Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
«Los sueños son una forma de hacer menos dolorosa la realidad»
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Frío.
Así sentía su sudor en ese momento, no era culpa del invierno.
Despertaba por tercera vez consecutiva en la noche. Hacía dos meses atrás HongJoong comenzó a tener sueños extraños, junto con un miedo inquietante en su pecho. Sus entreabiertos ojos grises se pasearon por la pequeña habitación.
Tocó su pecho mientras se sentaba entre las gruesas frazadas, la madera de la cama creó un leve rechinar.
Calmó su respiración como pudo y clavó su mirada en su mano libre. HongJoong se sintió confundido, adolorido, y extrañamente triste. ¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿Quiénes eran esas personas que veía en sus sueños? ¿Por qué no podía ver más allá de sus perfiles, espaldas, y sonrisas fantasmas? ¿Por qué esas voces le llamaban con tanta familiaridad, y a la vez, con tanta desesperación?
Ese bosque oscuro, esos gruñidos profundos.
Esos ojos brillantes como el fuego.
No entendía nada. Nunca había salido de su casa ni de la ciudadela. Jamás los había visto en su cotidiana vida.
El ambiente de su hogar era agradable ante el helado clima de afuera gracias a la calefacción que venía equipada con la casa, aun así, su sangre se sentía fría, como los ligeros fluidos que salían de su frente, rostro y cuello hasta su abdomen. Su mullet se había pegado un poco por su nuca por culpa del sudor; se lo removió frunciendo los labios en una mueca.
No sudaba tanto en el invierno, pero su sueño lo había puesto nervioso, sumado a que dormía bajo varias capas de gruesas mantas. Su garganta la sintió seca.
Tengo sed. Pensó. Debo beber agua y tratar de calmar a mi omega.
De su boca salió un intento de gruñido -más parecido a un quejido débil- mientras se movía.
Levantó las mantas para poder girar su torso y piernas, hasta posar las plantas de los pies desnudos en el piso de madera. A pesar de la calefacción, sintió un veloz escalofrío recorrer su cuerpo por completo, causando que sus dedos tiritaran.
Salió de la habitación en silencio luego de colocarse las pantuflas. La única luz que le indicaba dónde estaba la cocina en medio de la oscuridad era el brillo de la luna, la cual se colaba entre los vidrios de las ventanas cuadradas. Cómo le aterraba a veces esa luna.
Su perro asomó la cabeza desde su lugar en su colchón del pasillo para ver a su amo caminar a pasos arrastrados, sin hacerle caso, y regresó a acurrucarse.
Caminó sin problema alguno evitando una mesa pequeña a la derecha del pasillo decorada con un pequeño jarrón, hasta llegar a la cocina. Tomó un vaso de la despensa, y se sirvió del dispensador de agua.
