El sol volvía a alumbrar por aquella ventana, haciendo sentir algunos rayos de luz en el rostro de Rubén. Iba despertándose de a poco entre bostezos y mientras su vista enfocaba su entorno, nota que a su lado no había nadie y al asomar su vista hacia abajo en donde tendría que estar el colchón tampoco estaba Miguel, ni él ni el colchón. Se había tomado el trabajo de dejar prolijamente dobladas las cobijas sobre la silla del ordenador y volver a guardar en el closet el dicho colchón.
El reloj que colgaba de su pared marcaba las diez, pensó que sería una hora más tarde tomando en cuenta la costumbre que tenía de levantarse a horas pasadas las 1 pm. De todas maneras aun se sentía un poco cansado, sentía que no había dormido lo suficiente y tampoco se había despertado con muchos ánimos la verdad.
Recuerda en ese instante que Miguel al final se había terminando durmiendo a su lado, eso ya lo había puesto un poco de mal humor y con una mezcla de vergüenza, ¿Cómo es que le estaba permitiendo que se de esos aires de confianza con él?. Claro, ¿Cómo no darlas? Es un amigo. “Amigo” esa palabra le hacía estresarse y querer darle golpes a su almohada o cualquier cosa que tuviese cerca, es que en su mente se las daba por pensar que no quería tener que seguir con esto. Estas clases de confianzas, el hablar con alguien, el permitir que esté cerca, el que sepa cosas de ti, le hacían querer volver a estar solo, pero si se ponía a imaginar que ahora Miguel no llegase a estar allí o nunca volviese a ver su cara seria raro. Una parte de él ya se había acostumbrado a su presencia por eso aunque no podía ser sincero consigo mismo o su mente no quiera aceptarlo, era indudable de que Miguel ya significaba algo, no era alguien de que pudiese descartar en un segundo y no sentir nada por ello.
Se levanta percatándose rápidamente de una pequeña nota sobre el escritorio “Tu tía se fue temprano y acepté que me lleve a casa. Ella dejó pastel en la heladera. Desayuna bien. Nos vemos luego. Miguel “. Suelta un leve suspiro y la toma en su mano arrugándola para arrojarla al cesto. Eso hizo que por unos segundos se sintiera extraño ya que tenía la costumbre de hacer lo mismo pero con las notas que dejaba su tía, y ahora lo hacía con la que dejó Miguel. Vaya molestia, pero no era un feo sentimiento.
Al dirigirse hasta la cocina, el lugar se había vuelto a inundar de silencio. Rubén no tenía expresión alguna en su rostro, hacia lo que tenía que hacer. Se sirve una taza de café y corta una rebanada de ese pastel para sentarse a desayunar. El silencio antes no era molesto, ¿esto era lo que estaba cambiando? ¿Por qué se sentía tan incomodo el estar allí sentado mientras desviaba su mirada de vez en cuando hacia ese gran ventanal?. Quizás ya su mente se estaba dando cuenta que estar solo era aburrido, que estar solo era triste, pero aun así no lo aceptaba. Había dos opciones, buscar ahora la manera en que se sintiera mas cómodo, quizás el rodearse de personas no era tan malo, o estaba la segunda opción, volver a sentirse a gusto en la soledad, pero eso significaría que tendría que volver a estar solo. ¿Cuál era la mejor opción?, el sabia que elegir la segunda harían retroceder todo su esfuerzo por tratar de cambiar, pero esas dudas y las cosas que aun le costaban superar lo tenían al punto de ya no saber qué hacer. ¿Por qué era tan difícil permitirse ser feliz?.
Una vez que termina de desayunar, nota que afuera estaban colgadas sus ropas y la de Miguel, que se estaban secando al sol. No podía quedarse con estas, debía devolvérselas, pero ¿era mejor esperar a que las venga a buscar?.
Miguel por su parte estaba ya en su casa limpiando un poco las habitaciones, por suerte, era sábado y no tenía que trabajar ese día. Se sentía de muy buen humor, y no podía esperar a volver a ver a Rubén, además de que tenia la excusa de buscar sus ropas y devolverle las que le prestó, así que no tendría que caer a verle sin razón aparente aunque ¿el solo querer verle no era razón suficiente?, claro que sí, pero tampoco quería ser tan molesto de estar 24 horas atrás de él solo con querer verle. Esa razón podría ya incomodarle más.