Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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Tal y como YeoSang se lo pidió, YunHo estacionó el Jeep cerca de la entrada principal del hospital, en medio de otros dos vehículos. Luego se dirigió hacia la habitación de YeoSang pasados los minutos acordados. No podían salir por la parte trasera, ya que ahí era donde los miembros de seguridad también se reunían. De inmediato los reconocerían siendo que luego del incidente de esa noche sus rostros ya estaban en cada papel de los uniformados.
Así que salir por delante escabulléndose entre las personas en la sala de espera era una opción viable, pero no significaba que podría funcionar del todo. Debían tener mucho cuidado igualmente.
Decir que no estaba nervioso por ello sería una mentira. Sacar a YeoSang del hospital aún en el estado de recuperación en el que se encontraba era riesgoso, pero ya había aceptado, y conociendo la actitud de su amigo, no le quedaba de otra que seguir en la carrera. Aunque ciertamente no era lo más atrevido que había hecho a lo largo de su vida.
Tocó la puerta tres veces tras asegurarse de que, efectivamente, no había ningún personal por ahí. Oyó un seguro "Pasa", y abrió la puerta.
YunHo entró viendo a YeoSang sentado en el sofá con el ceño bastante fruncido en concentración, tratando de atar lo mejor posible el cordón de su zapato derecho con una mano.
—¿Necesitas...?
—No. —YeoSang negó al instante.
—Muy bien. No te tocaré.
YunHo suspiró por la nariz apoyando su cuerpo contra la pared, cruzando los brazos para esperarlo.
YeoSang no iba a ceder fácilmente, sabiendo lo poco aceptable que era al contacto físico si él no lo permitía. A la última, luego de unos segundos más, YeoSang estiró su brazo aún débil para terminar el nudo y soltó un gruñido.
Ya listo, se levantó con el apoyo de la muleta para después dejarla a un lado. No tenía planeado llevársela consigo.
—Hazme el favor de llevar el bolso. Terminaré de arreglar la cama.
YunHo tomó el bolso que YeoSang le tendía, pensando en qué decir o hacer para liberar la ligera tensión e incomodidad en la habitación.
—Realmente no puedes quedarte quieto aún después de salir por un pelo de una balacera...
YeoSang rodó los ojos dirigiéndose hacia la cama para estirar la sábana y las mantas con su mano activa.
—Detesto perder tiempo en dolores físicos. Además, debo mover lo más que pueda mis extremidades para evitar un entumecimiento no deseado. —en ello, movió lentamente su hombro, sin poder reprimir una pequeña mueca de dolor.
