo y eficaz movimiento cargó con ella.
Era deprimente lo poco que pesaba.
—Vamos.
~*~
Liana empujó la puerta para dar paso a Seth. El muchacho colocó a Emily en el colchón con cuidado de hacerle daño a sus débiles huesos.
Ambos se quedaron en silencio observándola.
—¿Puedo volver mañana?
—Ella sólo está aquí los sábados. A no ser que quieras ir a centro psiquiátrico, pero dudo mucho que ahí te autoricen verla.
Él asintió para demostrar que lo comprendía.
—¿Le puedo pedir algo? —dijo Seth dándose la vuelta.
Liana asintió.
—Dele ánimos a Emily, los necesita más que nunca.
—Por supuesto.
Una hora después Seth ya se encontraba en su habitación, dando los toques finales a lienzo donde tenía plasmado el rostro de su novia.
No iba a permitir que ella se desvaneciera con tanta facilida. No mientras él tuviera la posibilidad de hacer algo al respecto.
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Doble Personalidad
Novela JuvenilAsiste a la escuela, estudia, tiene una familia y tiene que lidiar con las complicaciones de una vida adolescente. Lo único que la hace diferente es que carga con un problema mucho más grande que ella misma. Y es que tiene dos personalidades. Estu...