"Dilo sin decirlo"
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El suelo del pasillo crujía debajo de mis pies a la par que caminaba, el edificio por dentro reflejaba exactamente lo mismo que por fuera, que estaba a punto de caerse por lo antigua que era su estructura.
Miré el número de la puerta y dejé al de cresta hacer su trabajo.
Minutos después, estábamos entrando al mono ambiente.
Asombrada miré cada rincón de la habitación sin poderme creer lo que mis ojos estaban captando, las incontables fotos y notas estaban pegadas a la pared sin dejar algún hueco vacío, por lo que no pude evitar pensar en quien sería la persona con tal paciencia y aburrimiento como para acosar así al mismísimo Jack Conway .
Lo más gracioso y ridículo de todo, es que todas las fotos eran exactamente iguales, con la misma vestimenta y sin duda con la misma expresión de llevarse el mundo por delante, clásica de mí amigo.
Reí agarrando una en específico, donde se le veía discutiendo con uno de los oficiales y me la guardé.
-Venga, que pruebas suficientes ya tenemos, es hora de esperar a que llegue.- comenté girándome hacia mis compañeros.
A mi lado Horacio sacó fotos a todo, recolectando la evidencia necesaria en caso de un juicio, y por otro lado, Gustabo se tiraba placido en la cama.
Por lo que nos había comentado Jack, la chica lo seguía todos los días hasta su departamento por la noche y se iba luego de comprobar que el pelinegro no volviera a salir.
Así que aquí estábamos, por la noche, esperando a que una chica entre a su casa para arrestarla, lo de todos los días.
-¿Tendrá algo de valor escondido? - preguntó el rubio en un murmuro, levantándose en dirección a los cajones.
Rodé los ojos a la par que me interponía en su camino. – Llevas la placa puesta, hasta que salgas de turno no vas a robar una mierda.
Pareció que el tono frio de mi voz lo asustó un poco, por lo que se dio la vuelta suspirando, para volverse a tirar a la cama.
-Miren, le gusta pintar al parecer.
Me giré en dirección al de cresta, encontrándome con el levantando un lienzo.
Al girarlo, un escalofrió me recorrió de pies a cabeza.
El mismísimo rostro de Jack estaba allí, con algunos defectos e imperfecciones propio de la pintura.
-No toques más nada, que esto se va a volver cada vez más extraño si sigues.- ordené agarrando el puente de mi nariz.
Realmente no sabíamos si esto era solo un flechazo por parte de la chica, o si estaba conspirando para hacerle algo malo al superintendente, pero de todas formas, esto ha llegado a un punto enfermizo y debe ser detenido.
Las horas pasaron con lentitud, hasta que un mensaje de mi amigo llegó a mi casilla.
Al mirar la pantalla, leí en voz alta lo que decía.
-Se acaba de ir, seguramente esté yendo hacia ahí, prepárense.
Ambos se tensaron, poniéndose en la posición que habíamos acordado anteriormente y sacando las armas correspondientes por si acaso.
Aproximadamente diez minutos después, se escucharon pasos por el desgastado suelo del pasillo.
Segundos después, la chica entró en silencio, prendiendo la luz en el momento.
Los tres apuntamos directamente a su cabeza, y ella del susto dejó caer una bolsa que traía.
-Arriba las manos, estas arrestada.- Grité a la par que me acercaba.
Ella no sabía qué hacer, simplemente se había paralizado, y todo rastro de color en su rostro había desaparecido.
La giré y acorralé contra la pared, despojándola de todo objeto, para por ultimo colocarle las esposas.
Entonces, el llanto desesperado interrumpió nuestras agitadas respiraciones.
Confundida mire hacia atrás, buscando al dueño de tal sonido, pero era más que obvio que mis compañeros no eran.
Giré el rostro de la chica, notando como las lágrimas recorrían sus mejillas sin parar, y su cara estaba contraída.
Alcé las cejas, sin saber cómo reaccionar.
-No te va a suceder nada por ahora, verificaremos qué coño sucede contigo.- le murmuré en el oído, con la intención de calmarla un poco, lo cual funcionó.
Comencé a caminar con ella a rastras hasta la salida del edificio, dejando a cargo a uno de los chicos para que cerrara el lugar.
Al llegar frente a la patrulla, la metí en la parte trasera del vehículo, sin sacarle las esposas.
-Tu nombre, cual es.
Ella relamió sus labios- Devon- murmuró sin despegar su mirada de la mía.
Asentí, analizando sus rasgos por un segundo, tenía descendencia asiática seguro, su cabello era una mezcla de rubio y castaño claro, además de tener una complexión física algo pequeña.
Mordí el interior de mi labio, preguntándome si esta chica realmente era quien estábamos buscando, su rostro por alguna razón se me hacía conocido.
Subí a la parte delantera del coche, viendo como gustabo se sentaba a mi lado, y Horacio se iba en la motocicleta.
-Venga, que alguien ya está esperando en comisaria.
En cuanto dije eso, miré por el retrovisor, esperando para ver su respuesta.
Sus ojos se abrieron ampliamente, a la par que comenzaba a mover su pierna sin parar, estaba claro que se había puesto nerviosa.
Sonriendo comencé a conducir hacia el centro, mientras escuchaba como gustabo comenzaba a recitarle sus derechos.
Al llegar al estacionamiento, bajamos todos, en conjunto con la chica, y caminamos hacia dentro.
El pelinegro me había enviado un texto diciéndome que estaba esperando en la sala de interrogatorios uno, por lo que hacia allí nos dirigíamos.
Al llegar, la chica no podía ni con ella misma, en todo el camino me había estado suplicando porque no le hiciéramos esto, que ella no lo volvería a hacer y todas la palabrería que se le pudo ocurrir.
Por un segundo, logró hasta hacer que me lo repensara, pero Jack no me dejaría en paz si la dejara escapar.
Abrí la puerta de la pequeña sala y me adentré con ella a mi lado, sentándola en la silla, donde frente a ella, estaba el superintendente.
Notamos al segundo como ella desviaba la mirada, ubicándola en un punto específico de la habitación, y todo su cuerpo se había tensado.
Apostaba que ella no iba a soltar una sola palabra.
Por otro lado, el pelinegro no podía estar más satisfecho, su actitud relajada e irónica era algo poco común.
-Me has estado siguiendo por meses.- habló, terminando con el silencio de la habitación.- ¿descubriste algo interesante al menos?- pregunto sonriendo luego de algunos segundos, mofándose de ella.
La chica, sin siquiera mirarlo, negó.
Incomoda me acomodé un poco contra la pared, esperaba insultos, cabreo, una buena multa, y que la chica estuviera tal vez unas horas tras las rejas, pero no esto.
-Venga, decide que multa ponerle y para afuera, que no tenemos toda la noche.
El pelinegro me observó con ambas cejas alzadas, sin creerse lo que yo estaba diciendo.
-Yo haré lo que se me dé la puta gana Atenea, puedes pirártela si quieres.
Apretando mis puños miré hacia otro lado, no iba a salir de esta habitación hasta que la chica esté fuera de peligro.
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Atenea | Spainrp Volkov.
Teen FictionTan fría e indiferente, pero de mirada de dulce, tan triste e indolente, pero de sentimientos puros. Con tantos misterios a cuestas, te escondes tras una careta, que solo usas para proteger, lo bello que hay en tu ser.