Epílogo - Parte 2

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Epílogo - Parte 2

El camino a casa de mi madre fue tan tranquilo como siempre. Por supuesto que vimos choques, pero a estas alturas esa era una situación normal. Los semáforos se comportaron como usualmente, al igual que los peatones.

Con Renne a mi lado (en el asiento de copiloto), era muy difícil que me desesperara, pues siempre encontraba un motivo para reírse de otros conductores... No quería imaginar los destrozos que ella podría causar en un futuro... como en ese sueño donde la otra Renne había atropellado a un pobre hombre que sólo intentaba limpiar su parabrisas.
Tenía fe en que eso no se repetiría.

—Te voy a pedir que no hagas travesuras con tu abuela —le recalqué a mi hija.
—Ajá...
Tenía la costumbre de pedirle eso antes de ir con mi madre, pero no tenía sentido si Liana era quien la incitaba a molestar a los vecinos y gritar obscenidades por la ventana, para empeorar la situación, mi madre y Renne tenían una especie de conexión que nunca he podido comprender; siempre mirándose como si supieran los pensamientos de la otra.
—Hace mucho calor —se quejó.
Subí los vidrios del auto y encendí el aire acondicionado en cuestión de segundos, entonces Renne me miró seriamente,
—¿No prefieres comprar un helado o algo así?
—Te enfermarás. Además, no traes tu suéter.
Ella insistió con una mirada suplicante que me hizo sonreír.
—¿Pasamos a comprar globos?
—¿Para qué?
—¡Llenarlos de agua!
Negué con la cabeza. En serio me gustaría complacer sus deseos, pero dentro de mi cabeza se encendía una advertencia cada que mi parte materna detectaba un posible problema.

—¿De niña no te gustaba jugar?
De inmediato mis ojos se enfocaron en un punto perdido y las palabras se trabaron en mis labios.
—A mí...
Pasé saliva, luego me acomodé un mechón de pelo detrás de la oreja y miré de reojo a Renne.
—¿Mamá?
—Oye, mira —solté —, una florería. ¿Por qué no bajas a comprar unas para tu abuela?
Mi hija se bajó con un gesto extrañado y algunos billetes en la mano.

Solté un suspiro aliviado. Para mí no era sencillo tocar temas de mi niñez, eso de por sí ya era raro; pero lo más extraño (incluso yo lo admitía) era que no tenía ni la más mínima idea de por qué me costaba tanto regresar a los recuerdos de esa etapa. Para empezar, estaban todos borrosos, de ellos tenía la esencia necesaria para saber que estaba ahí, más no para conocer su contenido. Lo mismo sucedía con mi adolescencia, estaba allí, pero era como si tuviera lagunas en mi cabeza, que habían sido rellenadas con recuerdos positivos... recuerdos no del todo míos; podía percibirlo.

Había hablado con Seth de esto, él se limitaba a escucharme y asentir, cosa que me ayudaba de momento. Algunas veces le preguntaba si él sabía algo de mí que yo no... Y siempre era la misma respuesta: "No"
Argumentaba que mientras estuviéramos unidos en familia, no tenía de qué preocuparme.

Renne volvió con un ramo de orquídeas bañado en rocío. Eran preciosas.
Sim más preámbulos, arranqué.

~*~

Con los gustos extravagantes de mi mamá, no era de extrañar que viviera en una casa cargada de ornamentos y decoraciones. La vista de enfrente era un color entre beige y dorado... con dos balcones pendiendo del segundo piso y varios camastros colgantes, muy cómodos por cierto. La primera planta exterior tenía ventanas a todo su alrededor, con un espacio de dos metros aproximadamente entre una y otra.
Y lo más especial de todo: vivía en medio del bosque, por lo que le daba a la casa un aire imponente cual castillo.

Bajé a mis niños y atravesamos un camino adoquinado que hacia juego con la casa. Renne tocó el timbre al llegar a la puerta.
—¡Ey! —exclamó una voz por encima de nosotros.
En uno de los balcones estaba Liana, mirándonos con los brazos recargados en el linde de éste. Parecía más emocionada que de costumbre a pesar de sus sesenta y cuatro años. El cabello que antaño había sido rubio intenso, ahora era blanco con tonos grisáceos; además, sus caderas se habían ensanchado unos centímetros junto con su torso y brazos. En otras palabras, Liana había dejado atrás su régimen alimentario hacia mucho.
—¿Nos abres? —alcé la voz.
Liana estiró su mano hacia nosotros y levantó su dedo medio ente risas. Puede que su cuerpo no fuera el mismo, pero su carácter seguía en pie tan fuerte como siempre.
Mi hija se echó a reír a todo pulmón antes la obscena expresión.
—¡Mamá! —grité con un tono molesto.
Y si se lo preguntan, no, no está loca; mi mamá dio negativo en las pruebas de demencia senil.

