Rubén estaba sentado frente a aquel ventanal de vidrio, su mirada contemplaba a aquel jardín en el que se veía poco y nada porque por alguna razón esos vidrios parecían que estaban borrosos como esas tardes de invierno en el que por el frio de afuera y el calor de adentro provocan que se empañen. Todo estaba sumamente tranquilo, silencioso y aburrido, era raro porque siempre estuvo acostumbrado a esto pero ahora era un sentimiento inestable. Parecía como si estuviese esperando a que ese ambiente cambiara… Su mano lentamente se acercan hasta apoyarse en el frio vidrio, que raro… el otoño estaba a la vuelta de la esquina pero no tenía sentido que ya hiciera frio cuando hasta hace unas horas estaba en la playa. Sus dedos limpian ese vapor incrustado para que le permitiese observar hacía afuera, quita su mano y se queda viendo esas plantas a lo lejos… esas plantas verdes que cubrían todo esa extensión de tierra.
De pronto, detrás de él escucha un maullido que lo hace desorientar y girar su cabeza rápidamente. Allí estaba el pequeño gatito negro sentado y moviendo su cola de un lado a otro, no quitaba su fija mirada de la suya. Vuelve a girar su cabeza para ver el jardín pero ahora el paisaje cambia, todas las plantas estaban secas y muertas.
El susto producto de esto lo hacen poner de pie retrocediendo unos pasos muy atemorizado, el miedo le invade con unas ansias de salir corriendo de lo confundido que se encontraba.
Al darse la vuelta y avanzar un paso, se topa con alguien que en el momento no reconoce hasta que ve bien su rostro, era Miguel que lo rodea entre sus brazos sin previo aviso. No podía hablar, no podía pensar ¿Qué demonios estaba pasando?
Su cuerpo por si solo corresponden ese abrazo, era cálido como si cerca de él nada malo podría pasarle, se sentía seguro ¿pero por que sentía tanto miedo? ¿Por qué se aferraba de una manera de no querer dejarle ir? De a poco ese contacto cuerpo a cuerpo se fue desvaneciendo hasta ya no sentirle en sus brazos, Miguel ya no estaba allí con él, ahora estaba solo y tampoco estaba en su casa. A su alrededor había tumbas, se hallaba en un cementerio y justo delante de él a centímetros de sus pies, se ubicaba una lápida cubierta de tierra.
Se agachó frente a ésta y con su mano comienza a frotar la tierra que cubría su nombre y fueron apareciendo letras… M,I,G,U... y se escucha un maullido.
…
Rubén abre sus ojos con una respiración agitada y dificultosa. Mantenía la sábana de su cama en sus manos, estrujándola con fuerzas. De a poco se fue calmando… solo había sido una pesadilla. Odiaba las pesadillas pero esta en particular le había dejado un sentimiento de angustia que no podía explicar.
Una vez más tranquilo se dio cuenta de que tenía una ligera presión en su estómago y al mirar que era lo que lo provocaba se lleva un disgusto. Se había olvidado de que cierta criatura no se había marchado en la noche, el gatito que había ingresado sin su permiso la noche anterior estaba sentado sobre él y maullando como si estuviese hablándole.
Con los ánimos por el suelo y aún muy cansado, se pone de pie y se dirige hasta la ventana para abrirla de par en par, la luz del sol choca en su rostro encandilándole por completo. Odiaba esos días que parecían tan brillantes casi en una burla hacia él, quizás estaría de mejor humor si su mente no estuviese tan agobiada, no quería pensar en lo que sucedió en la playa y si lo hacía buscaría otra cosa en que ocupar sus pensamientos, de todas formas era imposible que algo cambiase su amargura… o quizás una persona podría…
Mira al gatito que ahora estaba en el suelo y no quitaba sus ojos de él.
- Ahí tienes la ventana abierta, puedes marcharte – camina de nuevo a su cama y se sienta.
El minino sabía bien que podía saltar por la ventana pero no hizo eso. Caminó hasta él y se sentó a centímetros de sus pies. No había otra respuesta, quisiese o no, ese gatito ya había elegido a donde quedarse. No podía evitar suspirar un poco enojado, es que no significaba que odiase a los animales, menos los gatos. Sólo que nunca se vió como una persona capaz de cuidar a un ser vivo, seguro una vez esa criatura lo entendiese se iría a buscar otro dueño, eso pensaba. Además… los animales viven menos que las personas, si se encariñaba mucho tarde o temprano… pasaría lo que tendría que pasar.