En un abrir y cerrar de ojos, la semana había transcurrido prácticamente volando y la organización de la mudanza estaba en pleno proceso. Por suerte el día estaba perfecto y soleado por lo que no habría problema alguno en ir transportando los objetos, de todas formas Rubén no poseía gran cantidad de pertenencias motivo del cual no había muchas cajas que llevar. No obstante algunos muebles como los de su cuarto eran necesarios ya que en el cuarto de su anterior casa solo había objetos de su infancia guardados. Sería un gran cambio en ese lugar, quitar las viejas sábanas que cubrían todo a su alrededor, ubicar los muebles a su gusto, cambiar otros y quien sabe quizás una que otra reforma. No tenía muy bien pensado todo eso aún pero seguramente Miguel le sería de ayuda en ese tema ya que no se quedaría quieto y aportaría su grano de arena de todas maneras.
Mentiría si no dijera que tenía dudas pero ¿Qué ganaba al no salir de su zona de confort? Ya bastante su camino había tomado rumbo distinto al habitual para estar dudando ahora.
Mientras los del camión de la mudanza iban acomodando los muebles adentro del vehículo, Rubén iba ordenando las últimas cosas que les faltaba llevar de su habitación. Se aseguraba de no olvidarse nada aunque siempre podía volver a por estas por supuesto. En la caja que poseía ya se ubicaban esas posesiones que prefería encargarse él mismo de embalar, el cuadro de su familia, sus pulseras, materiales de su trabajo, CDs, esas cuchillas que se seguía preguntando porqué las seguía teniendo, libros y sobretodo esa pulsera amarilla de su madre que no le gustaría que se llegase a extraviar por nada del mundo.
El lugar que por tantos años fue testigo de tantos recuerdos la mayoría para nada agradable ahora solo era un sitio vacío con polvo, lo único que le agradaba recordar eran las veces que allí se relacionaba con Mangel, nada más. Todo lo que le causara dolor ya no quería que le rondara en su mente pero eso ya no tenía importancia porque esto era como dar vuelta de página.
Dio la última mirada a cada rincón, tomó de nuevo la caja para cerrarla y se giró para marcharse...
Una vez abajo se encuentra con su tía que daba las indicaciones de a donde debían llevar todo a los trabajadores.
- Rubén – lo mira enfocando su atención a la caja - ¿quieres poner esa caja con las demás cosas en el camión?
- No, está bien, no tengo mucho así que la llevaré yo –
- O teh podríah ayudáh yo – Mangel se acerca con un casco en su mano –
- ¿Y tú qué haces aquí? ¿No estabas en la casa? – se sorprende al principio pero ya luego le daba medio igual, ya se había acostumbrado que ese chico hiciera lo que quisiera y aparecería sin aviso.
- Si, pero vineh a ver si todo estabah bien y si necesitabas ayuda – le da un beso rápido en los labios.
- ¡Mangel! – Lo aparta – ¡hay gente!
- Ay Rubén que por mí no te preocupes – se ríe su tía – los chicos de la mudanza ya están ir a tu vivienda, no deberías ser tan tímido.
- ¿Tienes que trabajáh Melanie? ¿No nos ayudaráh con la casa? – pregunta con toda confianza. Se veía claramente que el que más tranquilo llevaba todo era Mangel, muy típico.
- Ahora debo alistarme y ver por el tema de los locales que se abrirán de la compañía en ésta ciudad así que no podré ayudarles lamentablemente, me gustaría – se entristece – Julián ya está en eso y yo me tomé este tiempito para ayudar un poco pero debo irme.
- No te preocupes tía, gracias por tu ayuda, nosotros haremos todo lo demás –
Melanie lo observa muy nostálgica, pero feliz de ver que ese muchacho al que vio crecer toda su vida había conseguido trabajo, pareja e irse a vivir a la casa que sabía que en algún momento sucedería. Nunca lo presionó a que tomara estas decisiones pero como todo ave que debe volar del nido presentía que este día llegaría, no creía que llegara tan pronto pero tenía noción que la aparición de Mangel tenía mucho que ver en eso y le alegraba porque veía un bonito futuro para ambos.