Entonces la puerta se abrió de par en par y en el umbral apareció mi hermano menor, Andrés, de diecisiete años. Cabía mencionar que se parecía mucho a nuestro padre, con su cabello oscuro y esos ojos azul apagado. Era más alto que yo, y flaco cual palo.
En cuanto a su carácter, era una mezcla del buen humor de Liana con la sensatez de Frank. Sin duda era agradable de tratar, pues conocía los límites de las personas al relacionarse con ellas.

—¡Hola! —exclamó él —. Mamá va de mal en peor.
Ambos nos reímos. Poco después estábamos en el interior de la casa sentados a la mesa comiendo. Se podrán imaginar que el diseño ostentoso estaba por todas partes.
—¿Y Seth? —preguntó mi mamá.
—Trabajando.
Noté que Liana lanzó una mirada cómplice a mi hija.
—Me da gusto... —añadió.
—¿Todo bien? —formulé a la vez que dejaba de comer.
Ambas asintieron con una sonrisa. Me giré hacia Andrés en busca de una explicación, pero al parecer él tampoco sabía nada.
Los temas no pasaban de ser triviales: el clima... las ofertas del súper mercado, uno que otro nuevo semáforo en las avenidas. En fin... la charla no estaba muy animada.
—Entonces, Andy... ¿Para cuándo la novia?
Él bebió de su vaso con toda la tranquilidad del mundo.
—Para cuando dos más dos sea cinco.
No pude evitar reírme junto con Renne, mientras que Liana se limitó a sonreír.
—¿Por qué?
—Digamos que no me hace caso. Tiene veintinueve años... la semana próxima cumple treinta.
Debí de haber abierto mucho los ojos, pues Liana me dio un punta pie por debajo de la mesa.
—Ya le dije que lo que tenga que pasar, pasará. ¿No es así, Andrés?
Él asintió masticando. De pronto se puso de pie con todo y su plato.
—Tengo que ir a preparar unas cosas, nos vemos en un momento —dijo y se marchó.

Todos los demás nos quedamos en silencio, incluyendo a Rui.
—¿Cómo pasó eso? —susurré a mi madre.
Ella levantó los hombros mientras sus labios se apretaron. Me extrañaba que hasta ahora me fuera enterando del amor de mi hermano, tomando en cuenta que lo frecuentaba cada dos semanas... Tal vez él quería que se mantuviera en secreto.
—Y te va a sorprender todavía más saber de quién se trata... —añadió Liana.
Me reí interiormente, pues era poco creíble que me impresionara más.
—¿Recuerdas a la hermana menor de Matt?
Mis dientes dejaron de masticar paulatinamente. Hacía años que no veía a la pequeña Renne, no recuerdo con exactitud cuándo fue la última vez que estuvimos en la misma habitación; a decir verdad, me gustaría volver a verla, saber que fue de ella en todo este tiempo. No podía creer que tuviera veintinueve años... eso me hacía sentir vieja. Por cierto, también sería interesante ver cómo le iba a Matt.
—Claro que la recuerdo.
—La conoció en una fiesta. No me preguntes cómo coincidieron, porque no sabré responder.
—­¿Renne —volteé a ver a mi hija para indicarle que no estaba hablando de ella —sabe que Andrés es de nuestra familia? Es decir... que tiene relación con nosotras.
—No lo sé. Pero si es que sabe, menos quisiera acercarse a Andrés.
—¿Por qué? —pregunté, un tanto indignada.
—Matt la llenó de ideas sobre nosotros cuando... después de que —Liana bajó la mirada, como si estuviera buscando una alternativa a lo que quería decir.
—¿Después de qué?
—No tiene importancia. El punto es que la hizo alejarse de nosotros.

Cosas como esas eran las que me hacían sospechar sobre que me ocultaban algo. No era la primera vez que se atascaban en un tema, y de repente lo cambiaban como sin nada.
—¿Podemos comer helado? —se quejó Renne.
Y Rui comenzó a inquietarse en su asiento individual.
—No, ya lo hablamos.
Renne se cruzó de brazos y se recargó en el respaldo de la silla con actitud inconforme. No pude más que dedicarle una mirada de disculpa. Me acerqué a mi niño y lo traje en brazos a mi silla, posteriormente traté de calmarlo sacudiendo mis piernas levemente; cosa que funcionó de momento.
—¿Y papá? —le pregunté a Liana
—Sigue ayudando en un poblado de México.
Asentí y bajé mi cabeza hacia Rui. No era de extrañar que no estuviera en la ciudad, la mayor parte del año la pasaba en pequeñas comunidades haciendo servicio social; llevaba alrededor de diez años haciéndolo sin parar debido a que el divorcio con su segunda esposa (Grace) lo había impulsado a buscar otro estilo de vida. A pesar de todo, nos visitaba constantemente.

—Ahora vuelvo —dijo Renne.
Liana y yo seguimos comiendo impasibles por unos minutos. Aprovechó que estábamos solas para contarme acerca de un "galán", como ella lo había llamado, que había conocido en una tienda de productos naturistas.
—Pero a Andy no le gusta que me relacione con hombres que no sean tu papá —susurró Liana colocando la mano perpendicular a los labios, como si de un secreto se tratara.
Entendía perfectamente a mi hermano; a mí tampoco me gustaba que mamá hiciera eso cuando yo tenía la edad de él...

