Mangel admiraba la vista que tenía desde allí de pie, a metros de la entrada, lo que conformaba el frente de aquella casa. Era blanca de ventanas celestes y en muy buen estado, no parecía que estuviese abandonada por varios años, hasta aún poseía florecidas pequeñas plantas que adornaban la entrada de la misma. Todo daba un aire de tranquilidad y nostalgia, parecía que esa vivienda se hubiese detenido en el tiempo.
Cuando el de lentes pasa a clavar su atención ahora en Rubén que estaba a su lado, silencioso e inmóvil, nota una expresión de sorpresa impregnado en su rostro.
Sus ojos recorrían cada rincón de arriba hacia abajo, hacía mucho tiempo que no veía este paisaje que hasta se sentía raro, era como algo irreconocible pero al mismo tiempo sabía bien que era su casa, no había cambiado nada y eso era lo que le daba un sentimiento de confusión, quizás hubiese preferido que se deteriorara un poco al igual que su familia y su propio corazón pero no, eso no sucedió.
El ruido de las rejas abrirse hacen que al castaño le dé un sobresalto y notase como Mangel se le había adelantado para ingresar y avanzar unos pasos por el camino de piedras.
- ¿Qué haces?! – pregunta alarmado como si lo que acababa de hacer no estuviese permitido o algo así.
Se gira a mirar al estupefacto chico con una gran sonrisa.
- Pueh entrando, ¿no vinimoh hasta aquí para entrar? ¿O nos íbamos a quedáh sólo mirando de afuerah? – sigue caminando hasta llegar a la puerta.
Claro que no estaban aquí solo para eso, la intensión era si hablásemos de una metáfora seria la de “volver a casa luego de la salida del colegio” o algo similar. O sea volver a cruzar esas puertas sin problema alguno, que aunque las cosas hallasen cambiado y todo este tiempo Rubén haya evitado venir hasta aquí para no sufrir de recuerdos, ahora sea diferente. Que sea una página dada vuelta en su vida…
Sus nervios no cesaban, tenía miedo de no poder enfrentarse a ese ambiente familiar que había perdido, que al final extrañase más en vez de superar. Pero al mirar a Mangel que lo esperaba allí cerca de la puerta a que se acercara también a abrirla le proporcionaba más confianza y a pensar de que “todo estaría bien”, no debía mirar al pasado, debía avanzar. Si, debía hacerlo…
Respira hondo y luego de expulsar el aire por prolongados segundos avanza lentamente hasta llegar de nuevo al lado de Miguel que le veía impaciente y emocionado a que pusiera la llave en la cerradura.
- ¿Por qué estás tan feliz? Yo ya no estoy seguro si en realidad quiero entrar ahora – su mano temblaba mientras buscaba la llave en sus bolsillos.
- Pohque esto es algoh importante ¿no? Y me hicisteh parte de ello ¿Cómo no voy a ehtar felih? –
Siempre diciendo tonterías que le hacían potenciar los nervios que llevaba encima. Pero ya no podía arrepentirse, debía pelear con estas pequeñas cosas que había evitado por todos estos años, si quería cambiar, si quería seguir escribiendo un nuevo capítulo en su vida, entonces estas cosas ya no debían significar dolor para él.
Saca la llave y la coloca en la cerradura para dar dos vueltas y que se abra. Aparta su mano, dudoso si tomar el picaporte y abrirla por completo ¿Cómo luciría adentro? ¿Las mismas cosas en su lugar? ¿Lleno de polvo? ¿Con los mismos adornos? Tenía cientos de preguntas que le rondaban en su mente en vez de entrar y cerciorarse por su cuenta. Por suerte no tuvo que pensar mucho porque el muchacho a su lado termina tomando su mano y abriendo la puerta por su cuenta.
Con un chirrido, a falta de aceite de las bisagras, la puerta queda abierta mostrando un pequeño pasillo oscuro de paredes blancas y piso de madera.