"El verdadero mal es, ante todo, seductor."
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No podía creer aun como había llegado a este punto, o como estaba dejando que me hicieran tal cosa.
-Debes calmarte porque va a actuar más rápido de lo debido, y te hará mal
Suspiré tratando con todas mis fuerzas de calmarme, pero mi miedo a las agujas sigue siendo el mismo que el que tenía a los ocho años.
Y Jack lo sabía perfectamente, por eso era el el que me estaba apuñalando con aquella arma mortal.
Cerré los ojos, comenzando a sentir aquellos síntomas rápidamente.
El sudor frio recorrió cada parte de mi espalda, provocándome un escalofrió muy grande.
Sabía perfectamente que estaba pasando todo tal cual lo planeado, tal cual me habían informado, y como debía ser.
Entonces, un intenso mareo sacudió toda mi cabeza, haciéndome ahora si tener demasiado miedo, los riesgos de que esto saliera mal eran gigantes.
Llevé mi otra mano a su brazo, haciéndole ver mi expresión de terror puro.
Y con una sonrisa, inyectó lo que quedaba de aquel transparente líquido, dejándome sin vuelta atrás.
La piedra en el estómago se me había asentado, y parecía que estaba saltando en mi interior.
-Voy a morir, me vas a matar...
Se rió por lo bajo, negando mientras dejaba a un lado todo el material.
Bien, no iba a morirme, solo iba a obtener un descanso, como diría Gustabo.
Estábamos metidos en un maldito baño de dos metros Jack, Gustabo, y yo.
Gustabo estaba para cuidarme de cerca, y asegurarse de que no me pase para el otro lado.
Y mi amigo, bueno, para dar el apoyo moral que necesito.
Iba a morir, literalmente.
O bueno, casi, ya que lo que provocaba aquella inyección era que el pulso de la persona baje tanto que sea casi imperceptible, lo cual en teoría, era que sí, moriría.
Estaba en un completo shock mientras sentía como todo mi cuerpo se comenzaba a enfriar.
-Escucha, Nea tienes unos 10 minutos antes de que tu flujo de sangre se detenga, literalmente quedaras como si tuvieras una parálisis del sueño, estarás despierta, viendo todo, pero no podrás decir nada, ni hacer nada.
-Joder, que gran manera de animarme -Pensé irónica.
Asentí con lentitud, tratando de mentalizarme de que esto no me mataría.
Me levanté, sintiendo por completo la pesadez de mi cuerpo.
-Vas a estar a menos de 10 metros de mi absolutamente todo el tiempo, Gustabin, hoy definitivamente no es mi día de morir.- dije agarrando su brazo con algo extra de fuerza.
Sabíamos perfectamente que el grupo de chicos con el que me había llevado aquel sujeto no querían nada conmigo, y lo comprobamos cuando uno de ellos metió un par de gotas en mi vaso.
Debo admitir que me di cuenta al instante, no solo porque algunos empezaron a prestar más atención a mi comportamiento, sino porque el olor de la bebida había cambiado ligeramente, y yo sabía perfectamente eso.
Así que haciéndome la tonta, simulé beber un trago, para luego informarles que debía ir al baño un segundo.
Por suerte Jack estaba cerca, y se percató de que me habían puesto algo, pero al comentarles que yo había fingido, él tuvo la maravillosa idea de hacerme pasar por muerta, y ver que hacían estos chicos conmigo, porque claro, si no estaban metidos en cosas turbias, me llevarían al hospital.
Así fue como llamó a Gustabo, que trajo el pequeño maletín con la inyección.
Y diez minutos después salía del baño, sintiéndome para la mierda, pero ellos no dudarían nada, ya que se esperaban algo así.
Caminé entre la gente, algo aturdida por las pocas luces de colores que tintineaban, molestándome completamente.
El pequeño bar del norte, en el cual sospechaba habían por lo menos veinte criminales, nadie notaba algo extraño en mí, ya que perfectamente podía pasar por una chica que estaba a un trago de un coma etílico.
Pude ver a el grupo de chicos, todos vestidos de moteros, con la vibra más dura de todo el bar, y por los tatuajes que pude ver en sus brazos, llevaban un largo tiempo juntos.
Esto se había convertido de una salida a por información, a una misión.
Al llegar a donde ellos, el líder, con el cual me había estado relacionado todo este tiempo, me recibió con una sonrisa, examinándome de arriba a abajo, comprobando si realmente me había hecho efecto aquella mierda.
Era un chico algo joven, tenía una barba algo olvidada por algunos días, un corte reciente, y un muy buen estado físico.
Gracias a todas las chicas que pasaron por mi lado murmurando, pude descubrir que él era uno de los más respetados aquí, y que todas le tenían ciertas ganas.
Porque claro, el tipo duro siempre nos gusta.
A pesar de que puede ser un maldito asesino serial.
Puso su mano en mi cintura, acercándome hacia él.
-Deberíamos ir a un lugar más privado, ¿no crees?- susurró metiendo su cabeza en mi cuello.
Definitivamente no, pero tendré que hacerlo.
Con una sonrisa tonta, asentí, comenzando a ver como el con un gesto, les informaba a todos que yo ya estaba lista.
Mientras tanto, mi interior se iba enfriando por completo, y sentía perfectamente como mis pies comenzaban a cosquillear.
Algo nerviosa miré hacia alrededor, buscando a Gustabo.
Entre la gente, apoyado en una pared, estaba con una sonrisa, y guiñándome un ojo, salió por la puerta antes que nosotros, escondiéndose en la oscuridad.
Miré al líder, viendo como me miraba de la forma más lasciva posible.
-No....- Antes de que pudiera terminar de hablar, mis piernas fallaron, haciéndome caer al suelo.
Bien, habían pasado los diez minutos.
Ni siquiera tenía la fuerza para manejar los parpados, no podía cerrar los ojos, simplemente veía todo.
Vi cómo me atajó en el aire, con morbosidad en la mirada, sabiendo que todo estaba saliendo tal cual quería.
Pero, cuando se dio cuenta de que mi rostro estaba palideciendo, y mi pulso no existía, su cara se puso blanca, y ordenó a sus amigos que me sacaran de allí.
En ese momento el entendió que lo que sea que me haya puesto, me estaba matando.
Mi rostro cayó hacia un costado, y mi vista se fijó en lo lejos, pude ver a Gustabo mirarme atentamente, arriba de una motocicleta, muy preocupado.
Todo mi interior temblaba del terror, del miedo de morir en este callejón oscuro, o durante el viaje en la oscura camioneta en la que me estaban por meter.
Sabía que me estaban cuidando, que vigilaban mi seguridad, pero tenía ese presentimiento de que algo iba a salir mal.
Las voces a mí alrededor se escuchaban muy lejos, como si mi capacidad auditiva se hubiera visto interrumpida.
El de delante conducía como demente, apenas podía ver, y por lo que pude notar, estaba apoyada contra el pecho de alguien.
No tenía idea de si mis amigos me estaban cuidando, o si en serio estaba sola en aquella camioneta llena de hombres que definitivamente no tenían buenas intenciones conmigo.
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Atenea | Spainrp Volkov.
Novela JuvenilTan fría e indiferente, pero de mirada de dulce, tan triste e indolente, pero de sentimientos puros. Con tantos misterios a cuestas, te escondes tras una careta, que solo usas para proteger, lo bello que hay en tu ser.