Fue entonces que unos gritos emocionados nos llegaron desde fuera de la cocina, más precisamente en la piscina de la casa. Me levanté de inmediato y coloqué a Rui en su silla antes de salir a toda prisa en dirección al alboroto. Para ese momento, Liana ya estaba riéndose, pues sabía lo que estaba sucediendo afuera.

Atravesé el jardín hecha una furia hasta llegar al linde de la alberca, donde Renne chapoteaba con todo y su uniforme. Ni se inmutó cuando llegué.
—¡Sal de ahí ahora mismo! —exigí.
Ella me miró aguantando una sonrisa.
—Pero hace mucho calor —golpeó la superficie del agua, causando que me salpicara el pantalón.
Apreté la mandíbula e inspiré hondo; no me agradaba para nada que se saltara mis órdenes, las cosas eran más sencillas cuando obedecía.
—Te doy tres... ¡Uno, dos...
Renne lanzó una mirada dudosa a mi madre, quien acababa de llegar a unos metros de mí. Por el rabillo del ojo noté una figura moviéndose, y cuando volví a concentrar mis molestos ojos en mi hija, supe que era demasiado tarde; otra vez habían tramado algo.
—¡Tres! —exclamó Andrés detrás de mí a la vez que corría y me abrazaba (ahí grité tanto que me dolió la garganta) para posteriormente lanzarnos a la alberca.

La nariz y los oídos se me llenaron de agua al instante en que rompimos en ella. Salí a la superficie sin saber si debía estar enojada... o divertida por la broma. ¡Mi ropa estaba empapada! Mi familia se quedó expectante a ver mi reacción... y por unos segundos, incluso yo estaba segura que daría por terminado ese alboroto con mi enojo.
En vez de eso salpiqué agua a Andrés y Renne, a lo que ellos se rieron aliviados y me siguieron el juego con mucho más entusiasmo.

En la orilla de la alberca vi a Liana mirándonos con una sonrisa perdida, probablemente recordando los años que habíamos pasado juntos hasta terminar allí. Pero no duró mucho alzando las comisuras, pues su gesto se borró en cuanto me vio salir del agua.
—¡Mamá! —dije temblando al tiempo que sonría tipo psicópata.
—Je, je. No, Emily.
Liana retrocedió unos pasos con las manos interpuestas entre ella y yo. Seguí avanzando hacia ella mientras Renne y Andy miraban la escena de cerca. Antes de que pudiera tenerla al alcance, ella me empujó en dirección a la piscina; suerte la mía que conocía sus jugadas sucias. En el último instante alcancé su muñeca y la arrastré conmigo al agua.

Escuché las risas estridentes de los otros antes de sumergirnos en la alberca. Liana salió escupiendo agua por la boca y tosiendo como si hubiera corrido un maratón, pero yo bien sabía que era parte de la actuación. A los pocos segundos se abalanzó sobre Andy y Renne abriendo los brazos y mostrando los dientes, cosa que me recordó a un monstruo azul con manchas moradas de una película infantil.

Esperé a que estuvieran lo suficiente concentrados en sus juegos para salir del agua e ir a ver a Rui, y de pasada tomar prestada ropa seca de mi madre. Mi niño seguía en su silla individual haciendo pedazos la fruta con sus pequeñas manos; agradecía al cielo que fuera tan tranquilo, a diferencia de Renne.

Luego de secarme por completo, cargué con Rui y volví a la piscina; esta vez para contemplar a mi familia. Y ahí estaba yo, recordando imágenes fugaces de toda mi vida... algunas de ellas eran difusas, pero otras estaban tan claras que todavía podía sentirlas: la presión de la escuela, las risas de mis amigos, quedarme atascada en un elevador, mi primer beso con Seth, aquel parque de diversiones, el encuentro con mi padre, la cena con la familia de Mason... La celebración de mis dieciocho años.
El inesperado gemelo de Seth (que ahora tenía un negocio para tatuarse), aquella magnifica noche bajo las estrellas con mi esposo en ese campamento... nuestra boda. El nacimiento de mis hijos.

Podía llegar a la conclusión de que cada pequeño paso que dábamos formaba parte de un gran camino.

ᴥᴥᴥᴥᴥ

Me propuse publicar este capítulo antes de salir de viaje, ¡y aquí está! Espero que haya sido de su agrado, porque a mí me gustó mucho. Debo admitir que me da melancolía ver cómo han evolucionado las cosas, pero el show debe continuar; tengo calculado publicar la última parte del epilogo dentro de tres semanas.

Por cierto, en multimedia les dejé a Emily de antes y Emily de ahora, seguro identifican cual es cual.

Aprovecho para desearles buen día y aun mejores vacaciones. ¡Los quiero!


Doble PersonalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora