Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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Su cuerpo sufría temblores que él no podía controlar. Tomaba pausadas bocanadas de aire obligando a sus pulmones a regular su respiración. HongJoong sentía un agudo dolor indescriptible, no sabía su exacta procedencia, su mente no funcionaba bien despertando de golpe. Las ganas de vomitar se hacían más fuertes.
Tuvo que forzar a sus piernas para que reaccionaran. Con una mano cubriendo su boca y la otra palpando las paredes oscuras para no tropezar con nada en el camino, se dirigió a la puerta de la habitación. Debía llegar al baño antes de que hubiera un accidente desagradable en el piso.
La puerta chocó sin querer contra la pared haciendo un ruido sordo, rozando el hocico de Shiber en el proceso. El can siguió ladrando sin apartar la vista de su dueño. Los pies descalzos de HongJoong llegaron al baño rápidamente. Levantó la tapa del inodoro y asomó la cabeza; vomitó. Aunque fue poco lo sintió como si expulsara todo lo que había ingerido en el día.
Estuvo con la cabeza metida en el inodoro sujetando el borde frío con sus manos un largo rato. Inhaló y exhaló por la boca sintiendo el aire raspar su garganta. De repente le venían arcadas fuertes que golpeaban su estómago, obligándolo a arrodillarse frente al retrete cuando creía que ya se había terminado.
Shiber no paró de ladrar yendo y viniendo por el pasillo, deteniéndose unos segundos al lado de HongJoong como si quisiera asegurarse de que estuviera bien.
HongJoong tomó una última gran bocanada de aire al no sentir más arcadas. El sabor del jugo gástrico era ácido y asqueroso. Escupió saliva antes de levantarse con cuidado, y dejarse caer frente al retrete. Jadeaba con la boca entreabierta, con sus ojos cerrados, sumando a la cabeza echada hacia atrás. Se sentía débil, enfermo. No era su celo, sería peor si de eso se tratara.
Descansó un rato ahí, sobre la fría losa con humedad antes de levantarse sin ganas para estirar la cadena. Bajó la tapa del inodoro y se sentó ocultando su rostro entre sus manos. Era la primera vez que le ocurría algo así. ¿Habrá pescado una gripe? No lo creyó, se cuidaba demasiado para evitar caer enfermo. ¿Entonces?
Gimió bajo al sentir una punzada en su vientre. Quemaba, pero al menos podía soportarlo.
HongJoong desvió su vista a la puerta encontrándose con Shiber. El Shiba Inu no había parado de ladrar, y al ver a su dueño sentado en la tapa del inodoro se le acercó sin dudar. Restregó su costado por las piernas del omega mirándolo fijamente, con su lengua jadeante y ojos brillantes de preocupación. HongJoong lo acarició con su mano derecha en un toque ligero.
—Estoy bien, muchacho. Ya estoy bien —le susurró con voz rasposa. Hizo una mueca ante lo que el vómito había causado en su garganta—. Tranquilo, Shiber.
Se limpió la boca en el lavamanos mojándose la cara al mismo tiempo. Escupió varias veces gárgaras con el vago intento de que el gusto viscoso se fuera. Al secarse tiró la toalla en el cesto de ropa sucia, después iba a lavarla.
