Ninguno de los dos entendía que hacía allí este muchacho. Mangel miró sorprendido a Rubius esperando a que le dijera la identidad del joven pero el castaño le devolvió la mirada mucho más confundido que él, no tenía ni idea de quién era pero lo más loco era ¿Qué clase de confianzas se le daba a este desconocido para abrazarle así?, ni siquiera tuvo tiempo de pensar en esquivarle cuando ya lo tenía apresado entre sus brazos, como si le conociera de toda la vida o algo así…
El joven se veía muy feliz como si hubiese encontrado a una persona que hace tiempo que no veía, podía haber dado primero explicaciones antes de abalanzarse así de la emoción pero su cuerpo se movió por sí mismo, sobretodo porque era esa clase de chico impulsivo que no piden permiso, esa clase de chicos alegres que hacen algo y luego lo piensan.
Rubén no soportaría tenerle más tiempo invadiendo su espacio físico por lo que esbozó una seria e incómoda expresión en su rostro y apoyó sus manos en sus brazos para apartarle.
- ¿Por qué me abrazas? No te conozco ¿Qué piensas que haces? – dice casi empujándole y de muy mal humor.
Cuando el rubio de ojos celestes se da cuenta de lo irrespetuoso que había sido ir a abrazarle así no puede evitar sentir vergüenza.
- Perdóname! – exclama retrocediendo un paso y mirando a los dos sin quitar su gran sonrisa – es que me sorprendió encontrarte aquí, pensé… - se queda en silencio por unos segundos y su sonrisa se borra.
Mangel y Rubius se miran entre ellos aún sin comprender mucho la situación.
- Pensé que después de aquello… nunca te vería por esta parte de la ciudad, mucho menos verte tan… - ladea una sonrisa con unos ojos que trasmitían cierta energía entre tristeza, nostalgia y felicidad, todo una mezcla de emociones – tan diferente…
- ¿Diferente? –
Sus palabras estaban confundiendo mas al castaño que buscaba que le explique bien todo de una vez por todas.
- Perdón, doy muchas vueltas a la hora de hablar – se ríe – soy Ezequiel ¿ya te olvidaste de mi?
Se quedó meditando ese nombre ¿lo había escuchando antes?, si, si lo había escuchado pero ¿Cuándo? ¿Dónde? Mientras sus ojos daban vueltas de un lado a otro tratando de recordar, diferentes imágenes se hacían presente de a poco pero no podía acordarse muy bien porque hacía mucho que habían pasado…
Rubén nunca fue un chico muy sociable que digamos pero solía tener compañeros de juegos o charlas de pequeño, tanto del colegio como del barrio, pero no pasaba mucho tiempo con ellos porque era más de divertirse sólo y ser más familiar. A Ezequiel lo vió por primera vez en una de esas caminatas que solía dar a pocas calles de su casa, en donde solía detenerse a ver en la vidriera de la joyería artesanal cerca de allí, el chico era hijo del dueño y solo bastó con un: “¿por qué no entras un rato a ver más de cerca?” para que se comenzaran a ver seguido. Ezequiel no tenía mucho tiempo para juegos porque desde pequeño aprendió el oficio de su padre pero no le molestaba que Rubén fuese a ver lo que hacía, sobretodo le gustaba que otro chico siendo hasta más joven que él tuviera el mismo interés por esos pequeños objetos brillantes. Un día dejaron de verse cuando Ezequiel dejó la ciudad con su padre donde seguiría aprendiendo el arte de hacer joyas en otra tienda de su familia y la que estaba aquí quedó en manos de su hermano mayor.
No eran amigos muy cercanos pero le hubiese gustado quedarse más tiempo para conocerse mejor y afianzar su amistad… cuando dos años atrás tomó la decisión de volver a la ciudad para trabajar con su hermano, recordó a ese pequeño niño que solía ir a la tienda y una tarde pasó por su casa con la intensión de saludarle después de tanto tiempo. Se llevó una gran sorpresa cuando al tocar el timbre y esperar ser atendido una mujer abre la puerta sorprendida, no esperaba para nada visitas que no fuese correspondencia o algo por el estilo…