Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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No supo por cuánto tiempo habían estado en movimiento, hasta que dieron con la otra parte del bosque.
Evitaron los caminos hacia las ciudadelas, siguiendo otro el cual fue marcado por JiHoon, alegando que tenía un plan en mente.
A pesar de ser más pequeño que el promedio y no haber consumido ningún tipo de carne en mucho tiempo, seguía manteniendo una reserva alta de energía.
Los llevó por un sendero marcado dentro de la siguiente Zona Roja cercana, la cual era más pequeña. Frente a ellos se alzó una entrada a otro pueblo, el cual evidentemente había sufrido de un ataque de carnívoros en el pasado. Destrozos por todos lados, rastros de sangre seca, y cintas amarillas con las palabras «ᴘʀᴇᴄᴀᴜᴄɪᴏ́ɴ, ɴᴏ ᴘᴀsᴀʀ» en negro bailando con el viento, anteriormente puestas por los Pacificadores cuando en su momento llegaron para atender el asunto y rescatar a los sobrevivientes —si es que llegó a haber alguno—.
—Nuestro pueblo era el último de la zona el cual seguía en pie. Este era el penúltimo con conexión segura a las ciudadelas... sin necesidad de un intermediario —informó JiHoon en voz alta entre jadeos, encabezando el grupo ahora al lado de SeongHwa mientras los guiaba a través de las de las desoladas calles cubiertas por una fina niebla hacia el centro—. Gracias a la protección de los Son es que pudimos mantenernos sin grandes perjuicios. Sin ellos... hace tiempo habríamos acabado de la misma manera... Y que todo haya acabado de esta forma...
—Deja de mortificarte, JiHoon —dijo San, sin haber cambiado nada de su gélida expresión—. Por más que suene cruel de mi parte, ya no hay tiempo para eso. Ahora estás con nosotros. Debemos concentrarnos en salvarnos.
JiHoon solo apretó los labios y asintió. De sus ojos enrojecidos se deslizaron pequeñas lágrimas sobre las marcas de las anteriores.
Se detuvieron frente a un local cuya cortina de fierro estaba magullada y forzosamente doblada hacia un lado. Los carnívoros que atacaron con anterioridad debieron de hacerlo para llegar a los habitantes dentro.
HongJoong, San, HyunJin y SeoHo pisaron tierra para dejar que los Lobos cambiaran. El pueblo abandonado, por demás tenso tenía el olor de la muerte. Calles vacías y un silencio fúnebre.
No muy lejos de donde estaban, había un oso de felpa destrozado, tirado junto a un zapatito.
Algo se removió en la mente de HongJoong.
Las nubes rugieron y el viento agitó sus cabellos.
—Escúchenme —la voz de JiHoo lo regresó a la realidad. Sonaba agitado de tanto correr—. Ellos no tardarán en encontrar nuestro rastro y llegar hasta aquí. Sé que sonará arriesgado, pero si seguíamos en la carrera al aire libre la posibilidad de que nos atraparan sería el mismo, con la diferencia de que ellos —apuntó con un dedo tanto a HongJoong como a los no cambiantes— no tendrían oportunidad ante la pelea, y serán blancos fáciles. No podrán protegerlos en esas circunstancias.
