Las almas destinadas son unidas por un lazo invisible que perdura hasta el fin de los tiempos. Viven varias vidas buscándose, estirando el hilo, enredándolo, hasta encontrarse.
En medio de la oscuridad, emerge una criatura enorme, espléndida, feroz...
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La Ciudadela de Reubicación tenía ciertas características que la diferenciaban de las demás. Su sistema, para empezar, era mucho más estricto. Los sobrevivientes de ataques de carnívoros eran llevados allí cuando sus hogares eran devastados. Recibían cobijo, tratamiento médico y una protección a un nivel mayor al tratarse de contener a gente en un estado frágil. Las patrullas estaban activas día y noche. Los centinelas velaban por la gente y se aseguraban de que nadie que no fuera previamente anunciado se acercara a las puertas.
Además, era de conocimiento público que era la Ciudadela que contaba con más beneficios del Centro de la Unidad Médica de Pacificadores, ubicada en la Gran Ciudad Fija, considerada por gran parte de la población como una potencia mundial.
Mantenían allí a las personas hasta que los especialistas consideraban que volvían a ser aptos para reintegrarse a la sociedad. Dependiendo de su edad y especialidades —si es que tenían—, los reubicaban en las demás ciudadelas estratégicamente construidas, de las cuales no todas contaban con los mismos recursos.
Cuando eran adultos era más fácil trasladarlos. Cuando se trataba de niños y adolescentes huérfanos, el proceso era más largo y complicado. Encontrar familias o cuidadores aptos que estén dispuestos a hacerse cargo de ellos hasta la mayoría de edad se volvía un reto cada vez mayor. Aunque su porcentaje fuera menor en los reportes de rescate, puesto que estaban entre las presas favoritas de los carnívoros, después de los herbívoros.
Normalmente, se estimaba que una a tres personas de entre cien a doscientas, víctimas de un ataque de carnívoros, sobrevivían. Encontrar a más en el mismo lugar se consideraba un verdadero milagro, ya que los carnívoros no dejaban las cosas a medias y sabían muy bien de la existencia de las madrigueras intrincadas de los herbívoros, costumbre que los omnívoros en los últimos años habían empezado a adoptar. Por ello los Pacificadores se dedicaban a buscar hasta por debajo de las piedras en cada llamada, y al final, a los rescatados, los llevaban a la Ciudadela Reforzada.
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