Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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Se dirigió a la habitación de huéspedes diciéndole a HongJoong que iba a tomar su abrigo antes de salir. Se le vino una vaga idea de quiénes podrían estar ahí afuera, pero desapareció tan rápido como llegó; no podía ser. Era muy absurdo. Por las dudas, abrió el cierre oculto en el fondo de su mochila; sacó su arma de fuego Heckler & Koch USP rozando sus dientes por su labio inferior. Tenía experiencias pasadas similares a esta, y aprendió que llevar un arma al alcance de la mano nunca estaba de más.
La ocultó en su pantalón tras su espalda, como había aprendido anteriormente, y se colocó el abrigo. Cuando YeoSang regresó a la cocina-sala HongJoong se había colocado el suyo esperándolo con un inquieto y ruidoso Shiber. El mayor había dejado la pequeña olla con tapa para que el agua no se derramara al hervir.
—Ya, podemos irnos —anunció YeoSang subiendo el cierre de su abrigo hasta el cuello—. Solamente diez minutos, Hyung.
—Solamente diez minutos —repitió HongJoong riendo con sutileza—. Llevo mi linterna por las dudas, no te preocupes por si la oscuridad nos agarra un poco antes con este clima.
Al salir la helada brisa acarició sus pieles con malicia. De inmediato el omega sintió su nariz enfriarse, el beta arrugó la suya, mientras Shiber estaba más que feliz enterrando su hocico entre la nieve con ganas. YeoSang simplemente no iba a adaptarse nunca al clima frío de las tierras donde estaban, detestaba el frío con su alma. Veía de reojo a HongJoong quien, al contrario de él, parecía disfrutar un poco más del ambiente. Sonreía con simpleza viendo a su perro husmear en cada esquina ya conocida, y con ganas de tironear de su correa más de la cuenta.
También sonrió. Era bueno tener un buen amigo luego de años.
Caminaron hasta internarse entre los árboles, siguiendo el camino que HongJoong y Shiber siempre recorrían al dar sus paseos. YeoSang estaba más atento que nunca, miraba cada rato a los costados y detrás de ellos, apenas prestaba atención a lo que su mayor le decía. Shiber hizo del baño en varios troncos y enterró su popó bajo tierra con nieve.
HongJoong se percató de la extraña actitud de YeoSang al encontrarlo viendo fijamente hacia atrás. Faltaba poco para que el sol se ocultara del todo.
—¿Sucede algo? —le preguntó provocando que el beta saltara en su lugar levemente. Sus propias cejas se levantaron al mismo tiempo —. ¿YeoSang? ¿Te asusté?
—No —negó rápidamente—. ¿Podemos regresar ya, Hyung? —volvió a mirar a un costado del sendero—. Se está poniendo más oscuro.
—¿Desde cuándo le temes a la oscuridad? —preguntó—. Apenas pasaron unos minutos de que salimos...
Shiber empezó a gruñir, como la noche anterior en la que YeoSang se percató de que acechaba por la casa de HongJoong. Su cola tiesa nuevamente, mirando hacia una dirección enseñando ahora sus caninos finos, provocando que ambos se detuvieran. YeoSang sintió por un momento que esa situación ya la había vivido antes, en algún momento de su anterior vida manchada de sangre e inmensa culpa cargando sobre su espalda. Los recuerdos de los días del otro bando ocuparon el lugar de su presente, el dolor estrujó su corazón, y el rostro de HongJoong era reemplazado por el fantasma de ese joven que, ya debería estar muerto.
