Para Mangel fue una completa sorpresa y coincidencia que justo al dirigirse a ese lugar ambos se llegasen a encontrar particularmente con sus padres, así sin más, sin previo aviso, eso ya no le resultaba nada raro porque su madre era la persona más inesperada que alguien podría conocer, aunque el tema principal resultaba que de haberlo sabido antes quizás Rubén se hubiese preparado mentalmente para la ocasión ya que de solo mirarlo podría fácilmente darse cuenta de que estaba aterrado.
Siempre las primeras veces para cualquiera suelen ser un poco atemorizantes y mucho más para alguien inseguro en el cual solo predice la peor de las conclusiones. Sin embargo, Rubén, sumado al temor de que los padres de Mangel no le acepten, buscaba en su mente las palabras correctas para poder entablar una conversación positivamente amena. Era imposible, no solo porque estaba muy nervioso si no porque el hablar con alguien desconocido, sea quien sea, no era tan sencillo. Con esa respectiva personalidad del suegro, al claramente su falta de interés hacia él, era ya un punto para ponerse inseguro. No es que quisiera impresionarle, tenía consciencia de que no era la persona más gentil, trabajadora, alegre del mundo del que cualquier suegro se alegrara de compartir momentos pero aun así quería tener su aceptación... ¿o no? Se estaría mintiendo a sí mismo si no admitiera que por su cabeza se cruzó algo como: si no me aceptan dejaré a su hijo libre de mí, o alguna tontería referida con eso. Estaba claro que sería solo una excusa, si dejara a Mangel no sería por sus suegros, sería por sus inseguridades, sentir que no vale la pena arriesgarse tanto. Esos pensamientos los luchaba por apartarlos y solo concentrarse en únicamente esta visita, debía hacer lo correcto y no perturbarse con ideas negativas, no se dejaría vencer por la ansiedad.
El hilo de la conversación se había enfocado a Miguel y su madre que, por supuesto, tenía miles de preguntas típicas de madre "¿cómo te está yendo?, ¿estás comiendo bien?, etc.", el de lentes hacía lo posible para calmarla y posponer su charla, ya se estaba haciendo tarde y sol oculto para estas horas era la venida del frío viento de la costa...
- Mamá, seh que quieres hablar ahora peroh ya está oscureciendoh y debemoh hacéh la cena... ¿Dónde se estarán quedandoh? –
- Estaremos en un hotel cercano de aquí, sabemos que en donde tu vives es pequeño y solo estaremos un par de días – le responde el padre.
- Entiendoh –mira a Rubius – pueh mañana podriamoh hacer algo todos juntos ¿no?
- ¡Sería estupendo! – exclama energética su madre y mira la bolsa del mercado - ¿y donde cenarán? – no ocultaba su curiosidad y su indirecta de que planeaba algo...
- Eh... en casah de Rubén – le responde su hijo un poco preocupado a esa pregunta porque conociendo a su madre no preguntaría sin razón alguna algo como eso.
- Entonces... no es que quiera invadir ni mucho menos pero ya que tuvimos la coincidencia de encontrarnos así ¿Por qué no mejor cenar todos juntos ahora? Si no es molestia, de paso conozco mas a mi yerno y no es necesario que cocinen ustedes, estaría feliz de hacer la cena – planteaba en un intento de convencerlos y observando más a Rubén en busca de su permiso.
Hubo un breve silencio mientras esperaban la respuesta del castaño que pese a que sus nervios habían disminuido ligeramente aun le resultada complicado contestar sin tartamudear o entrelazar más de dos palabras.
- No hay problema- le responde tímidamente esperando a que su pareja continuara con las palabras y rellenara el silencio.
- Entonceh vayamoh a la casa, tengo la motoh aquí pero podemoh ir caminando –
...
Los cuatro comenzaron el trayecto de vuelta con una charla sin detenerse entre la mujer y los demás aunque a veces ni le devolvieran la respuesta, ella estaba alegre con solo tener a sus dos grandes amores juntos y ahora agregando a un nuevo miembro del cual le sonreía y le trasmitía que era su querido yerno, aunque no le conociera, si su hijo lo había escogido no había ninguna duda en que ella lo recibiría con los brazos abiertos. Podía percibir de manera sencilla de que ese muchacho era de personalidad tímida y calmada, no lo forzaría a entrar en confianza rápidamente pero quería cumplir la simple misión de que al marcharse su yerno la vea como una buena suegra, alguien cálida y amigable en la que podía confiar siempre.