Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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Los oídos de YeoSang zumbaban al pasar por los postes de alarma. El sonido se sobreponía a los gritos de los civiles aterrorizados, y el de los soldados en marcha hacia sus ubicaciones designadas por los de rango mayor. De repente, el viento frío que golpeaba su rostro y secaba su garganta se había vuelto más cortante; no sólo insensibilizando su carne, sino también sus sentidos. Su mente trabajaba sin parar. Y el pensamiento más fuerte era el de volver con los suyos, y huir, antes de que el verdadero desastre se desatara.
Volviendo minutos atrás, cuando estuvo a punto de salir de la pequeña sala de interrogaciones, el comunicador de Dorian emitió un sonido agudo constante que lo hizo quedarse. Lo reconocía como una alarma que indicaba una llamada de emergencia. Los Cazadores usaban una igual.
Sin pensarlo siquiera, Dorian contestó, con su voz sonando totalmente natural, como si hace unos momentos no hubiera sido afectado por el poder de la presencia de YeoSang.
—Aquí Dorian, señor.
—¡Dorian, esto es un Código Negro! —Dorian y YeoSang se petrificaron en sus sitios al escuchar el grito de Kyung. En especial Dorian, quien nunca lo había escuchado hablar en ese tono tan alarmado, y se atrevía a decir, casi asustado—. ¡Informa a los soldados que activen el Protocolo Lycan inmediatamente!
—¿Protocolo Lycan, señor...?
El Protocolo Lycan consistía en una formación especial en las Ciudadelas más avanzadas para contrarrestar un ataque de Licántropos. Se usaban armas de última tecnología, otorgadas por los laboratorios de la Zona Negra que trabajaban mano a mano con la armería del ejército, junto a equipo pesado de uso muy exclusivo. Por los recursos limitados y el extenso tiempo que les tomaba su fabricación, su uso era exclusivamente autorizado en casos de alto nivel de peligro, como el código Negro.
—¡Ala Negra... está de vuelta... y va hacia la Ciudadela!
Tras oír esa frase, YeoSang sintió un hundimiento en el pecho, seguido de una descarga de ira incomprensible. Había oído rumores e incontables narraciones de las calamidades que el segundo al mando de Lorcán había hecho, y era capaz de hacer. Pero que fueron pocas las veces en las que se dejó ver como lo que realmente era, y los que sobrevivieron de esas veces se podían contar con los dedos de un par de manos, sumándole al trauma de haber visto un acto sobrenatural imposible de concebir estando cuerdo.
Dorian y Kyung tuvieron un breve y rápido intercambio de palabras antes de que el comandante cortara la comunicación. Dorian estaba de regreso en sí mismo; mentalidad de soldado, y como la mano derecha de Kyung, ahora la responsabilidad del resto de su división presente en la Ciudadela caía en él. YeoSang y la manada quedaban en segundo plano ante la nueva amenaza. Sabía que no podrían lidiar con ello aunque quisieran.
